No estaría de más visualizar el destino al que somos llamados, aunque solo sea para darle un sentido a nuestra existencia, aunque solo sea por ahorrarnos una buena dosis de sufrimiento innecesario. Cuanto antes nos pongamos en camino, mejor.
Al no tener un reto definido y único, los esfuerzos no tienen coherencia, no tienen un relato. Al contrario, si hay un reto, hay un centro, y estos esfuerzos orbitan alrededor: hay coherencia, hay consecuencia, y no se pierde energía, ya que todo está en tensión.
El concepto de economía global ahonda en estas razones, pero reduce la esencia a un mero intercambio de intereses, del que saldrá beneficiada la mayoría. Y esta luz se muestra insuficiente y perturbadora, pues no abarca y no satisface la totalidad de la condición humana.
Mi teoría es que las bondades de la economía debieran fundirse con las exigencias del Alma Universal; término pendiente de definición.
Así, entiendo por Alma Universal un estado en el que todos los condicionantes de la mente encuentran su equilibrio, la necesidad es satisfecha con el ejercicio de la humildad, y la naturaleza individual es idéntica a la naturaleza social. Entretanto, las virtudes endurecen nuestras vértebras, y en su cultivo podremos reconocernos frente al espejo. Es la forma, es la imagen que debiera adquirir la vida humana.
Puede parecer una tarea inalcanzable, sin embargo, si medimos nuestras fuerzas, la imagen de una conciencia colectiva, la suma de voluntades individuales, irá ganando en intensidad.
A nuestro favor tenemos el activo de 7000 millones de personas deseando sacar a sus familias adelante en paz y armonía. También tenemos el sueño de la aldea global hecho realidad, donde cualquier destello de conocimiento puede replicarse en el polo opuesto en fracciones de segundo. Y por fin, tenemos a la técnica; aquella que permitirá que nuestro gasto energético apenas tenga huella (la técnica ha sintetizado el principio activo de la clozapina, lo que hace que yo pueda sanar de la esquizofrenia).
Enfrente, un enemigo poderoso: el egoísmo, que impide la coordinación, y la ambición desmedida. Un enemigo insaciable, dispuesto a perpetuarse si es que no tomamos conciencia de nuestro ser.
Yo trabajo con la hipótesis de que lo que quiere la gente es tener un trabajo y un hogar: esto es en síntesis el Alma Universal. Quizá por ser algo tan cercano y sencillo no lo vemos con facilidad. Todo lo demás, todas las limitaciones, vienen impuestas desde fuera de nuestras conciencias.
Si pudiésemos elegir, las sinergias despertarían la mirada que llevamos en el interior. Y la salud mental se daría por añadidura.
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