El sin hogar de Gran Vía: Juan, de 64 años, sin techo ni ayudas

La opulencia de la Gran Vía puede cegar la primera vez. Pero tanta farola millonaria no impide ver la pobreza emergente en la ciudad: hijos de Ceuta que como Juan Abad Benítez, de 64 años, malviven en sus calles. Él, sin un techo bajo el que cobijarse ni ayuda por parte de las instituciones, no sabe cuánto tiempo más podrá soportar así.

Su historia es la de otros españoles que, por diversas circunstancias o una mala decisión, vieron cómo sus vidas se desviaban del camino. Un bache del que nadie está a salvo en un mundo tan cambiante. Aunque Juan no es el único sin techo de Ceuta, él sí ha querido hacer pública su exclusión porque, como dice exhausto, “ya no aguanto más”.

“Antes me encontraba en el puerto pesquero, allí estuve cerca de nueve años”, calcula Juan. Así fue hasta que un día, a principios de años, la Autoridad Portuaria ejecutó los desahucios de los cuartillos de la lonja. “A todos nos echaron de allí cuando entró la Guardia Civil y, en fin…”, añade sin juzgar la decisión.

Una vez en la calle, relata que acudió a la Consejería de Servicios Sociales. La Ciudad proporcionó a Juan tres meses de alojamiento, asegura, de lo cual está muy agradecido aunque, una vez expirado ese tiempo, “he tenido que salir de la pensión en la que estaba”. Juan encajó el golpe y aceptó que Servicios Sociales “no pudiese” darle “más tiempo”, porque “era imposible, no estaba permitido y no había presupuesto para eso”, rememora. Fue cuando tuvo que volver a dormir en el suelo, en la vía pública.

Juan explica que está enfermo: la ciática le provoca un intenso dolor y presenta un edema cerebral. “Me dan mareos y hay veces que me tengo que parar en medio de la calle y sentarme”; confiesa sentirse debilitado.

“Los taxistas me ayudan. Siempre están cuidándome”

“Estoy fatal, hay días que puedo comer algo, otros nada”, reconoce Juan. Por suerte, tiene a sus ‘ángeles de la guarda’ entre los taxistas de la parada de la Gran Vía. A pesar de que el gremio de este transporte público también atraviesa una época de vacas flacas, se preocupa por Juan incondicionalmente. Gracias a ellos se mantiene a flote porque, valora, “los chavales me ayudan y me dan algo. Siempre están cuidándome”. La inseguridad nocturna en las calles de Ceuta también ha amenazado a este sin techo, a este sin hogar, que no teniendo suficiente con malvivir en la indigencia, le han intentado robar en un par de ocasiones. “Una de las veces casi me clavan un cuchillo”, desvela.

Juan solo pide ayuda, “soy hijo de Ceuta y tengo mis derechos como todo el mundo. Tengo 64 años ya y no puedo estar en la calle como estoy. No tengo ni para comer ni tengo nada; no tengo nada”, pone énfasis este ciudadano español en unas declaraciones elocuentes que harían sonrojar a las autoridades. “Duermo en el suelo o en un banco y no es vida, la verdad. Ya no puedo más, es que estoy muy cansado. Pido ayuda, solamente ayuda”, concluye desesperado.

Ceuta carece de un albergue para este colectivo

Ceuta carece de un albergue para estas personas sin techo, donde poder asearse y estar recogidos, sin tener que dormir en el suelo y pasar penurias. Las iniciativas que hubo al respecto, como aquella de La Esperanza pagada con fondos estatales, finalmente fueron desechadas. De forma urgente hubo que acomodar en el hoy centro de realojo a los menores extranjeros no acompañados ante la orden de Fiscalía de desalojar el centro del Hacho, ya que no reunía las condiciones para acoger a los niños. Desde entonces, Ceuta no se ha preocupado de contar con un recurso para los sin techo o no ha dado a este asunto la prioridad que merece.

Hasta que alguien le preste la ayuda que solicita, Juan seguirá siendo ese sin techo de la popular foto de Facebook que duerme entre cartones bajo un mosaico de Ceuta, como si soñase con nuestra pequeña, dulce y marinera ciudad, tan cerca de quienes pueden socorrerle, pero tan lejos de la lluvia de millones que riega la crisis humanitaria. Los sin hogar no quieren posar para los reporteros gráficos como en un anuncio de la vuelta al cole de El Corte Inglés. Solo piden tener los mismos derechos y oportunidades que el resto de personas atendidas por las autoridades.