La Ciudad Autónoma de Ceuta tiene la mayor tasa de paro juvenil de toda la Unión Europea, con el sesenta por ciento; según el informe realizado por el Instituto de Estudios Económicos, elaborado a partir del “Eurostat Regional Yearbook” 2011 (oficina de estadística oficial de la Comisión Europea)”. Así se ha publicado esta noticia recientemente en diversos medios de comunicación de ámbito nacional.
Otros datos del mismo estudio, de obligada referencia, ayudan a comprender mejor el dramatismo de esta demoledora cifra. La media española se sitúa en torno al cuarenta por ciento, y la europea se queda en el veinte por ciento. Estas notables diferencias demuestran que nuestra Ciudad presenta una casuística específica en esta materia, que va más allá de los problemas económicos derivados de la crisis general. No cabe exculpación posible apoyada en factores exógenos. En esta ocasión, ni siquiera podemos apelar al triste consuelo de compararnos con Melilla, habitual compañera en los índices que describen calamidades. También la superamos en siete puntos.
Como era esperable de una sociedad disgregada, mustia e insolidaria, la ignominia ha sido asumida con perfecta indiferencia. En Ceuta hace mucho tiempo que llegamos a la conclusión de que la mejor manera de afrontar un problema social es ignorarlo. Cada cual sólo se ocupa del interés inmediato del entorno de su ombligo, sin la menor implicación en nada que tenga que ver con el bien común. Pero esta deplorable actitud no resta importancia a un hecho de enorme trascendencia.
El desempleo tiene un mayor impacto en quienes nunca han tenido la oportunidad de acceder al mercado laboral. No sólo provoca frustración y desesperación ante la dificultad de desarrollar un proyecto de vida personal, sino que añade una letal destrucción de la autoestima. Individual y colectiva. La falta de confianza en la sociedad y en sus instituciones es la semilla de la convulsión social.
Y este sentimiento está calando entre la juventud ceutí a gran velocidad. Se cuentan ya por miles los jóvenes que deambulan sin esperanza, convirtiéndose en un inmejorable caldo de cultivo para la conflictividad en sus diversas modalidades. Todos deberíamos tener presente que es imposible condenar a una generación completa a la marginación sin esperar consecuencias.
Por ello resulta exageradamente indecente la pasividad del Gobierno de la Ciudad ante este problema. El Gobierno no puede instigar y ser participe a su vez de la desidia generalizada. Porque su grado de responsabilidad es muy superior. Asumir el liderazgo político conlleva la obligación de diagnosticar con la mayor precisión posible el interés general presente y futuro, establecer de manera nítida y concreta las prioridades sociales y aplicar todos los instrumentos disponibles en orden a satisfacer las demandas que de ello se deriven. Quien actúa de otro modo, consciente y deliberadamente, malversa la representatividad transferida por los ciudadanos. Aunque sea capaz de seducir, hipnotizar o engañar reiteradamente a la mayoría del cuerpo electoral. No es moralmente aceptable ejercer el poder en clave de interés particular. En esta posición se encuentra el Gobierno del PP de Juan Vivas. Conoce exhaustivamente todo lo que sucede. De hecho, en sus manidos y empalagosos discursos, hace un relato impecable sobre los graves problemas que afectan a la ciudad. Pura filfa. La acción de gobierno está absolutamente divorciada de las “buenas palabras”, que sólo sirven para cultivar una falsa imagen de compromiso con los valores democráticos.
El problema del paro juvenil no ha surgido súbitamente. Es la consecuencia lógica de un fracaso escolar desmedido y desatendido, de la incapacidad del tejido productivo para generar puestos de trabajo y de la errática estrategia de las políticas activas de empleo aplicadas, entre otras causas. Es una lacra cuyo avance progresivo constatan anualmente las estadísticas oficiales. Sin embargo, y a pesar de las múltiples alarmas que vienen advirtiendo constantemente de la perniciosa evolución de este fenómeno, los presupuestos de la Ciudad se reproducen automáticamente cada ejercicio, desde hace diez años, permaneciendo ajenos a esta innegable realidad. Ni un solo gesto para revertir esta dinámica. Haber superado el sesenta por ciento de paro juvenil no consigue conmover a nuestra Gobierno. A menudo se hace difícil entender esta Ciudad.
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