Ciudad, Comgeceu e Iglesia, además de decenas de vecinos, rindieron honores, en Santa Catalina, a los fallecidos
Adecentado para la ocasión, el cementerio Santa Catalina lució ayer florido, limpio y sentimental: sí, emocionado, porque ocurre a veces, como ayer, en que los lugares también sienten. Sienten a esos hijos, nietos, primos, amigos que se acercan para recordar al padre que se marchó, al abuelo, al compadre añorado.
Así, como cada 2 de noviembre, ‘Día de los Fieles Difuntos’, tuvo lugar la celebración eucarística en el mencionado camposanto cristiano, oficio que completó un fin de semana intenso y que vivió el viernes otro de los puntos álgidos pues las Fuerzas Armadas honraron la memoria de aquellos militares que cayeron por España en algún tiempo, en algún lugar, razón por la cual ayer ondeó a media asta la bandera nacional en la totalidad de unidades, centros y organismos militares de la plaza castrense de Ceuta.
El 2 de noviembre es, pues, una jornada solemne, de esas que se reservan siempre en el calendario y que, en esta ocasión, cayó además en domingo, día que, por antonomasia, reservamos para pasar en familia y que ayer resultó idóneo para que ancianos y jóvenes, hombres y mujeres poblaran desde primera hora de la mañana San Alfonso, La Nueva, Virgen del Rosario o Apóstol Santiago, calles de un camposanto cristiano envuelto por el perfume de las flores y el manto del alma eterna.
La ceremonia religiosa, a la que asistieron, además de autoridades civiles, con el presidente Vivas a la cabeza, y castrenses, a cuyo frente estaba Sanz Román, comandante general de la plaza, decenas de personas, vecinos anónimos que no quisieron faltar a la cita y recordar así al ausente. Pronunciado por el vicario Juan José Mateos, el oficio, que dio comienzo a las 13:00 horas de una espléndida mañana, resultó hermoso de principio a fin: desde las palabras a los abrazos. Y pasando por la música, interpretada para la ocasión por profesores del Conservatorio: ‘Lacrimosa’, del ‘Réquiem de Mozart’; ‘Aleluya’, de Haendel; ‘Panis Angelicus’, de César Frank; ‘Coral de la Cantata 147, de Bach; y ‘Ave María’, de Caccini. Adeptos de la religión cristiana (y, quizá, agnósticos también) escucharon estas piezas con fervor y emoción. Algunos lloraban, otros rezaban y la mayoría sentían la inmensidad del abrazo de Dios.
Terminado el oficio religioso, la comitiva de la Ciudad, encabezada por el presidente Vivas, y también acompañado de las autoridades castrenses, se dirigieron a la fosa común de los republicanos, al mausoleo del comandante Ramón Jáudenes y Álvarez, al monolito que recuerda a los caídos en la Guerra de África y finalmente al panteón del alcalde Antonio López Sánchez Prado.
Mientras, a izquierda y derecha, más arriba o más abajo, descansaban los restos de personas que ya no están pero a los que se le recuerda por siempre en el mundo de los vivos: fieles a los difuntos. Por ellos, gloria y amor eternos.