Colaboraciones

El separatismo ante el coronavirus

Me preguntan varios lectores lo raro que encuentran que desde hace varios meses no haya vuelto a escribir sobre los desafueros del separatismo en Cataluña. Y, como agradezco mucho que se me lea, debo responderles.

Nunca he escrito con animadversión ni inquina contra Cataluña ni los catalanes. Sólo expreso mi respetuosa opinión como simple ciudadano, aunque pueda estar equivocado. He escrito muchas veces que Cataluña es una próspera región española y los catalanes buena gente, en general: laboriosos y emprendedores. Pero la sociedad catalana está rota en dos por los “separatistas”, quienes se arrogan el 80 % de los votos, cuando en las últimas elecciones autonómicas sólo obtuvieron el 47,2 %. Y los “constitucionalista”, que alcanzó el 52,8 %. Y nada tendría que objetar contra los primeros, si por medios legales, democráticos y pacíficos tuvieran como objetivo separarse de España. La Constitución y el Tribunal Constitucional marcan cómo se debe proceder para que la separación no sea punitiva: cambiar la Constitución con los votos mayoritarios de todos los españoles, no sólo de los catalanes, porque la soberanía nacional reside en todo el pueblo español.

En mis artículos, no incluyo el discurso político, porque no soy político. Me considero independiente e imparcial. Mi única ideología siempre fue: mi familia, mi trabajo, vivir en paz, en libertad y honradamente, con mi conciencia tranquila, porque así, ¡qué bien se duerme!. Por propia naturaleza me considero de talante moderado, con juicio sereno y ponderado. Todavía no padezco turbulencias encefálicas que me alteren y me gusta escribir, lo poco que sé, sereno y centrado, sin aspavientos ni alharacas que en mi humilde condición no tienen cabida, aunque, como humano que soy, tengo defectos. Y me hubiera gustado no escribir nunca sobre el separatismo. ¿Para qué?, si sé que ellos nadan como peces en el agua en su caldo de cultivo y no voy a resolver nada.

Eso sí, siempre he defendido tenazmente la verdad y la justicia. Y, precisamente por eso, no puedo tener por santos de mi devoción a esos independentistas radicales y violentos que van por la vida creyéndose seres superiores a los demás, avasallando con su supremacía, prepotencia y arrogancia, insultando y ofendiendo con burradas tan conocidas como la de aseverar Torra que los españoles somos “bestias carroñeras, víboras, hienas con dentadura podrida y con un bache en la cadena de ADN, que destilamos odio”. Sólo con tal odio suyo así expresado, esa sí que es la mayor de las “bestialidades”, que por sí sola identifica y descalifica al personaje.

Por mi formación jurídica, en mi esquema mental no cabe que gente así se rían sistemáticamente de los demás creyéndose diferentes porque se saltan la Constitución, las leyes, sentencias de los Tribunales en favor suyo y en perjuicio de los demás; o a quienes atentan contra la unidad del Estado para romper España, a costa de la misma España y de los españoles, con dinero del Estado y pese a formar parte del mismo Estado y tener la inexcusable obligación de cumplir y hacer cumplir en Cataluña la ley, siendo luego quienes más la incumplen; o que intenten públicamente dar un golpe de estado y luego, disfrazándose de “pacifistas” y “demócratas”, sigan jactándose de que lo volverán a hacer; y que, encima, sean privilegiados respecto de los demás presos burlando la Justicia con una cárcel a la carta  que en nueve meses les ha puesto en la calle. El Tribunal Supremo hoy mismo declara que eso es un “fraude de ley”; o que todo un presidente de la Generalidad jalee a sus violentos para que “aprieten más” contra el propio Estado que él está obligado a proteger en Cataluña.

Esos “pacíficos”, cada vez que les da su real gana levantan barricadas incendiarias, cortan carreteras, vías públicas, rompen mobiliario, insultan, atentan contra las Fuerzas de Seguridad del Estado y van por la vida inventándose la falacia de hacerse pasar por víctimas propiciatorias de la opresión o con la falsedad de ir pregonando el “España nos roba”, a pesar de tener sus gobernantes separatistas una deuda con el Estado de 79.429 millones de euros que, con sólo pagarla, se podría remediar muchos problemas de España, habiendo varias veces amenazado con que, o se les da más dinero, o no la pagarán nunca. Claro, así se han cargado el tejido industrial catalán, ahuyentando las grandes empresas, proyectos, eventos prometedores y el turismo.

