Socialismo dañino y sanciones

Las ultimas sanciones a Alberto Moya, secretario general,  José Antonio Agudo, secretario de organización, con  pérdida de destino; y dos años de empleo-sueldo y perdida de destino a los dirigentes de  AUGC  en Ciudad Real Antonio Moreno, secretario general y Jesús Culebra, secretario de organización, a estos últimos por un reportaje aparecido en la revista Interviú sobre la “huelga de bolis caídos”, nos lleva a reflexionar sobre los últimos acontecimientos que estamos viviendo en una Institución encabezada, pero no mandada por un Director General socialista.
Estas meditadas y dañinas sanciones disciplinarias son las peores que se pueden imponer, porque acarrean el traslado del guardia civil  y su familia; su separación durante un largo periodo, el desarraigo forzoso y la merma económica. Han elegido bien las sanciones. Unas sanciones que no tratan de corregir conductas, sino hacer el máximo daño posible para provocar un miedo escénico. Felicito a las mentes que han elegido esta opción de todas las posibles del régimen disciplinarios. Tampoco podemos obviar una de sus principales premisas “sabemos qué vais a ganar, pero mientras tanto, os hemos fastidiado”. Esa en su principal misión.
Los sectores más rancios de la sociedad española y de la Guardia Civil no escatiman esfuerzos en restringir derechos a los guardias civiles para seguir manteniendo y sumando privile-gios que no les corresponden. Unos dispensas que van desde utilizar coches oficiales, guardias civiles conductores y gasolina de los españoles para una boda, comprar muebles con dinero público y otras peripecias. Mientras tanto, su esfuerzo lo priorizan en silenciar a los guardias civiles para que no denuncien los abusos y deficiencias. Cerrar las puertas a la democracia para crear un bunker inaccesible a la libertad de expresión.
Por otro lado, las asociaciones de guardias civiles, saben que con esto han finiquitado el cauce interno como instrumento para intentar acabar con los excesos de determinados sectores de la Institución. Durante muchos años las asociaciones de guardias civiles han tenido que denunciar en los medios de comunicación innumerables hechos para que la sociedad conociera y reaccionara con criterio ante la injusta situación que padecemos los guardias civiles, mientras tanto, en el Cuerpo Nacional de Policía se vivía una calma relativa, ya que los sindicatos policiales y el reglamento interno deja paso a una vía menos mediática.
Legalizadas las Asociaciones de Guardias Civiles los rancios de la Guardia Civil creían que comprarían sus silencios y que les servirían como instrumento de pacificación, pero no como instrumento real de mejora de un colectivo que está a la cabeza de sanciones disciplinarias, suicidios, intentos de suicidios, bajas psicológicas, muertos en accidentes en acto de servicio y otras situaciones que lamentablemente sufren los guardias civiles y sus familias; pero a la cola de derechos, jornada laboral, de conciliación de vida laboral y familiar y a la cola retributiva de los Cuerpos de policías españoles.
Los rancios no han sabido valorar la estrategia de repre-sión hacia los dirigentes asociativos, porque sinceramente donde más avanzamos y más a gusto nos encontramos es en este escenario que nos han  conducido. Una situación que debe ser conocida perfectamente por la sociedad y por el colectivo de guardias civiles para que no se duerman y, entre todos, seguir avanzando para conquistar una Guardia Civil más democrática y al servicio a los ciudadanos. Una Guardia Civil al servicio de todos los ciudadanos y NO una Guardia Civil al servicio de UNOS POCOS ciudadanos y UNOS POCOS guardias civiles.
El 18 de septiembre de 2010, AUGC lograba una sentencia histórica en la que los tribunales reconocían a los guardias civiles su derecho a manifestación. Ese mismo día los rancios de la sociedad española y de la Guardia Civil levantaron sus enérgicos brazos y palmas moralmente destrozado y alarmados. Destrozados y alarmados, porque la libertad de manifestación y expresión entraban por las puertas de la Dirección General de la Guardia Civil. Unas puertas que vieron entrar y salir a personajes tan golfos, ladrones y siniestros como el ex director general, Luis Roldan, que apasionadamente desfogó en orgias sus deseos de noble varón con fondos de la Institución, sin que la cúpula y sus servicios de información se percatara de ello. Unas puertas que vivieron el Tejerazo, sin que nadie percibiera que este salva patrias pretendía retornar a España a las puertas de Hendaya, donde el Jefe del nacionalcatolicismo abrazó a Hitler con vehemencia.
Casi un año después “de ese 18 de septiembre”, derecha e izquierda se dan la mano para prohibir el derecho de manifestación y expresión de los guardias civiles. La cuesta abajo del Gobierno, la falta de respuesta de un Partido Socialista Obrero Español, donde una militancia dormida es incapaz de reconducir a su espacio político al PSOE y unos diputados más pendientes de salir en un puesto que le permita continuar en su escaño, han hecho posible que la primera propuesta del Partido Popular para expoliar el derecho de manifestación de los Guardias Civiles saliera adelante, pero esta segunda ocasión, con los votos del PP y PSOE.
La segunda parte de la historia nos la veíamos venir “EXPE-DIENTES DISCIPLINARIOS Y DURAS SANCIONES”, que tratan de crear un miedo escénico para cercenar el derecho de expresión de los dirigentes asociativos y, con ello, el derecho de los guardias civiles a ser tratados como ciudadanos y funcionarios de plenos derechos.
Desde AUGC abriremos filas, puertas y ventanas para que nuestros dirigentes estén arropados y atendidos en todos los sentidos. Presentaremos recursos “que ganaremos” y denunciaremos las dobles varas de medir de una Dirección General que aplica con vehemencia el régimen disciplinario a representantes asociativos y es extremadamente benevolente con otras conductas. Llevaremos a los tribunales a todos los que se exceden en sus atribuciones e informaremos a los medios de comunicación de cada una de nuestras iniciativas.
Entre todos conseguiremos una mejor Guardia Civil para los ciudadanos y los guardias civiles. Todo ello, a pesar de los rancios.