Categorías: Opinión

Sobre la paciencia

Siguiendo con la tetralogía de temas que me propusieron mis alumnos de Psicología del Instituto, hoy les presento el tercero de la serie, el que me propuso Yabir: la paciencia. Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, paciencia procede del latín patientia y tiene siete acepciones: 1.- Capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse. 2.- Capacidad para hacer cosas pesadas o minuciosas.  3.- Facultad de saber esperar cuando algo se desea mucho. 4.- Lentitud para hacer algo. 5.- Resalte inferior del asiento de una silla de coro, de un modo que, levantado aquel, pueda servir de apoyo a quien está de pie. 6.- Bollo redondo y muy pequeño hecho con harina, huevo, almendra y azúcar y cocido en el horno. 7.- Tolerancia o consentimiento en mengua del honor.
Exceptuando dos de los significados (el del asiento de una silla de coro y el del bollo redondo, de los cuales yo no tenía ni idea) todos los demás hacen referencia a saber padecer, soportar o esperar.
Pero la paciencia no es sólo pasividad, aguantarse o no reaccionar sino que también es fortaleza para aceptar con serenidad la multitud de obstáculos que hemos de franquear a lo largo de nuestra vida.
En algunos de los relatos que he escrito, he puesto en boca de sus personajes frases como: “La vida es tiempo, sólo tiempo, y dentro de ella la felicidad son trocitos de tiempo que nos empeñamos en retener pero que se nos escapan irremediablemente de entre las manos” o “La vida es una carrera de obstáculos interminable. Nos sentimos muy contentos cuando hemos superado uno, sin saber que no transcurrirá mucho tiempo antes de que se presente el siguiente. Y cuando se acaban los obstáculos, se nos acaba también la vida”.
Bien, pues para soportar cómo los trocitos de felicidad se nos escapan de las manos o cómo superar la interminable carrera de obstáculos de la vida, es fundamental la paciencia, pues ella nos da fortaleza para aceptar las pruebas que la vida nos va colocando en el camino y nos ayuda a alcanzar la madurez y el progreso interno.
Tradicionalmente se considera a Job como el prototipo del hombre paciente. Su historia se encuentra en la Biblia, la cual lo presenta como un hombre inmensamente rico, a pesar de lo cual (y digo a pesar de lo cual porque no suele ser lo habitual) era un hombre justo y bueno. Pero cuenta también la Biblia que hallándose Dios hablando con sus ángeles de los bueno que era Job, se presentó el Demonio y le dijo que eso era porque era rico y lo tenía todo. Que le dejara quitarle todas sus riquezas materiales y vería cómo ya no sería tan bueno. Dios accedió con la condición de que no hiciera daño alguno a Job.
El Demonio le envió tales desastres naturales que perdió todos sus rebaños, tierras y demás posesiones e incluso a sus diez hijos, siete varones y tres hembras, a pesar de lo cual Job siguió siendo igual de bueno y no maldijo en modo alguno a Dios por haber permitido que tales calamidades le acontecieran.
De nuevo Dios elogiaba la actitud de Job junto con sus ángeles cuando otra vez se le presentó el Demonio y le dijo que si Job seguía siendo bueno era porque, aún habiendo perdido todas las cosas materiales y a sus hijos, conservaba la salud. Que le dejara quitarle la salud y entonces vería cómo cambiaba. Dios de nuevo accedió, con la condición de que le respetara la vida.
El Demonio envió enfermedades a Job en forma de llagas que le cubrieron todo el cuerpo. Por tal motivo fue despreciado incluso por su mujer y se vio en la calle, solo y desnudo viviendo entre las basuras. A pesar de todo, soportó con paciencia todas las calamidades que le había tocado sufrir y siguió siendo justo y bueno. Por todo ello, Dios lo recompensó con creces: se volvió a casar y a tener hijos y tuvo riquezas aún mayores que las anteriores.
