Ginés Serrán-Pagán pone rostro a la propuesta nacida del corazón en recuerdo a José Penedo, Pepito. Propone que se lleve a Pleno una propuesta para dedicarle una calle en Ceuta. “Sería un noble homenaje a su vida y a todos los autistas de este mundo que viven en el más profundo silencio”, expone Serrán Pagán en una carta que ha remitido ya a varios miembros del Gobierno así como a este periódico.
“La historia de su vida es única, sorprendente, trágica”, avanza Serrán-Pagán. “Abandonado por sus padres de pequeño en una playa de Cádiz, sobrevivió comiendo de la basura, de pescados muertos y mariscos que llegaban a la orilla; lo encontraron con las uñas y el pelo largo, caminando como un animal, sin saber hablar. De su increíble experiencia, aunque lo enviaron a un centro de rehabilitación y aprendió a caminar de forma bípeda, a comer, leer y escribir, nunca más volvió a hablar”, detalla.
“Tenía un enorme talento artístico y empezó a pintar escenas que vivió en la playa cuando fue abandonado”, escribe.
Ginés mantuvo una entrañable complicidad con Pepito gracias al arte, ese vínculo capaz de todo, pero sobre todo de unir. “No sabía nada de él pero en 1990 quise ayudar al Centro donde vivía en el Príncipe. Doné 40 pinturas para recaudar fondos para mejorar sus instalaciones. Entonces el director me habló de uno de los pacientes llamado Pepito, un artista autista que solía pintar muchas veces cosas relacionadas con la playa. Inmediatamente le pedí que me lo presentara”, escribe.
“Mi exposición iba a celebrarse en el Salón del Trono del Ayuntamiento de la Ciudad, presidido por el alcalde, gobernador y demás autoridades. Cuando lo conocí y vi sus cuadros me encantó la obra y las llevé a enmarcarlas todas y decidí exponerlas junto a mis obras en las mismas paredes del espacio de arte del Ayuntamiento”, explica.
“Cuando las enmarcaron pedí que las llevaran al salón del Centro de la Cruz Blanca para que todos sus acompañantes pudieran verlas, apreciar su talento, y sentirse orgullosos de él. Esa noche solía bajar de su habitación a menudo a la sala de estar para ver sus cuadros enmarcados y estaba emocionado, me dijeron los hermanos franciscanos que administraban el lugar. Lo invité a él y a todos sus amigos autistas y otros con discapacidad mental internos en el Centro a asistir a la inauguración y todos vinieron bien vestidos y conocieron a las autoridades”, recuerda Ginés.
“Expusimos juntos. Me alegré mucho de exponer a su lado. Sentía cómo el arte nos había unido. El arte no abandona. Las obras se vendieron. El Centro recibió todos los fondos para mejorar sus instalaciones y llevar a los pacientes a un viaje de vacaciones. Pero algo sorprendente sucedió la mañana de la inauguración. El director de Cruz Blanca me llamó muy nervioso y me dijo que Pepito fue a su oficina y habló por primera vez”.
“Le dijo al superior franciscano: Si vendo mis obras, ¿me puede dar el dinero para que pueda ir a Cádiz a ver a mi hermana? ¡Habló por primera vez! Entonces tenía veintitantos años. Regresé a mi casa en Nueva York y nunca más lo volví a ver”.
“Pero un periodista publicó hace cuatro meses una fotografía mía retocando un cuadro, preparando aquella exposición benéfica de 1990. Y un psicólogo que atiende a Pepito me mandó un mensaje por Facebook tras ver la fotografía diciendo que Pepito seguía vivo, pintando, y que me recordaba con una sonrisa al ver mi foto. Entonces fui con mi hijo Paco al Corte Inglés de Puerto Banús, en Marbella, y le compré tubos de pintura de colores, pinceles, lápices, lienzos, papel, etc, todo lo que pude encontrar para llevarle”, recuerda Ginés.
“Fuimos a Ceuta y lo vi de nuevo, le dimos el regalo. Estaba muy emocionado. ¡Nos volvimos a encontrar 33 años después! ¡Nos abrazamos, estábamos muy contentos de vernos, y él muy feliz de recibir el regalo! Esa fue la última vez que lo vi”.
“Estaba organizando con la Consejería de Presidencia de la Ciudad de Ceuta una nueva exposición con obras de arte de los dos para este año, en el mismo lugar del Ayuntamiento, pero fue entonces cuando el director franciscano de Cruz Blanca me llamó comunicándome la triste noticia, minutos después de que falleciera Pepito de un cáncer terminal y que yo desconocía; nadie me había dicho nada de su enfermedad”, explica.
“El Centro ha decidido regalarme todos sus cuadros. Enmarcaré algunos de ellos para colgarlos en el Centro, guardaré el resto para publicar un libro y un catálogo sobre su increíble vida y obras, no solo como un merecido tributo a él sino también dedicado a todos los artistas autistas del mundo. Después de aquellas palabras que dijo hace más de tres décadas, de que quería ver a su hermana, nunca más volvió a hablar”.
Más de cincuenta años de silencio... Sacrificó pacíficamente la palabra, su propio habla, la comunicación oral con los demás, y fue de esta forma como se rebeló contra un mundo injusto, cruel e incomprensible que lo abandonó en los primeros años de su vida, viviendo más de medio siglo en la más profunda soledad”, expone Serrán Pagán.
“Ahora, con la recopilación de sus obras y la publicación que voy a hacer de su libro, su silencio y el testimonio de su vida espero que se convierta en un eco que se oiga en el mundo y llegue al corazón de todos”.
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