No puedo cerrar los ojos cuando veo que falsean tan gravemente la historia, presentando a Cataluña como viejo reino independiente y soberano o como imperio de los “Païsons Catalans”, que jamás tuvieron ni fueron; o que se mienta descaradamente, aseverando que Hernán Cortés y Francisco Pizarro, bravos extremeños nacidos cerca de mi pueblo, ambos fueron catalanes que la maledicencia española les robó; o que España ahora les mata con el coronavirus. “Una Cataluña independiente – dicen – hubiera tenido muchos menos muertos”. Y aquí quería yo llegar, para desenmascarar sus mentiras.

Torra, cuando fue declarada la alarma por pandemia, prometió que, mientras durara, se centraría sólo en salvar vidas. Pero cuando se le retiraron las competencias en Sanidad, protestó enérgicamente porque decía que era un artículo 155 encubierto. En cuanto se comentó que Europa crearía un fondo anti crisis post-pandemia, exigió que se adelantaran a Cataluña 5.000 millones, porque mientras no sea un estado independiente no podía esperar un año sin recibir ayudas. Cuando supo que el fondo se creaba, elevó la cifra a 9.000 millones. Y cuando se anunció que ese fondo sería de 750.000 millones, ya exigió 15.000 millones y que Madrid les pague la caída de publicidad de TV-3 y Catalunya Radio, por el coronavirus. Ahora, con el fondo aprobado, exige 30.000 millones. ¡Bah!, “calderilla”, para el cambio. Y cuando hay hasta 281 rebrotes de coronavirus en Cataluña, siendo la Comunidad más infectada, vuelve a exigir un referéndum de autodeterminación en esta legislatura.


Paralelamente, el Parlament catalán, dominado por Torra, prohibió que la Mesa admitiera a trámite y deliberación una propuesta de la oposición para crear un fondo catalán de 165 millones para ayuda contra la pandemia, con sólo detraerlos del capítulo del Presupuesto destinados a crear estructuras separatistas ilegales. Y cuando más ancianos y sanitarios morían en Cataluña de coronavirus, Torra siguió nombrando delegados separatistas para sus “embajadas”, de esos que ganan 120.000 euros anuales, a la vez que promovía estructuras inconstitucionales para crear el estado independiente de sus ilusos delirios.

Los militares empezaron con sus propios medios a construir un hospital de campaña en Sabadell de 240 camas, más otro en Sant Andreu la Guardia Civil. En cuanto comenzaron a levantarlo, el exsargento de complemento Torra objetó: que “no era necesario”, podían parecer una “fuerzas de ocupación”, el color caqui militar “desentonaba con el entorno”, exigiendo que se desmontara. Tuvieron la santa paciencia de desinstalarlo para cambiarle el color a su imagen y semejanza, con tal de ayudar en Cataluña a salvar vidas. A la vez, la Generalidad compraba a la empresa “Drops Studio” 25 tiendas de campaña por 59.870,80E con cargo al Estado.

Poco antes, la UME acudió a Cataluña a apagar un grave incendio de 6.500 hectáreas en Tarragona; sofocó otro en el complejo industrial que allí explotó; los Ingenieros Pontoneros levantaron un puente sobre el río Francoli. Se jugaron la vida y el pueblo catalán lo valoró mucho. A miembros del Regimiento 63 de Barcelona el público aplaudía y vitoreaba desde los balcones al pasar. Muchos alcaldes pidieron su intervención, habiendo realizado una excelente labor de limpieza y desinfección del Puerto, Aeropuerto del Prat, colegios, residencias de ancianos. La fallecida exministra de Defensa, Carmen Chacón, dijo de ellos: “Cuanto más se les conocen, más se les quiere”.

Pero el caballero Torra y la dama Colau odian al Ejército, a pesar de que diariamente daba de comer a 300 personas necesitadas en Barcelona. Y sus activistas radicales, contagiados del mismo odio, gritaban contra los militares: “Fuera el Ejército de los Païsons Catalans”. Ambos sienten pública y notoria aversión hacia los soldados; ya en 2017 Colau los echó del “Stand” que tenían instalado en el Salón de la Enseñanza de Barcelona.

