Categorías: Colaboraciones

Situación  caótica

Ruecuerdo cuando bajaba a casa de mi Tata, una casa amplia con jardín y patio en pleno centro de la ciudad, inmediatamente después del almuerzo, para balancearme un ratito en la mecedora, antes de la sesión de tarde de mi colegio de la Sagrada Familia, frente a Los Remedios, un poco más arriba, y enseguida llegaba don Joaquín a visitar al abuelo, que almorzaba. Siempre vestía el comandante retirado el mismo traje raído, y la corbata negrucia de tanta roña acumulada. Delgado, mediana estatura, pelo blanco peinado hacia atrás, con cara de resignación, una cierta tristeza y la paciencia acumulada durante años. Se sentaba en la otra mecedora sin apartar su vista del huevo frito que a continuación le ponía mi Tata en la mesa al abuelo, a modo de segundo plato, que entonces, en los años cincuenta vestía mucho eso de decir “he tomado garbanzos de primero, y de segundo tal y tal…”. El pobre hombre del traje mugriento, se levantaba de un salto, y sin dar tiempo a que alguno le parase en su impulso, cogía un trozo de pan, lo mojaba rápidamente en el huevo ante los que  observábamos la escena con sorpresa, y se lo metía en la boca con ansia, antes de que cualquiera de los presentes pudiera reaccionar y parar en seco semejante  atropello. “¡Pero hombre!, ¿qué hace usted, don Joaquín?”. El pobre infeliz contestaba algo compungido:” Pues nada, que en vez de decir pase usted a jubilado, deberían decir pase usted a fusilado”, para justificar su hambre, en una acción exenta de cualquier norma de conducta habitual.
Eran los tiempos de la posguerra, de la autarquía  y de la falta de todo, que se cernía en España, en medio de la escasez de una Europa que había pasado también la  horrible Guerra. Se sobrevivía casi de la nada, no había trabajo, las gentes se empezaban a marchar como riego por goteo continuo, para Alemania,  Francia, Holanda y otros países europeos necesitados de mano de obra cualificada y seria. La mayoría no pudo volver y rehízo su vida por aquellas tierras a las que emigraron. Muchos de los que se quedaron tuvieron que ejercitarse en el estraperlo o el contrabando. Las matuteras tenían, para conseguir un dinerillo, que dejarse pasar por la piedra, como yo escuchaba decir a los mayores entre consignas, pues no se atrevían a hablar claro ante los pequeños arguyendo que “había ropa tendida”. Todo, por temor a que la gendarmería pudiese extorsionar a los que hablaban claro por boca de los niños. Hoy, cuando he llamado a Olga y me ha comentado que en Málaga ya hay camiones por las barriadas marginales repartiendo comida para las familias en riesgo de exclusión social, y que los comercios cierran en masa, me ha recordado a aquella época de penurias para muchos. En aquella época los ganadores lo pasaron bien, todos tenían trabajo, ocupando los altos puestos de la función pública. Igual que ahora, los ganadores enseguida se han dado patadas en el trasero, para sentarse en los mejores puestos sin competencia alguna, como en aquella época, igual. E igual que hoy, la gente tenía miedo de hablar más de la cuenta por no meterse en líos. Igual también que el largo éxodo al exterior de nuestros mejores jóvenes, tan bien cualificados y con su maravilloso, costoso currículo. La pena es que un gran porcentaje no volverá, quedando, por consiguiente en el país una gran porción de mediocridad que lo ha tenido tan fácil, como tener un familiar político en su entorno, que coloca a todos: tíos, primos, cuñados, suegras, mujeres, novias, concubinas, y un largo etcétera. Aparte están los allegados del que consigue alzarse en jefe. A los que ayudaron se les paga en especies, es decir, también con cargos públicos y si no se tienen a mano, se inventan los puestos, qué más da, por lo que se establece una corrupción tan intensa, tan profunda, tan complicada, con tantos flecos, que se hace imposible erradicar tanta ignominia. Es una meticulosa tela de araña de la que si tirásemos de un hilillo, se vendría todo abajo, así que tranquilos, no ocurrirá esto jamás, que ya se encargan los allegados de sujetar la hebra por la cuenta que les trae. Naturalmente que esta situación de impunidad e injusticia tendrá un coste social de proporciones incalculables e incontroladas, pues nada queda sin dar frutos, tanto positivos y saludables, como negativos y perjudiciales, según se haga... De hecho, tanto despilfarro concretamente en Ceuta, es escandaloso e impúdico. El ver determinadas situaciones de esta índole,  si tienen alguna justificación, debería ser aclarada.
…Eran entonces los tiempos de sueldos muy pequeños, nuestras madres hacían verdaderos milagros para poder encajar todas las piezas de la economía doméstica. ”Encajes de bolillos”, y “filigranas”, se decía que hacían con los bajos salarios con los que contaban, tanto, que apenas les llegaba para terminar el mes. Ahora, la ambición de algunos que se dedican a la política suele ser desmedida y no se dan cuenta en su afán de acumular  indebidamente lo que no es suyo, que están dejando atrás situaciones dramáticas irreversibles. Yo, con sinceridad, no veo una solución justa a tantos desmanes.
Lo malo es que nos estamos acercando a políticas de absolutismo, que sin remedio me recuerdan a las intrigas, los chismes, las camarillas ocultistas en torno al rey, que se establecían en el siglo diecisiete, ¡qué pena si nos hemos ido tan lejos!, y me dan miedo, por las circunstancias adversas que se podrían avecinar. Estas prácticas son sumamente peligrosas y malignas, hay que gastar cuidado y ser más precavidos en no esparcir el mal, formando a una sociedad enseñada en la vileza y la malignidad. Ya que cuando en una sociedad se imponen los privilegios, marcándose cada vez más las distancias entre ricos y pobres, entre desheredados y herederos, entre letrados e iletrados, en la que no existe la igualdad de condiciones y derechos para todos, en la cual, el acceso a la función pública debe estar basado en “mérito y capacidad”, nos hemos salido de los principios democráticos y no vivimos, por tanto, en una democracia plena, sino en una falsa democracia, adulterada, envenenada. Y es que cada vez que nos acercamos al precipicio y la bancarrota, donde pagan justos por pecadores los platos rotos, hay que “hacer zafarrancho”, limpieza, y empezar de nuevo con un mayor grado de pureza social.
Por desgracia, la mentira y el escarnio están a la orden del día, como si fuéramos tontos los que nos encontramos de espectadores y no nos diéramos cuenta de la realidad. Ojo a los malos, aviso a navegantes, que Herodes murió comido de gusanos.

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