Mónica de Oriol, Presidenta del Círculo de Empresarios, ha hecho unas declaraciones en los desayunos informativos de EFE que no tienen desperdicio.
Según ella, los jóvenes en paro sin cualificación “no valen para nada”. Este es su argumento para justificar la propuesta de que se les baje el Salario Mínimo Interprofesional. De esta forma, nos dice, se incrementaría la creación de empleo. Nada nuevo bajo el sol.
La señora de Oriol, hija y nieta de empresarios que se hicieron ricos al amparo del régimen franquista (por apoyar la sublevación militar contra la República española), no dice nada nuevo, ni expresa una opinión distinta a la del grueso del empresariado de nuestro país. No han tenido suficiente con la brutal reforma laboral del gobierno del Partido Popular. Quieren aún más. Su ideal es que se llegue a una situación en la que no existan salarios mínimos, ni sanidad universal, ni Seguridad Social pública. Quieren que todo esté en manos de las empresas privadas, de las que son dueños. Para ellos, los parados son solo un “ejército de reserva”, que les sirve para mantener a raya los salarios. Por esto no quieren que tengan formación. También odian la Universidad pública. En sus mentes no tiene cabida la educación para todos. Sólo creen en las élites.
Hace unos años, el Consejo Económico y Social de Ceuta nos encargó a un grupo de profesores de la Universidad de Granada un estudio acerca del impacto que causaría en la economía ceutí el incremento del plus de residencia en el sector privado de la economía, desde el 25% al 33%. El análisis de este impacto tiene el mismo tratamiento teórico que el impacto que causa la existencia de un salario mínimo y universal. Vamos a reproducir aquí una parte de los fundamentos teóricos que se utilizaron.
Los trabajos pioneros al respecto se centraron en la economía de los Estados Unidos de América y llegaron a la conclusión de que la existencia de un salario mínimo tenía un efecto negativo sobre el empleo juvenil (Hashimoto y Mincer, 1970). Pero otros estudios proporcionaban evidencias en sentido contrario (Lang y Kahn, 1999). Para España, los resultados no difieren mucho de las evidencias obtenidas para otros países desarrollados. La conclusión más relevante a nivel nacional es que el empleo entre los jóvenes, responde de una manera negativa a los cambios en los salarios mínimos (Pérez Domínguez, 2002). Sin embargo, este resultado no parece ser tan concluyente cuando tenemos en cuenta las diferencias regionales. En este sentido González Güemes (2003) encontró evidencias de que la elasticidad del empleo de los jóvenes a los cambios en los salarios mínimos era muy diferente en cada región.
Aparte de estas diferencias regionales y su significado, cuando se examina el impacto del salario mínimo sobre el empleo juvenil, las obras más recientes sobre el tema han indicado la existencia de un comportamiento dinámico del empleo como respuesta a los cambios en el salario mínimo. El trabajo de González Güelmes (2003) ha proporcionado una importante evidencia sobre estos efectos dinámicos de la economía española. Estudios más actuales (Blázquez, M.; Llorente, R; Moral, J.: 2009), reconocen que la existencia de un salario mínimo universal ha sido, y sigue siendo, un tema debatido intensamente. Primero, porque los efectos de la introducción y aumento de un salario mínimo pueden diferir considerablemente dependiendo de la estructura del mercado laboral de cada país o región. Segundo, porque la literatura académica sobre el tema no proporciona pruebas claras de que el empleo se vea afectado por el aumento de dicho salario mínimo. Es decir, de la revisión bibliográfica realizada no se pueden extraer conclusiones definitivas, pues los resultados se dividen por igual entre los que estiman que existen impactos negativos sobre la economía y los que entienden que dichos impactos son neutros, o incluso positivos.
Por tanto, las palabras de la señora de Oriol, además de una frivolidad, suponen una auténtica ofensa para todos aquellos jóvenes que, por una u otra razón, no han recibido una formación adecuada. Cebarse con ellos y proponer que se les reduzca el salario mínimo para que se cree empleo, no es más que una versión española del famoso contrato minijobs de 400 euros alemán, pero para aplicar en un país de pícaros en el que se pretende que se trabaje sin derechos y sin salarios.
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