Categorías: Opinión

Si no le gusta, no me lea

Así, sin más rodeos, comenzaré en donde lo dejó, con una cita de Virginia Wolf, Fatima Hamed Hossain, diputada a la Asamblea ceutí, en la carta que escribió en este diario el 30.07.09: “No hay barrera, cerradura, ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente”. Viene esto a cuento porque la señora Nasama Ali sostiene que mis escritos son disolventes y atentan contra la ¿convivencia? en Ceuta, y amenaza con la fiscalía.  Quizá se haya sentido incómoda al enfrentar las tropelías que los inmigrantes de su etnia o religión llevan a cabo en las sociedades de acogida occidentales. La imagen que le devuelve el espejo no le gusta, le desagrada, y, claro, intenta callar, matar, al mensajero, y en vez de hacer alarde del sentido crítico que se le supone, echa a pasear su victimismo ancestral de sus iguales.
No tengo nada contra las personas consideradas individualmente –una a una–. Las personas son sagradas y portadoras de derechos individuales e inalienables. Por el contrario, lo que describo, y acaso valoro, son las conductas, los comportamientos de las personas. Se cuestionan las ideas y las actuaciones, no las personas. ¿Estar en contra de esos hechos que describo, que sí empañan la convivencia, es ser racista o xenófobo? ¿Es sentir odio al otro? Como decía aquel, no se condenan a los esclavos, sino a la esclavitud. Te puede gustar o no el hecho pero lo que no cabe es negarlo. Tampoco le gusta a Nasama el tono de mis escritos, pero eso es propiedad privada y ahí no debe entrar. En mi caso, se condenan esas ideas disolventes, ahora sí, que erosionan las mentes de esas personas. Asimismo, Nasama Ali confunde patriotismo con nacionalismo. En su libro “Apología del patriotismo”, el filósofo español González Quirós escribe que la consolidación definitiva de la democracia necesita de un patriotismo que no necesita seguir siendo vergonzante. Lo diferencia del nacionalismo, visto éste como excluyente y fomentador de conflictos.  Finalmente, traza con energía gráfica la naturaleza virtuosa del patriotismo.
La señora Nasama Ali se siente dolida y compungida por mis escritos disolventes que, dice, atentan contra su comunidad y contra la convivencia en la ciudad, pero ¿se ha preguntado cómo podrían haberse sentido los ciudadanos no musulmanes que asistieron perplejos, atónitos, asustados y dolorosamente hartos a aquellos años de plomo en que bandas de mafiosos, presuntamente integradas por musulmanes, se enfrentaban a tiros?; ¿no se ha preguntado la señora Nasama Ali cómo se sentirán los ciudadanos que no son musulmanes cuando les queman una parte de una iglesia, o cuando se intenta incendiar y apedrear la sinagoga de la ciudad, por una turba de musulmanes exaltados, o les queman una hornacina con una imagen en el Pozo Rayo alto, o les apedrean una imagen que se custodia en la iglesia del Príncipe en una semana santa?; ¿se ha preguntado la señora Nasama cómo se sentirán los ciudadanos no musulmanes ante los asesinatos ocurridos en el Príncipe y las agresiones a ciudadanos y a sus familiares y a sus bienes, como le sucedió al ciudadano llamado el ‘Vasco’, por elementos presuntamente musulmanes?; ¿se ha preguntado cómo se sentirán los trabajadores de los servicios públicos y de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, bomberos, conductores de autobuses y particulares cuyos vehículos son apedreados en las barriadas de los Rosales, Juan Carlos, y los Príncipes, por menores, muy presuntamente, musulmanes, y, qué casualidad, nunca nadie ve nada, oye nada y sabe nada?; ¿se ha preguntado la señora Nasama Ali alguna vez cómo se sentirán los ciudadanos no musulmanes cuando el 99,99% de las construcciones  de casas en el Príncipe Alfonso son ilegales, ya que ese terreno pertenece a todos los ceutíes, y por la apropiación indebida de parcelas muy principalmente  por ciudadanos musulmanes?; ¿se ha preguntado alguna vez si atenta contra la convivencia aquel minarete de varios