Cuando finalizó la alerta y le restablecieron las competencias en Sanidad, precisamente, fue en las dos Autonomías independentistas en las que más se ha expandido la pandemia con numerosos rebrotes en Ordicia (Guipúzcoa), Lérida y Barcelona. Torra, que en principio se quejaba de que no se confinara a la gente, está totalmente superado por la situación de desorden por él mismo creada al declarar el nuevo confinamiento que, como lleva aparejada la suspensión de derechos fundamentales que sólo puede aprobar el Parlamento nacional y lo decretó él arrogándose tal facultad, pues el Juzgado de Instrucción nº 1 lo anuló en principio, aunque luego lo ratificó, con excepciones, tras flexibilizar las medidas quedándolas en mero consejo.

Pero, claro, como máximo “césar imperator” catalán, su autoridad quedó resquebrajada; no podía permitir que una Jueza le disputara su “ordeno y mando”. Entonces, dictó un Real Decreto como retándola, y ahora tiene anunciado que la parte judicial anulada la recurrirá. Y ha armado tal caos, desconcierto y descontrol, que nadie sabe a quién obedecer allí, debido a su incompetencia, inoperancia y mediocridad. Los alcaldes y el público ya se le resisten. Hasta Francia ha avisado que puede cerrar la frontera si el problema sigue agravándose. Mientras tanto, siguen muriendo más infectados en Cataluña. Él mismo ha calificado de “complejidad brutal” la situación, aunque siempre echando la culpa a Madrid, antes porque le quitaron la competencia y ahora porque se la han devuelto, sin alcanzar a discernir que, así, está admitiendo su torpeza e ineptitud. Con su pésima gestión tras la desescalada, al 23 de julio lleva 281 rebrotes. Cataluña es la más afectada. Hoy mismo fallecieron allí nueve, con más infectados cada día.

Cuantos más rebrotes de virus iban saliendo, a él lo que únicamente le interesaba era que el primer punto del orden del día de la próxima reunión acordada con el Gobierno central sea la “autodeterminación de Cataluña”.  ¡Qué pena!, con los miles de pobres ancianos y sanitarios que han muerto sin permitírseles que un ser querido les despidiera llevándole el calor familiar; todo por falta de camas, PCR, rastreadores y otros medios técnicos que no pudieron comprar. ¿Motivos?. El Tribunal Supremo, tiene sentenciado que antes malversaron el presupuesto desviándolo al “procés”.

El Consejo Asesor de Salud de la propia Generalidad, emitió un informe, que dice: Que el Govern infravaloró la pandemia y la afrontó improvisadamente, denunciando falta de coordinación y de liderazgo, carencia de pruebas de diagnóstico y de equipos de protección de sanitarios, falta de previsión sobre las residencias geriátricas, cuya falta de recursos obligó a tener que decidir quién podía tener más posibilidades de sobrevivir, denunciando que con ello se ha generado alarma social entre la población más vulnerable, totalmente evitable. Y que ha sido inhumano no haber permitido a familiares más allegados despedirse de sus mayores. ¡Qué triste!. Más el CIS catalán informaba el 1-05-2020 que la ciudadanía daba un suspenso a Torra en la gestión del coronavirus. Y las protestas allí siguen arreciando.

Cuando más pobre gente allí moría, mantuvo entrevistas con la BBC y escribió cartas a los Presidentes de Consejo Europeo, de la CE y del Comité de las Regiones, desprestigiando al Estado en el exterior, presentándose él como un hábil y solvente gestor. Pero en Bruselas lo tienen tan calado ya que le contestaron que Europa no trata directamente con Autonomías, sino con los Gobiernos de los Estado. ¿Alguien cree que una hipotética Cataluña independiente, tendría acogida en la Unión Europea?.

Conclusión: Torra y su separatismo radical han fracasado estrepitosamente en la gestión de la crisis del coronavirus, utilizándola como instrumento para seguir luchando por la independencia, pero no para salvar vidas. Por mi parte, creo que no merece la pena seguir escribiendo sobre un tema ya tan manido y unos radicales tan obcecados y de tan bajo nivel. Pero no tengo nada contra Cataluña. Sólo denuncio injusticias e ilegalidades de sus gobernantes soberanistas.

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