La sensación de que Ceuta es una gran desconocida para nuestros paisanos de la península y para el resto de Europa me acompaña desde que tengo uso de razón. Esta sensación se hizo patente cuando comencé mis estudios universitarios. Incluso entre las personas a las que se les supone un cierto nivel cultural era habitual que la imagen de Ceuta estuviera enturbiada y alterada por multitud de prejuicios y estereotipos. Medio en serio y medio en broma algunos me decían si en Ceuta nos desplazábamos en camello o si vivíamos en antiguas casbas. No debería de extrañar, por tanto, que la expresión mayoritaria de los compatriotas que visitan por primera vez Ceuta sea de sorpresa por encontrarse con un lugar de aspecto occidental en su urbanismo y arquitectura. No menos curioso, para propios y extraños, es comprobar la heterogeneidad de la sociedad ceutí, aunque esto es algo cada vez más habitual en las grandes ciudades españolas debido al auge de la inmigración. En este sentido los ceutíes les llevamos muchas décadas de adelanto en convivencia intercultural respecto al resto de españoles y europeos.
Hace unos días tuvimos la suerte de contar en Ceuta con el Catedrático de Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid, Juan Blánquez Pérez, que impartió una magistral ponencia sobre mitología del Estrecho en el marco de las XXIV Jornadas de Historia del Instituto de Estudios Ceutíes. La fortuna acompañó al Prof. Blánquez en su visita a nuestra ciudad. Su estancia en Ceuta coincidió con esos días de poniente en los que una intensa luz ilumina la geografía ceutí y destaca sus vivos colores azules del mar y verdes de los montes Hacho y García Aldave. Hablamos de esta luz y del sentimiento de alegría, plenitud y totalidad que despierta en el alma de quienes la reciben en esta tierra sagrada, mágica y mítica. Este tipo de experiencias sensitivas suelen quedar en el plano de lo inconsciente, pero emergen al mundo real en la idiosincrasia de los ceutíes y en el espíritu de Ceuta. Sin que tomemos conciencia de ello, tales experiencias se transmutan en elevadas emociones que alientan vocaciones místicas, intelectuales y artísticas.
Esta luz de la que venimos hablando es la responsable de que las semillas de la santidad, la sabiduría y de distintas formas de arte hayan crecido y dado jugosos frutos en Ceuta. La luz es vida al mismo tiempo que una perfecta metáfora de la sabiduría. Como hemos comentado en anteriores artículos, Ceuta fue en época medieval islámica considerada el lugar donde se reunían todos los sabios (Majma‘ al-‘ulama’) y la fuente de todas las ciencias. Se trataba de una fuente muy especial, pues -como puede explicar durante mi ponencia durante las jornadas de historia del IEC- de ella no solo brotaba la sabiduría, sino también las aguas revitalizadoras. En las famosas madrasas y en las numerosas bibliotecas, zawiyyas y santuarios de Madinat Sebta se cultivó la piedad mística, el estudio, la filosofía y la ciencia en un entorno geográfico mítico vinculado al mundo intermedio o imaginal. Los ceutíes de aquellos tiempos se preocuparon por cultivar y acrecentar la belleza innata de Ceuta, conscientes de la importancia de la que la santidad y la sabiduría surgen allí donde la belleza está presente. Por desgracia, esta Ceuta de la bondad, la verdad y la belleza quedó sepultada y sobre ella se ha asentado una ciudad de edificios estereotipados y personas igualmente cortadas por el patrón uniforme diseñado por la megamáquina.
El ansiado propósito de lograr la perfección ética, la unión con Dios o la sabiduría ha sido sustituido de manera progresiva por acumular dinero, poder y prestigio social a cualquier precio. Nuestro principal bien común, que es la tierra, está siendo expoliado para el beneficio de unos pocos con el beneplácito y la dolosa complicidad de los que dicen ser los valedores del interés general. La ciudadanía, en general, parece resignada ante la sistemática destrucción y alteración de nuestros paisajes naturales emergidos y sumergidos. Pocos elevan su voz ante tales actos infames contra la naturaleza y el alma del mundo. Uno de los motivos del conformismo generalizado de los ciudadanos es el escaso cultivo de la cultura y la educación. Aquí la máquina ha obtenido un éxito indiscutible. Las pantallas de los móviles y las tabletas mantienen hechizadas las miradas de niños, jóvenes y adultos para que presten atención a los incesantes mensajes que promueven el consumismo y desalientan el pensamiento propio mediante la imaginación o la lectura. Estos mismos dispositivos se encargan de propagar una ideología basada en el individualismo, el poder y el dinero. El arquetipo del héroe está ahora encarnado en el cantante o futbolista que gana ingentes cantidades de dinero que les permiten vivir rodeados de todo tipo de lujos y ostentosas propiedades. Generalmente se trata de personas que no han destacado precisamente por sus resultados académicos o por su trayectoria intelectual. Para ellos es el honor y una consideración que se les niega a los grandes pensadores o los científicos que han contribuido a la mejora de las condiciones de vida y a la plena realización del conjunto de la humanidad.
Cada día siento una mayor tristeza cuando observo que nuestros maravillosos niños y niñas son deformados por la ideología de la megamáquina para frustrar cualquier posibilidad de que en el futuro lleguen a ser lo que son y hacer lo que el destino había previsto para ellos
Cada día siento una mayor tristeza cuando observo que nuestros maravillosos niños y niñas son deformados por la ideología de la megamáquina para frustrar cualquier posibilidad de que en el futuro lleguen a ser lo que son y hacer lo que el destino había previsto para ellos. Esta generación de niños y jóvenes son los llamados a revisar y reformular los ideales de la humanidad para frenar en seco la aniquilación de la vida en nuestro planeta y detener un cambio global de la naturaleza de carácter irreversible. A ello también les corresponde la tarea de emprender la reparación de todo el daño provocado al medio ambiente y al patrimonio cultural. Veo cada vez más difícil que lo logren y en buena parte no es culpa suya. Todos los mensajes que reciben se dirigen a incitar su egoísmo, su avaricia y la competitividad, en vez del apoyo mutuo. A nuestros gobernantes, y ahora hablo en clave local, ni siquiera se les ocurre revitalizar esta consideración de Ceuta como centro de santidad y sabiduría de la que gozó en el periodo medieval islámico de la historia de nuestra ciudad. A pesar de todas las crisis ecológicas, económicas y sanitarias que venimos sufriendo, debido al imperante modelo económico desarrollista y depredador, siguen soñando con descomunales edificios, grandes hoteles y lujosos puertos deportivos para ver si con un poco de suerte alguno de los héroes de nuestro tiempo desembarca desde su lujo yate y “consagra” esta tierra con las mieles de sus “profanos” éxitos.
Al complejo del poder no le interesa que se conozca la historia de la condición humana ni la excelencia alcanzada por antiguas civilizaciones que habitaron en Ceuta o en otros lugares, ni recuperar el recuerdo de personajes bondadosos y sabios que en otros tiempos pasearon por nuestras calles. Tampoco parece atañerles subrayar las figuras de coetáneos nuestros como el imam Hamed Liazid que dejan una impronta de amor y sabiduría allí donde pisan. Este tipo de personas son el modelo que debería guiar a nuestros jóvenes si queremos tener alguna oportunidad de superar los grandes retos a los que se enfrenta nuestra ciudad y el conjunto de la humanidad.