Categorías: Opinión

Sobre las avalanchas y el lenguaje

El delegado del Gobierno, Nicolás Fernández Cucurull, ofrece una entrevista a FARO TV en la que, entre otros asuntos, aborda la situación en la frontera y las perspectivas que se presentan con la próxima apertura del ‘Tarajal II’.

Coincido en su apreciación cuando dice que dicho paso hará ganar en fluidez pero no será la solución mágica. Nada lo ha sido ni nada lo podrá ser cuando se habla de un escenario marcado por una cadena de errores y una desmedida ambición. Construir un polígono a pie de frontera no fue casual. Se le ocurrió a la misma clase política que ahora protesta por los colapsos y que ahora, solo ahora, empieza a sentir cierta piedad por esas miles de personas, sobre todo mujeres, que caminan deformadas por enormes bultos. La inyección económica que supuso la operatividad de dicho polígono se convirtió en el veto que hacía inviable cualquier mejora en su momento, cualquier cambio. Hoy únicamente sufrimos lo que antes hemos mantenido.
De la entrevista que Luis Aznar hace al delegado me llama la atención una de sus apreciaciones. Dice textualmente que “hemos venido en utilizar, todos, la palabra avalancha, pero entiendo que de forma incorrecta porque salían andando con sus bultos”. Que un delegado del Gobierno diga esto resulta grave. Lo es porque está obviando de forma descarada una realidad que han tenido que chuparse día sí, tarde también y madrugadas una serie de agentes que solo podían encomendarse a todos los santos para salvar sus vidas. Que me diga el delegado que usamos la palabra avalancha de forma incorrecta porque la gente pasaba andando con sus bultos es una auténtica barbaridad, amén de ser mentira. Creo, sin equivocarme, que a todos los periodistas de esta Casa les ha tocado ‘ir al Tarajal’ a cubrir una de esas AVALANCHAS (mire yo hasta lo escribo en mayúscula) y no, los hombres y mujeres deformados por los bultos no pasaban andando, sino que lo hacían a la carrera... primero se iban aproximando para, después, en bloque correr. ¿Y qué hacían los guardias civiles? Rezar y correr. ¿Y qué hacían muchos camalos/as? Intentar no aplastarse unos a otros. ¿Y los trabajadores de esta Casa? Pues lo posible para captar las fotos y vídeos que venían a demostrar la auténtica vergüenza que se estaba produciendo todos los días en el Tarajal y  al que, fíjese, no se ponía remedio. Entiendo que el lenguaje escuece y hasta puedo interpretar los deseos de la clase política por dulcificar la realidad. Pero cuestionar una realidad me parece ya un insulto.

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