Categorías: Opinión

Sí, hablo de ceutismo

Sí, hablo de ceutismo para referirme al firme compromiso con Ceuta, con sus ciudadanos y ciudadanas, con los derechos que le corresponden como una parte más del territorio español para referirme a los años de traición que los partidos nacionales le han dedicado a mi tierra y la de todos aquellos que ha acogido.
Hablo de ceutismo como movimiento político que busca acabar con el mayor agravio que se ha cometido con Ceuta y con las y los ceutíes. Hablo de autonomismo, ese que nos ha reservado la Constitución del setenta y ocho y que, sin embargo, nos niegan PP y PSOE. Un derecho propio que supone completar definitivamente la España de las autonomías, y que, en tanto en cuanto perdure el bloque bipartidista para con Ceuta y Melilla, no será un modelo completo.
Hablo de un movimiento que demanda un mayor acercamiento de los ciudadanos y ciudadanas a la gestión de lo público, y una mayor adecuación de la acción estatal a las necesidades locales; un movimiento que demanda una justa redistribución de la renta nacional que mejore las condiciones económicas y sociales de la gente; hablo de la promoción de los rasgos culturales y sociales de una sociedad plural y multicultural; y hablo de ello desde la firme convicción de que es posible, no desde la retórica y la política de salón.
Con el ceutismo demando una alternativa a los dos grandes partidos; demando un espacio plural para los ciudadanos y ciudadanas; libre y sin ataduras donde las personas estén por encima de partidos y disciplinas férreas, donde la crítica retroalimente a las clases dirigentes y se acabe definitivamente con los privilegios para los políticos.
Reclamo una economía al servicio de las personas, seguridad en el empleo, reconocimiento del trabajo doméstico y un sistema de pensiones no sujeto a las vaivenes del mercado; reclamo el reconocimiento de Ceuta como frontera sur de Europa y como región con un régimen especial por su situación geográfica; quiero para Ceuta un régimen económico-fiscal que permita su crecimiento y no el enriquecimiento de unos sobre otros.
Más democracia participativa frente a los abusos, más presión social frente a las injusticias, más acción civil frente a la devaluación de la política, más ciudadanía frente a la frialdad de las cifras, y más gobierno directo frente al uso y beneficio ilícito de los que ostentan cargos de poder. Creo que nos descabellado y tampoco utópico, es simplemente movimiento, un movimiento que también puede llamarse ceutismo.
Es la cristalización de la indignación de muchos ceutíes que reclamamos una forma de hacer política cercana, donde el orden de prioridades las marque las necesidades sociales, la gente y el interés general, más allá de cuestiones de supervivencia y mantenimiento de marcas políticas.
Es un proyecto que se rebela y que reclama un espacio propio. Un hecho que, como siempre, perjudica y entorpece. Perjudica y entorpece a quienes hasta la fecha, se lo han estado montando a costa de los demás. Es un proyecto que aborrece a “las mayorías” y a los partidos mayoritarios. Y que cómo no, repudia la palabra ceutismo.

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