Esta es, a grandes rasgos, la historia de Job, prototipo del hombre paciente que, con alguna variante en los detalles, nos cuenta la Biblia. Afortunadamente, la vida no nos obsequia a todos (aunque sí a algunos) con calamidades semejantes a las de Job. Pero todos tenemos problemas, dificultades, obstáculos en nuestra vida, que llevamos con mayor o menor resignación. Pero mejor que resignación sería llevarlos con paciencia, pues como ya he dicho anteriormente, la paciencia no es sólo pasividad, aguantarse, sino fortaleza para afrontar las dificultades y crecer interiormente cuando las superamos. Dice un refrán: “Lo que no mata engorda”, pero yo diría más bien que lo que no mata nos hace renacer más fuertes para futuros acontecimientos y adversidades.
Somos muy curiosos los humanos, pues casi nunca estamos contentos con lo que tenemos. Añoramos el pasado porque creemos que fue mejor (“todo tiempo pasado fue mejor”, dice el dicho) cuando está demostrado que no es así. Hay un mecanismo psicológico que nos hace olvidar la mayor parte de los aspectos negativos del pasado y por eso creemos que fue mejor. Es terapéutico. Ansiamos el futuro porque queremos que nos traiga lo que no tenemos, lo que nos falta. Pero el futuro es incierto, muy incierto. Nadie sabe lo que el futuro nos traerá.
Luego si el pasado no existe porque ya pasó y el futuro es incierto, sólo nos queda el presente. Y casi nunca estamos contentos con él. Aquí es donde creo que entra en juego la paciencia, para hacernos disfrutar del presente saboreando cada instante, apreciando cada cosa sencilla pero única e irrepetible, para ayudarnos a vivir (o mejor, a convivir) con las prisas cotidianas, a ver con más claridad el origen de los problemas y la mejor manera de solucionarlos.
Estoy convencido de que la paciencia es un rasgo de personalidad madura, que no se deja llevar por el primer impulso sino que sopesa las distintas posibilidades antes d tomar una decisión. Sería lo que en la tipología psicológica de Heymans se conoce como función secundaria, característico de la persona que piensa bien en las consecuencias antes de responder o tomar una decisión, en contraposición a la función primaria, propia de las personas que responden rápidamente sin pensar mucho en las consecuencias. La función secundaria va también unida a una mayor profundidad y reflexión en el pensamiento, mientra que la función primaria se asocia a la superficialidad.
En este mundo en que vivimos, dominado por tendencias muchas veces impuestas por las grandes empresas a través de los medios de comunicación, nos empeñamos en controlarlo todo, en tener la capacidad de dominarlo todo a través de nuestras decisiones, hasta que tenemos que darnos muchas veces, dolorosamente, de bruces con la realidad para darnos cuenta de que no puede ser así.
Sin embargo, la persona madura, paciente, comprende que hay muchas cosas que no dependen estrictamente de nosotros y que hay que darle tiempo al tiempo, esperar con calma a que las cosas sucedan como tienen que suceder. Eso es también sinónimo de paciencia. Y de sabiduría.
En la Revista de Filosofía “Alférez” de 30 de junio de 1947, Rafael Sánchez Ferlosio decía sobre la paciencia: “Y es que anda muy escasa la virtud de la paciencia. Entendamos por paciencia no sólo una virtud que en ocasiones de la vida cotidiana nos hace resistir las pequeñas molestias, sino más bien una actitud total y armónica ante la vida que nos hace acomodar nuestros impulsos y nuestros deseos a la monotonía del tiempo (a esa monotonía riquísima, madre de toda virtud y de todo buen pensamiento que nos parece tan prosaica). Sencillamente, la paciencia es el arte de no coger la pera antes de tiempo y de saber cultivarla”.
