Hemos llegado a un punto en el que las denuncias sobre presuntas corruptelas son tan graves que no pueden ser despejadas con ruedas de prensa en las que nada se dice. Y eso es lo que se está haciendo con todo lo que rodea al ex tesorero Bárcenas, ese personaje siniestro que tan pronto hace ‘la peineta’ como concede una entrevista contando una supuesta trama para hundir a quienes le atacan. Mientras todos juegan sus cartas en torno a este asunto, el Gobierno se dedica a lanzar evasivas, a usar el presunto (lo hace cuando le conviene, en éso son unos artistas el PP y el PSOE) y a no dar una respuesta adecuada para zanjar una crisis que está calando demasiado en la ciudadanía. Y eso es malo. Muy malo. No vale que se saquen del cajón de sastre una ley de transparencia que nadie cree, lo que vale es que nos hablen con claridad, con reconocimiento y con la moralidad debida para que el ciudadano siga pensando que no toda la clase política se dedica al ejercicio de reirse del votante.
Debe existir algo más. Y ese algo más no lo está habiendo. No hay contundencia ni claridad de mensajes que aporten una alternativa a esa maraña de datos confusos que nos van apareciendo a través de los medios o a través de las redes sociales. Están ahí, ayudando a que la crispación sea mayor, a que la ciudadanía termine asqueada.
Y ante toda esta situación, ¿qué tenemos? Un presidente que evita ser claro para no quemarse, un cúmulo de leyes que solo sirven para tapar las vergüenzas políticas y calmar las conciencias de quienes alimentan dichas vergüenzas y una cúpula que o bien se contradice, o mete la pata con sus valoraciones o salta como un doberman a la defensiva de lo que interpreta como ataques.
¿Cuándo se darán cuenta los que mandan que lo que el ciudadano quiere es palpar y sentir cierta honradez, pensar que el famoso dedito de Bárcenas no era el reflejo de lo que muchos han pensado de todos nosotros? Los símbolos se han convertido en pesadas losas que se desploman sobre la sociedad. Si quienes tienen el poder son incapaces de derribarlos, ¿qué pueden esperar de nosotros?