Días atrás, mientras compraba en un supermercado algo de comida, asistía a la conversación que mantenía una de las cajeras con otro de los empleados. Aunque la cosa iba de broma, no por eso la trabajadora dejaba de subir el tono de voz, con la evidente intención de que los clientes le escucháramos y le diéramos la razón. Lo que venía a decir era que los tiempos en los que las mujeres se quedaban en sus casas y obedecían a sus maridos, se había acabado. Pero, claro, tenía que haber un gracioso que le llevara la contraria.
Se trataba de un señor joven, con aspecto descuidado y con evidentes signos de estar enfadado con el mundo, que iba acompañado de una niña pequeña, que debía ser su hija, que increpaba a la cajera diciéndole que las mujeres donde tenían que estar era en sus casas y que ya estaba bien de tantos derechos. La empleada le preguntó si su mujer trabajaba. Le respondió que él era divorciado y mejor no contaba por qué. Pero, que tantos derechos estaban llevando al país al desastre. Y seguía la discusión, pero elevando el tono de voz. Algunos de los allí presentes, por respeto a la niña pequeña no queríamos intervenir, mientras que el tema no llegara a más. Cuando salimos, caminábamos por la acera. Él, con la niña, iba detrás de mí, aunque sin reconocerme. Seguía con su discurso machista, aunque, esta vez, intentando adoctrinar a la pequeña.
Algo parecido, pero en un sentido distinto, me ocurrió en mi último viaje a Berlín. Algunos queramos hacernos una foto en el famoso Chekpoint Charlie. Pero había dos chavalas jóvenes que llevaban más de diez minutos acaparando el lugar y haciendo tonterías y poses ridículas, mientras que sus amigos las fotografiaban. Cuando me cansé me dispuse a ir al sitio a decirles que ya estaba bien, que los demás teníamos prisa. Pero se interpuso en mi camino alguien corpulento, con la camisa abierta, que debía de ser su novio, para impedirme el paso. Eran turistas que hablaban algo de español y que cuando les dije que ya estaba bien, algunos encogieron los hombros exclamando: ¡mujeres! Así, justificaban las tonterías que hacían sus amigas y el supuesto derecho a privar a los demás de su derecho a hacerse fotos en el mismo lugar. También dejaba patente que estaba dispuesto a “matar” para defenderlas.
Evidentemente, ni un extremo ni otro deben ser situaciones que tengamos que consentir, ni justificar. El primer caso responde al prototipo machista que impera en muchas sociedades. Un perfecto caldo de cultivo para los partidos de la extrema derecha racista, xenófoba, homófoba y misógina. Culpar a los más débiles de los problemas de la sociedad parece que se ha convertido en el deporte nacional en medio mundo. En el segundo caso, se trata del tipo de mujeres que son felices con su “sometimiento” a los convencionalismos sociales y al poder del “Macho alfa”. Frente a ambas posturas hay que reivindicar un feminismo activo. Ser y sentirse feminista hoy día, tanto mujeres como hombres, es un deber moral, por muchas razones.
Una de ellas se debe a que, pese a que la igualdad entre hombres y mujeres está formalmente reconocida en las Constituciones y Cartas de Derechos internacionales, sin embargo, la realidad es muy diferente. Así, en un reciente estudio de la ONU y el Banco Mundial, se indica que, a nivel mundial, las mujeres tienen menos oportunidades económicas. Por ejemplo, menos de la mitad de todas las mujeres elegibles participan en la fuerza laboral, en comparación con el 75% de los hombres. También las mujeres tienen más probabilidades de trabajar en empleos informales y en trabajos vulnerables, mal pagados o infravalorados. De hecho, entre las edades de 20 y 34 años, las mujeres tienen más probabilidades de ser pobres que los hombres. Y el divorcio, la separación y la viudez afectan más negativamente a las mujeres que a los hombres, pues en el grupo de edad de 18 a 49 años, las mujeres divorciadas tienen más del doble de probabilidades de ser pobres que los hombres divorciados.
La siguiente, derivada de la anterior, porque no es posible construir ni avanzar en un mundo mejor, si no eliminamos, o, al menos, disminuimos las desigualdades. Entre países, entre clases y entre géneros.
La tercera, derivada de las dos anteriores, porque si no reconocemos que después de siglos de dominación machista, se necesitan medidas de refuerzo (discriminación positiva) de los derechos de la mitad de la sociedad que ha sido sometida; entonces no será posible avanzar.
Por último. Porque las mujeres han dicho ¡basta! y han construido uno de los movimientos más potentes y esperanzadores para el futuro de la humanidad que hemos conocido en años.
Todo lo dicho me lleva a mostrar mi admiración por el movimiento feminista y a declarar mi apoyo al mismo, pues el feminismo sirve para transformar el mundo. Como dicen desde el movimiento feminista, la igualdad no ha de entenderse como el acceso a derechos de unas pocas, sino como una oportunidad para desarticular este orden de injusticia global.
Hagamos entre todas y todos, que este domingo, 8 de marzo, siga siendo el punto de encuentro de quienes quieren cambiar el mundo.
Tras el conocido Black Friday llega el próximo lunes el Cyber Monday, una jornada de…
El esperado evento está a la vuelta de la esquina y los comercios en Ceuta ya…
China ha dado un paso clave en su política de apertura internacional al anunciar una…
Los ceutíes que se han acercado en la tarde de este domingo a la Sala…
La noche del sábado dejó un regalo muy especial para los vecinos de Ceuta y…
Las bibliotecas de Ceuta tienen preparada una programación variada para la semana que comienza el…