Categorías: Opinión

Sin complejos

Escribe el señor Olivencia, con fingida ingenuidad, que si se celebró jubilosa y unánimemente el quinto centenario de la Toma de Ceuta en 1915, se “tropiece ahora, que va a cumplirse el sexto centenario, con pegas e inconvenientes”. El señor Olivencia nos advierte que su pregunta es retórica. Pues mire, señor Olivencia, lo que sucede es que ‘ahora’ en nuestra ciudad habita el 40% de paisanos árabes de religión musulmana y, claro, se sienten concernidos con los habitantes que poblaban estas tierras en aquel lejano 1415, cuando las huestes del rey portugués Juan I se apoderaron de Ceuta. En palabras del representante de UDCE, Abselam Abderrahaman, celebrar la llegada de los portugueses en 1415, arrasando a los árabes que entonces vivían en Ceuta no es, desde luego, “una defensa del encuentro entre culturas”. Ahí lo tiene, señor Olivencia. Ellos no pueden apoyar la celebración de un acontecimiento que significó la entrada a saco de los portugueses en el año 1415 contra la población que en esos momentos habitaba nuestra ciudad, según se puedo leer el viernes pasado en este diario. Lo que sucede es que las opiniones del señor Abderrahaman parece que están sospechosamente contaminadas por querencias religiosas, míticas, étnicas, y/o raciales. Podría ser.
En aquellos tiempos, como no se le oculta a nadie, los territorios cambiaban de mano mediante invasiones guerreras. Esa ha sido una constante desde que el mundo es mundo. Podemos hacer alusión, cómo no, al nefasto 711, fecha en que las huestes del conocido Musa ibn Nusayr, dirigidas por el tal Tariq, otro conocido nuestro, desembarcaron en Gibraltar, y después marcharon a Algeciras, y ahí, precisamente ahí, empezó todo. Ahí se puede decir también que los árabo-bereberes, compañero Abselam, entraron a saco y se llevaron por delante, en julio del 711, al ejército visigodo de Rodrigo. Y durante 781 años aquí se peleó duro para echar a los invasores al África. Y punto. Y esos son hechos históricos y como tales se han de considerar. No se pretenda imputar responsabilidades históricas como si fuesen políticas.
Ahora, los territorios pueden cambiar de mano sin pegar un tiro. En efecto. Los asentamientos ilegales –las inmigraciones ilegales, para entendernos– y los vientres de las mujeres, todo ello, hacen el milagro de que un territorio pase de unas manos a otras. ¿Recuerda amable lector lo sucedido con el territorio serbio de Kosovo? Pues bien, en nuestra ciudad puede ocurrir lo mismo que en Kosovo: los asentamientos ilegales de marroquíes, los matrimonios de musulmanes ceutíes con marroquíes y, algo que puede que pase desapercibido, si no expulsamos a los MENA cuando cumplan 18 años, estos últimos se asentarán legalmente en Ceuta y obtendrán la nacionalidad española y, con el tiempo, se traerán a su familia más cercana y se casarán con marroquíes. Y, amable lector, los descendientes de esos MENA, cuando se celebre el séptimo centenario –si llegara a celebrarse– alegarán, como el señor Abderrahaman, que los portugueses entraron a saco en la ciudad y arrasaron a los árabes que entonces vivían en Ceuta, y que, desde luego, eso no es para hacer una “defensa del encuentro entre culturas”.  Respecto de los citados menores marroquíes acogidos en Ceuta –y en Melilla y en Andalucía–, sería una locura no expulsarlos a su país de origen. Ya está bien de que Marruecos nos tome por tontos. De modo que le hacemos el trabajo sucio de pagarles un internado con nuestros dineros y encima nos vamos a rasgar las vestiduras si los echamos a su país de origen. ¡Estúpidos españoles! Y a todo esto, el reino de Marruecos no ha admitido ni a uno solo de estos niños ilegales. Y para más inri, el no reconocer como territorio español a Ceuta y a Melilla hace imposible, aún más, la devolución de estos MENA. El corolario de todo esto es: por un lado, que en cuanto no expulsemos a estos niños al cumplir la mayoría de edad, Marruecos continuará sin pudor enviando por tierra, mar y, si es preciso, por aire a más menores para quitárselos de encima; y por otro lado, se cumplirá el objetivo de islamizar y colonizar, no sólo Ceuta y Melilla, sino Andalucía y, con el tiempo, el resto de España.  Si debemos alarmarnos por las previsiones catastrofistas hechas por Septem Nostra para nuestra ciudad para finales de siglo, como terrenos portuarios devorados por el mar, aumento del calor y disminución de las lluvias, migraciones de especies marinas desde el sur al norte, etcétera, ¿por qué no nos debemos sentir alarmados por el futuro de Ceuta, y de España, ante las invasiones silenciosas de magrebíes islámicos?
No se trata de complejos, ni de nostalgia de tiempos pasados, ni de patrañas de ningún tipo. No. Se trata de que conocemos el paño. Conocemos, en efecto, la cara dura de los marroquíes y sus aviesas intenciones. También sabemos, por desgracia, la estupidez que nos caracteriza a los españoles cuando se trata de nuestras relaciones con una patulea de taimados, marrulleros, zafios, mentirosos y embaucadores como es el gobierno marroquí. Se trata de eso. No de complejos.

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