Cabe recordar que esta película la firma M. Night Shyamalan, triunfador con su Sexto sentido hace ya demasiado tiempo, y que lleva dando tumbos (vestido de esmoquin caro, pero tumbos) en los últimos años. Y lo resaltamos porque en esta ocasión pasa muy de puntillas su estilo y su trabajo en una cinta que el señor y la señora Smith (y me refiero a Will y Jada, los de verdad, no a Brad y Angelina) han montado y pagado para que papá ceda el testigo a Jaden, su joven proyecto de actor, sobrado de energía y ganas pero carente de tablas o capacidad, el tiempo lo dirá, para protagonizar una película; por mucho que cuente con todas las facilidades y la compañía interpretativa de un Will Smith que parece tan pendiente de su hijo como el personaje que interpreta, pero que le distrae de su verdadero trabajo contribuyendo a que la labor actoral sea precisamente lo peor de una cinta atractiva de ver y con momentos divertidos aunque sin sangre en las venas y con aroma a pastiche efectivo cuya historia no llega a cuadrar nunca.
La acción nos traslada hasta la Tierra de un futuro lejano postapocalíptico en el que la Humanidad entera (sí, hasta los que no tienen donde caerse muerto, primera en la frente) ha abandonado el barco para colonizar otro planeta. Papá e hijo tienen problemas en su nave y acaban estrellándose en nuestro querido planeta azul, donde ya nada es como hoy lo conocemos y la naturaleza ha evolucionado para ser hostil con las personas, lo cual no es de extrañar. Y para darle un toque a lo Alien/Riddick/Predator a la estética preciosista de la vegetación en estado puro que recuerda a Viaje al centro de la Tierra con buenos detalles futuristas, hay un bicho alienígena más malo que la peste enlatada que viajaba cautivo en la nave y, exigencias del guión, es el único superviviente del siniestro junto, claro está, a nuestros dos actores principales con idéntica cara, orejas de soplillo incluidas. La caza angustiosa y la necesidad vital de pedir ayuda para ser rescatados antes de acabar de entremés están servidas.
Las fórmulas de entretenimiento asegurado que sigue la encorsetada cinta logran alcanzar cotas de aprobación general de lo que se nos cuenta, aunque no nos creamos nada, y los esta vez necesarios efectos visuales se suman a una estupenda e inquietante banda sonora de James Newton Howard para evidenciar que nada de lo que puede comprarse con presupuesto millonario falla. Sin embargo, como antes hemos sugerido, el reputado director ejerce de mercenario (por fortuna, añadiríamos algunos con cierta maldad) y todo lo que aporta es su nombre a un trabajo que podría haber rodado cualquiera y que, ya que estamos, también podría haber interpretado cualquiera, seguramente con mejor resultado, para una producción diseñada para que cualquiera la vea, con todo lo bueno y lo malo del término…
sionado porque no suelen verse películas originales que diviertan sinceramente desde un trasfondo emotivo y real.
Por eso y porque Langella está en estado de gracia y tira de veteranía para hacer una exhibición interpretativa. Sólo eso ya merece un rato de atención de nuestra vida.