Categorías: Opinión

Si no lo veo, no lo creo

Hemos  salido como de costumbre y hacemos cada vez que podemos. Una pandilla, comparsa con fines lúdicos, culturales y gastronómicos años ha. Después de las correspondientes tapitas en la Asociación vecinal del Progreso, se nos ha ocurrido ir a tomar un té, chocolate y churros al Centro, donde coincidiríamos con cuatro, cinco parejas de jóvenes, amigos y familiares aprovechando la visita a Melilla de Carlos, un extremeño residente por razones laborales actualmente en Barcelona. Nos gusta lo de la relación intergeneracional y ver quién pone más marcha, sin pasarnos.
Es, era una manera de promocionar el modernismo, lo típico, esos churritos y el té  azucarado, pero...nada estresados por la facilidad de aparcamiento en estos domingos otoñales, nos hemos dirigido al local en cuestión, instalándonos en dos primeras mesas exteriores, que se iban incrementando en la medida que  íbamos llegando, ante la observancia fría y cuasi expectante de un  señor que practicaba la lectura y meditación sagrada. Eran las cinco de la tarde, ni frío ni calor y apetecía ubicarnos bajo un árbol majestuoso, único.
Ha habido una recepción fría, unos gestos sin sentido que han hecho pedirle al meditativo, responsable de servir, se le pregunte si es que molestábamos. Por respuesta, que éramos unos alborotadores y le estábamos desmontando el chiringuito. Nos hemos marchado molestos y sin comprender cómo se puede no entender las circunstancias y facilitar tan mal la necesaria convivencia. A veces no nos aplicamos en nuestras actuaciones lo que leemos y buscamos, frustrada meditación o intención provocadora, nos queda la duda.
Levantándose a una, el pequeño ejército ha emprendido un relajado paseo en dirección a “Los Arcos”, donde después de instalarnos, esta vez en el interior, nos hemos vuelto a frustrar, pues demandadas las bebidas con dominancia de la rica hierba, ¡sorpresa!, siendo las cinco y media, sin churros hasta una hora más tarde.
Miradas cruzadas, sonrisas medio forzadas, alguno que otro más nervioso, pero hemos aguantado el tipo haciendo llegase la hora esperada y lo principal, hemos comido churritos, con la salvedad de hacerle ver a Carlos, el visitante extremeño, que los hay mejores por lo de ser los primeros en salir del aceite, y que parecen, pero no son, calamares redondos, de lo que se ha convencido como Santo Tomás, en el momento de su probatura.
Nos ha parecido y ha sido motivo de la bodeguilla, bastante desacertada la espera, no sabiendo que horario internacional se nos aplica, pero cada vez lo tenemos más claro, pues y a modo de ejemplo, absténgase de intentar desayunar la rica masa, si no es a partir de las nueve y un cuarto, entiéndase de la mañana. Cosas de estos lares que la verdad sea dicha, no ayudan a la imagen y servicio en la Ciudad.
Al concentrado mental, lanzar al viento no se confunda el ofrecer en un local público vituallas y bebidas calientes, con traje de monje y silencio por bandera. Han demostrado una nula profesional y así lo hacemos notar por si suena la flauta “silenciosa y meditabunda”.
El santo Job, igual se hubiese puesto de nuestra parte.

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