Cuando una película se define como “comedia romántica” lo normal es echarse a temblar, porque seguramente se trata de la ficción sin orden ni concierto zambullida en clichés que estamos saturados de aguantar; simplemente se suele hacer un trabajo cuidadoso de casting, se somete a los personajes a una historia que haga sonreír y se busca que la química entre ambos con final feliz cale en el indefenso centro sensible del espectador al que pille tontorrón. Pero no son suficientes argumentos, como en cualquier género, si verdaderamente no existe un buen argumento detrás. Ivan Reitman, director en tiempos mejores de la gloriosa Cazafantasmas, se pasa tras unas décadas de irregular trayectoria al cine dietético con esta burda comedia facilona que se ampara en una de las mayores mentiras de la humanidad: los amigos con derecho a roce y sin ataduras de ningún tipo.
Como ya hemos mencionado, la fortaleza del casting a veces supera expectativas y una química adecuada entre protagonistas puede salvar la cara al asunto, pero si bien en este caso el nombre de Natalie Portman da esplendor al cartel y el de Ashton Kutcher al menos otorgue un rostro masculino especializado en estas citas, la primera parece estar tomándose un largo respiro tras la seguramente agotadora Cisne negro, que tanta gloria le ha aportado, y Kutcher por otro lado sigue empeñado en demostrar que no es buen actor de igual manera que sigue teniendo el culo en su sitio (cada uno esgrime las armas de las que dispone, de todo tiene que haber). La dupla no funciona, mostrándose con poco gancho y de una flaccidez emocional no aptas para amantes del género fibrosensiblero. El caso es que todo el mundo parece haberse relajado tanto a la hora de realizar este proyecto que lo que han logrado transmitir ha sido un largo sopor con salpicones de momentos medianamente interesantes (sobre todo al principio).
El siempre divertido Kevin Kline hace aparición estelar un par de veces para amenizar una velada algo sosa y tiene menos momentos de gloria de los que podría, ya que está en el reparto.
El caso es que me declaro simpatizante del cine romántico, no quiero confundir a nadie, pero precisamente por apreciar dicho estilo me gusta bien poco cuando algo predecible y preazucarado se quiere disfrazar con el apelativo que no le corresponde. Y es que todo el mundo sabe que las cosas con azúcar están mucho más sabrosas que con edulcorante.
Puntuación: 4
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