pisos de altura que se estaba construyendo en el verano de 2009 en la calle Sevilla y que no contaba con los permisos pertinentes de la Comandancia General de Ceuta?; ¿no atenta contra la convivencia la quema del ‘morabito’ del Sarchal, cuyos autores seguro que no fueron ni Pablito, ni Ramesh, ni David?; ¿atentaría contra la convivencia aquel sermón que dio en una mezquita del Príncipe el imán Haddouchi que estuvo en la cárcel en Marruecos por estar implicado en los atentados terroristas de Casablanca?; ¿atentaría contra la convivencia el espectáculo que dieron facciones rivales de musulmanes que se enzarzaron en una pelea, con intervención de la policía, en la mezquita de Juan Carlos?; ¿se ha preguntado alguna vez Nasama Ali si el sacrificio de miles de borregos en su fiesta atenta contra la convivencia y contra las directivas europea y española sobre el sacrificio de animales? ¿Y  esos pirómanos que incendian centenares de coches al año? Doble contra sencillo que no son Pablito, Ramesh o David. Muy presuntamente esos incendiarios pertenecen a su comunidad, señora Nasama. Recuerde “Callejeros”. ¿No atentan contra la convivencia? En fin… En su victimismo, Nasama confunde realidad y deseos.
Tal vez Nasama considere que ella y sus iguales cuentan con la gracia divina, allá en el cielo, y con patente de corso, aquí abajo, para amedrentar al personal cuyos escritos no les guste. Lo cierto es, Nasama Ali, y hay mucha literatura al respecto, que este sistema europeo y español ha hecho del islam y de la inmigración islámica un tabú. Tanto es así que cualquiera puede ridiculizar al cristianismo, Papa, curas, dogmas, fiestas, etcétera, pero nunca al islam, ni siquiera de refilón, pues entonces será amenazado con leyes-mordaza y llevado ante el ministerio fiscal y sentado como un delincuente en el banquillo de los acusados. Asimismo, Nasama apela la Ciudad y a la Delegación del gobierno para que intervengan, cuando es público y notorio que, históricamente, ambos, Ciudad y Delegación, han mirado vergonzosamente para otro lado, se han puesto de perfil, o han echado balones fuera, pero no han querido coger el rábano por las hojas.
Lleva razón Christopher Caldwell cuando escribe que Europa se enfrenta a dos graves problemas: asimilar a los inmigrantes y sus dificultades con el islam. El islam tiene mal encaje en las sociedades laicas. El islam es la antítesis de todo en lo que un demócrata cree. Tal vez deba preguntarse Nasama por qué esa dificultad de los musulmanes a integrarse en las sociedades occidentales. ¿No ha reparado, como dice el psicólogo danés Nicolai Sennels, en que “la cultura musulmana es excesivamente fuerte y orgullosa” y ello vuelve a sus miembros incapaces de adaptarse a otros valores? La observación de hechos objetivos tales como un exceso de violencia explícita y soterrada, un fracaso escolar tremebundo, unas tasas de analfabetismo insoportable, un crecimiento vegetativo inasimilable a todas luces, un orgullo enfermizo que desemboca en un victimismo letal, una dependencia de los servicios sociales desmesurada, la incapacidad de desprenderse de un inmovilismo teocrático-cultural-medieval que les dificulta adaptarse a un mundo y a una sociedad en pleno cambio, todo ello podría hacer de la comunidad musulmana, en cualquier país occidental, una sociedad si no fallida, en vías de serlo.  
Nasama, finalmente, debería considerar la sentencia del presidente americano Jefferson: “La libertad de prensa no puede ser limitada sin que se pierda”, o, esta otra,  “La prensa es la artillería de la libertad”. Tal vez, Nasama Ali, más pronto que tarde, quiera dedicar una palabra de aliento y solidaridad a José Luis Navazo que recientemente fue agredido por un individuo de su “comunidad” en la calle por haber hecho uso de su libertad y de la libertad de expresión en otro periódico de la ciudad. Y, para finalizar, un consejo, si no le gusta, no me lea. Cambie de canal.

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