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Simplemente, de poca vergüenza

La comisaria europea de Interior, la señora Malmström, lleva varias jornadas haciendo pública exhibición de una hipocresía y una falta de ética escandalosas. Tras la tragedia del 6-F en la que murieron 15 subsaharianos y que ha sido lamentada por todos, la comisaria se adelantó a hacer valoraciones a través de su Twitter sobre la política migratoria que había aplicado España. Lo hizo sin tan siquiera hacer las consultas de rigor que, por su cargo, cuando menos se esperaban. Pero no se quedó ahí. Ayer sorprendió a todos haciendo públicamente unas valoraciones graves que debieran haber obtenido una rápida rectificación. Cosa que, asombrosamente, no ha hecho.
En pleno proceso judicial abierto, cuando todavía no existen ni conclusiones efectuadas, cuando tenemos a auténticos profesionales de la judicatura investigando qué pudo pasar aquella madrugada del 6 de febrero y, sobre todo, si cabe alguna responsabilidad, llega la señora Malmström y no tiene reparo alguno en acusar a los guardias civiles de haber causado pánico a los inmigrantes lanzando pelotas de goma, considerando que esto pudo influir en el resultado final.
Es indigno que a estas alturas la UE no haya corregido a su comisaria ni haya emitido algún comunicado al respecto. Debería haberlo hecho, aunque sea por el “detalle” de permitir que una de sus responsables se cargue la presunción de inocencia, le entre complejo de jueza y de un plumazo saque sus conclusiones sobre lo que sucedió.
Es vergonzoso que esto suceda en una Europa hipócrita que se permite el lujo de tener abandonadas a su suerte a las fronteras de Ceuta y Melilla, para luego condenar no solo al Gobierno español sino también a los guardias civiles que están soportando una campaña de desprestigio brutal.
Europa, todos los sabemos, lleva años financiando políticas de inversión en Marruecos, pretendiendo del reino alauí que le sirva de gendarme a toda costa y de cualquier manera. La comisaria de Interior no se pregunta sobre las prácticas que lleva a cabo Marruecos, sobre los abandonos en el desierto de subsaharianos, sobre las batidas y constantes presiones sobre los inmigrantes que han sido denunciadas por oenegés. Todo esto que financia Europa debe formar parte del lado oscuro al que la señora Malmström no quiere referirse, en un alarde de hipocresía escandaloso.
Tampoco habla de las muertes en Lampedusa, del hundimiento de barcazas cargadas de inmigrantes o de las políticas seguidas en toda la zona sur. Toca Ceuta y toca hablar de unos hechos que ni tan siquiera conoce pero que, en un desprecio absoluto a la verdad, pone encima de la mesa.
No solo desprecia la verdad, desprecia también a las instituciones con honorabilidad a las que vilipendia, además de a una justicia que está trabajando por aclarar lo sucedido. Algo que todas las partes quieren  y desean para que termine todo este circo montado de declaraciones inciertas, medias verdades e hipocresía política.
Ya hace unos meses que la comisaria de Interior atacó a España por el tema de las concertinas. Habló sin saber para, al final, verse obligada a matizar sus expresiones. Lo grave de ahora es que no hablamos de matices, ya que la comisaria se ha permitido el lujo de efectuar vinculaciones que ni la propia justicia aún ha hecho. Malmström sabe más que los jueces al aseverar que los guardias civiles crearon situaciones de pánico con su actitud.
Lo escandaloso de todo esto es que Europa es conocedora de cómo tiene las fronteras sur y de cómo se ven obligados a trabajar los guardias civiles. Lo escandaloso es que el norte de Europa vive demasiado bien a costa de un sur al que ya no solo se desprecia y abandona sino que, a la par, se le acusa en falso sin que autoridad alguna mueva un dedo en evitar este tipo de salidas.
Lo que tiene que hacer la comisaria de Interior es implicarse, conocer nuestras fronteras, hablar con los delegados del Gobierno de ambas plazas y enterarse de los hechos que se han sucedido. Y después de todo eso, ser responsable y actuar en consecuencia dotando de medios e inversiones unos pasos que son explotados de forma continua por las mafias.
La Guardia Civil no se merece el acoso continuado, la campaña de presión permanente que está sufriendo, atacando ya no solo a la Institución sino también a los padres y madres de familia que trabajan a diario en la labor, obligada, de blindar las fronteras.  A estos hombres y mujeres la comisaria de Interior les acaba de criminalizar. Así, por la cara, cargándose el Estado de Derecho, las leyes y cualquier atisbo de responsabilidad.
No se puede permitir. Ni un día más se puede consentir este tipo de valoraciones. Los parlamentarios y aquellos que tienen representación en Europa deben protestar ante algo intolerable. Ni España, ni los hombres y mujeres que componen la Benemérita merecen soportar ni un minuto más este tipo de presiones. Vergonzoso.

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