El alférez de la Guardia Civil, Raúl Narváez, community manager de la Unión de Oficiales de la Benemérita, evitó con sus consejos que una víctima de acoso escolar se quitara la vida
Esta es la historia de un caso más de acoso escolar, pero en la que se cruza en el momento clave un guardia civil para evitar el fatal desenlace pretendido por una joven que ya no soportaba más la presión en su instituto, ubicado en un pueblo de la península.
El alférez Raúl Narváez Barberán, community manager de la Unión de Oficiales de la Guardia Civil y destinado en la Compañía de Seguridad Ciudadana de Ceuta, venía de regreso en tren de una reunión en Madrid cuando acababa de poner un tuit de la campaña Danos valor, en la que se pide que a los guardias civiles se les trate como se merecen. A los pocos minutos obtuvo una respuesta a ese tuit. Una respuesta que nunca habría imaginado: la de una joven que confesaba estar sufriendo acoso en su instituto y amenazaba con quitarse la vida.
El alférez, que tiene hecha la carrera de Psicología, se armó de valor para hacer frente a una situación de riesgo, inesperada, en la que una chica, desconocida para él, pedía indirectamente ayuda en ese necesario desahogo en las redes. “Esto es lo último, soy psicólogo si necesitas ayuda escríbeme por privado y te ayudaré en lo que pueda”, le replicó Narváez a su intención.
Así empezó una carrera de mensajes marcada por el riesgo. Hasta las tres de la madrugada Narváez no dejó de intercambiar mensajes con la joven intentando calmarla. La chica le confesó que estaba sufriendo acoso en el centro a través de redes sociales incitándola incluso a quitarse la vida e insultándola gravemente. Le remitió capturas con mensajes tan crueles que habían terminado por destrozarla, del tipo: “Pivón, preciosssa, no te ibas a suicidar? Pues tardas” o insultos brutales con una carga de odio que se sale de todos los niveles.
Tras horas de conversación, el alférez Narváez que se estaba enfrentando a uno de los servicios más cruciales de su carrera, consiguió calmar a la afectada evitando que adoptara esa decisión. El día siguiente pudo hacer gestiones para dar parte al centro escolar de lo sucedido, confirmando la situación que se producía y dando con la orientadora del instituto que si bien sabía de los antecedentes, no de tales extremos, ni de las autolesiones que la muchacha se estaba haciendo. La orientadora le explicó que la chica tenía ya 18 años y que en el centro se desconocía el contenido de esos mensajes y las amenazas constantes vertidas.
Narváez trasladó todo lo ocurrido a la Guardia Civil de esa localidad para estudiar el caso y judicializarlo. Se han activado ya los protocolos de acoso y al parecer esta presión, aunque ejercida por otros muchachos, no tendría vinculación con el instituto, tal y como le informó la orientadora. La joven sigue manteniendo contacto con el guardia civil que tuvo una aparición fundamental y que se ha convertido en su mejor apoyo.
Se está tratando de que la chica reciba un tratamiento adecuado para que sepa desenvolverse en la vida real alejándola del ambiente tóxico en el que se encontraba. Ambos, guardia civil y víctima, siguen manteniendo un contacto para no dejar de lado una situación que sale en demasiadas ocasiones en los medios de comunicación pero que solo en casos como el ahora narrado tienen un final feliz. Final inesperado que ha servido para que esta joven tenga su segunda oportunidad después del, sin duda, servicio más importante para el alférez Narváez.