Opinión

Un siniestro TIC-TAC

Evidencia. En estos tiempos, llenos de confusión y de miedos, resulta claro  (¿inevitable?) el enorme cataclismo político-social que repercutirá directamente sobre nosotras, sepultando lo poco que nos queda de conquistas sociales, de esas que aún no se han erradicado por el bien del mercado.

Sorpresa

Sin embargo, lo que hace tan sólo unos años hubiese supuesto un radical movimiento de protesta transeuropeo con el consecuente paso atrás de la clase política, se ha transformado en un mísero “con tal de que no me caiga a mí”, que aleja cualquier posibilidad de reflexión y, consecuentemente, de reacción.

Mecanismo

Perfectamente sincronizadas, estas medidas han sido debidamente programadas, y están siendo ejecutadas al milímetro con la misma fuerza con la que nosotras lo permitimos.

Las formaciones políticas están más preocupadas de fomentar estrategias “contra algo” que “a favor de algo”. Esta táctica suicida se ha infiltrado en todas las capas de una sociedad que parece empeñada, sin anhelo y sin descanso, en buscar las cadenas que la aprisionen en los calabozos de la Lubianka de turno, o de la Escuela de Mecánica de la Armada que toque.

Consecuencias

Estas guerras están empujando a las votantes a los brazos de las que alzan la voz y el brazo a golpe de huecas y versallescas tretas parlamentarias, siempre al margen de los verdaderos intereses de las ciudadanas; todo bien mezclado con asquerosos casos de corrupción que no dejan a ningún partido con las manos limpias. Las viejas del lugar, las que lucharon contra la opresión hace poco más de 40 años, no se lo explican. Sin embargo, resulta de lo más fácil de entender: asqueadas de todo –no les falta razón-, las ciudadanas se están adentrando en la atractiva senda de lo supuestamente inédito para acabar convenciéndose de entregar, voto a voto, las riendas del poder a quienes niegan, entre otras cosas, el holocausto judío o pretenden acabar con la unidad de Europa a mayor satisfacción de los zares de ambas superpotencias.

Situación

Cualquiera de nosotras que consulte Wikipedia, o vea la televisión para algo más que Gran Hermano, será conocedora de la trascendental semana que todas, seamos o no francesas, tenemos por delante. Y es que la situación es, o podría ser, extrapolable a España… otra cosa es que lo creamos.

El Frente Nacional de Marine Le Pen inició, hace un par de años, una campaña de marketing y maquillaje que está dando sus frutos. En primer lugar, se simuló el destierro del patriarca y después se procuró dulcificar la imagen de una candidata que, a pesar de estar rodeada de antisemitas militantes, islamófobos convencidos y defensores de la sangre pura, juega ahora a denunciar, en voz alta y desafiante, todas las injusticias habidas y por haber. Y funciona. Ayudada, en gran medida, por los medios de comunicación siempre ávidos de declaraciones fuertes y escandalosas, Marine (para la segunda vuelta se ha deshecho de su ahora incómodo apellido) camina con paso firme hacia el Palacio del Elíseo con un discurso de supuesta antipolítica.

Barrera

Enfrente, la división. Mientras las inconformistas –sobre todo las jóvenes- abogan con fuerza por un “Ni-Ni” (Ni Le Pen, Ni Macron), el resto no se pone de acuerdo. La izquierda más radical (por decir algo, claro) no piensa votar al candidato de los bancos, como tampoco parecen querer hacerlo las militantes socialistas, cansadas de tanto viaje hacia ninguna parte. La derecha “suave” prefiere a Macron, pero la derecha dura ya se está alineando bajo la sombra de quien, como Pétain, promete Trabajo, Familia y Patria.

Si bien las fuerzas llamadas republicanas llaman, de una u otra manera, a votar al joven candidato de ”En Marche”, da la impresión de que buena parte de la ciudadanía no está por la labor de la barrera del castor* y prefiere hacerse la marmota*.

La famosa barrera republicana de 2002 aupó de nuevo a Chirac al poder frente a un Jean Marie Le Pen que, por cierto, no quería ganar –él mismo afirmó más tarde que no tenía suficientes cuadros para el gobierno. Sin embargo, esta vez la famosa barrera se resquebraja por todas partes. Cada una mira para su casa y se olvida del interés general, y hasta las hay que juegan con la posibilidad de un gobierno de extrema derecha para que se estrelle perdiendo toda credibilidad. Eso, y jugar a la ruleta rusa con el cargador totalmente cargado es exactamente igual.

Efecto dominó

Quizás piense que Francia está demasiado lejos o que con su pan se lo coman, pero una subida al poder de la extrema derecha en Francia supondría, de facto, la destrucción de la UE, el desmesurado avance imperialista de Rusia y la vuelta a la hegemonía de Washington y Moscú. Todo un plan.

Por si fuera poco, este ascenso de “Marine” supondría además un verdadero efecto dominó en una Europa castigadísima por los efectos de la Doctrina del Schock. La desesperación es así: todas están dispuestas a agarrarse a un gancho ardiendo de carnicero, aunque ese gancho sirva, a la corta o a la larga, para que las acaben colgando.

Como siempre, usted sabrá lo que más le conviene, pero la apatía generalizada da pie a iniciativas políticas de opereta o a que, con total impunidad, las que roban sigan mandando. En definitiva: abrir de par en par las puertas a la extrema derecha.

No obstante, bueno será recordar al libertario Albert Camus cuando afirmaba que "la tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios, sino sobre las faltas de los demócratas". Nada que añadir.

El siniestro tic-tac de la bomba de relojería se hace cada vez más audible. De nosotras depende desactivarla. De lo contrario, siempre nos quedará Uruguay, si nos da tiempo a embarcar.

(*) Castor y marmota son los hashtags que en Twitter se están utilizando para denominar, por un lado, a quienes están activamente en contra del Frente Nacional y, por otro, a los que prefieren dejar que las cosas transcurran por sí mismas.

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