Quiero terminar este artículo refiriéndome a un aspecto en el que creo que es fundamental la paciencia: el trato con nuestros semejantes. Y dentro de ese amplísimo campo que es el trato con los demás, dos aspectos concretos: el de tratar con aquellas personas que son, en mayor o menor grado, mezquinas pero cuyo trato se nos hace inevitable y el de aquellas otras personas, como por ejemplo los ancianos, que por tener algunas de sus facultades un tanto deterioradas, a veces nos sacan de nuestras casillas. Unos y otros requieren una especial dosis de paciencia.
Respecto de los primeros, esos seres mezquinos que pululan a nuestro alrededor, en nuestro trabajo o en los círculos por donde nos desenvolvemos, que son lobos con piel de cordero; que se alegran del mal ajeno y sufren con el bien de los demás; que dan puñaladas por la espalda siempre que pueden; que no tienen reparos en exprimir a los pobres para enriquecerse más y más; que se envalentonan ante el débil y se acobardan ante el que es más fuerte; que prometen cosas a sabiendas de que no las van a cumplir… Ante esos, la paciencia nos da la templanza para comprender que en su mezquina condición llevan al mismo tiempo su castigo; nos obliga a contar hasta diez antes de descargar en nuestro puño toda la ira que hacen crecer en nosotros; pero tampoco debe impedirnos que seamos capaces de, sin perder la educación y las buenas formas, decirles lo que pensamos de ellos.
Respecto de los segundos, aquellos que por algún motivo tienen disminuida alguna de sus capacidades (ancianos, deficientes u otras personas que han atravesado circunstancias tan duras que las han dejado traumatizadas) y ponen a prueba nuestra paciencia con sus manías, sus repeticiones, sus miedos, sus interpretaciones equívocas o hablando mucho de cosas que a nosotros no nos interesan… no creo que con nadie mejor que con ellos podamos emplear nuestra paciencia. Pensemos que ser como somos es una lotería y que ser o no ser como ellos son, es cuestión de suerte.
Además, en el caso de los ancianos, son justamente el espejo donde vemos nuestra imagen del futuro si vivimos el tiempo suficiente. Experimentemos la enorme satisfacción de hacerles un poco más feliz la vida dedicándoles nuestras mayores dosis de paciencia.
Finalmente, termino con algunas frases de personajes célebres sobre la paciencia. Espero haber cumplido con mi intención de hacerles pensar y haber satisfecho la petición de Yabir.
“Cuando fuiste martillo no tuviste clemencia, ahora que eres yunque, ten paciencia”. (Proverbio persa).
“La paciencia es la fortaleza del débil y la impaciencia, la debilidad del fuerte”. (Benjamín Franklin).
“La paciencia es amarga, pero sus frutos son dulces”. (Isaac Newton).
P.D. Si desean hacer algún comentario sobre este u otro de mis artículos, pueden enviarlo a   jose61eloy@yahoo.es

Entradas recientes

El reto de enseñar a menores extranjeros comienza en el IES Abyla

Las aulas del IES Abyla, en Ceuta, se han preparado este martes para recibir en…

08/10/2024

El ex capitán del Ceuta, Ñito González, regresa al 'Murube'

Uno de los ídolos en las últimas temporadas de la AD Ceuta, Ñito González, regresa…

08/10/2024

Una nueva crítica a la sanidad de Ceuta: la historia de Himo

Himo Miludi tiene 71 años y padece de fuertes dolores de brazos y piernas. Lleva…

08/10/2024

La gimnasia rítmica se traslada al 'Rosalía de Castro'

El colegio público Rosalía de Castro fue el encargado de acoger este martes una nueva…

08/10/2024

Explota un aerogenerador de la central eólica Bani Mjamel

Malas noticias en la central eólica Bani Mjamel, y es que este pasado lunes se…

08/10/2024

Comienzan los cursos UEFA C de fútbol y Nacional C de fútbol-sala

El Director y el Jefe de Estudios de la Escuela de Entrenadores de la Real…

08/10/2024