Poco he hablado de mis andanzas por los márgenes del camino, y de mis encuentros con los sabios del silencio. Y es ahora, con el paso de los años, y con las huellas que la experiencia deja en tu alma, que comparto algunas de sus generosas palabras.
Entorno a la hoguera de los comienzos, las llamaradas congestionaban mis sentidos, ebrios de tanta belleza. Esa sensación de libertad, en medio de la nada, se fue para nunca volver (pronto la buscaremos como a un tesoro).
La exaltación del silencio, y el disfrute de los elementos, precisan de ese cordón umbilical que es el conocimiento. Solo con una visión global, que ubique al ser humano en su circunstancia mayor, el universo, podremos comprender el sentido mágico del silencio.
Y es que, por mucho que avance la ciencia, por mucho que nos acerquemos al entendimiento del infinito, por muy perfectas que sean las matemáticas, siempre habrá un espacio para la magia, para especular con el origen. Las estrellas, como centinelas infatigables, vigilan nuestros pasos.
Pero vivir en los arcenes del camino tiene otra dimensión, que al principio pasa desapercibida: es la lucha por la supervivencia del cuerpo y de la mente, en una sociedad exigente y competitiva.
La exaltación del silencio, y el disfrute de los elementos, precisan de ese cordón umbilical que es el conocimiento
Aquella etapa terminó con una desorientación vital severa, que me llevó a la postración, pues así reza el título de mis artículos.
Entonces conocí otro tipo de silencio, más frío, casi gélido, con la mente sumida en el vacío, en el caos. Era difícil vislumbrar un medio de vida, que me diera otra perspectiva. Todo era empezar.
Por eso digo siempre que el anuncio de un diagnóstico no es el fin, sino el principio de una historia de superación. Así, tras dos años de aislamiento, comencé a entrenar al tenis mesa, a escribir, y a dar vueltas por el Monte Hacho; quizá imitando a aquellos genios del camino. Cómo admiro a los filósofos atomistas, que forjaron su saber a través de la observación directa de la naturaleza. La seguridad que te da un buen trabajo estaba por llegar.
Ahora, la conservación de aquellos recuerdos me sirve para abrir brecha en las páginas blancas de mi historia, que se resiste al olvido.
Qué bueno sería que los jóvenes guardaran una visión propia del mundo, que conocieran nuestros ancestros en la forma de pensar; que aprendieran lo saludable que es el silencio escogido, y poner la mente a reposar.
Si queréis comprobar la veracidad de lo que es el sentido mágico de la vida, podéis abrir la obra de Frazer, “La Rama Dorada”, una lectura imprescindible para pisar en el suelo firme de nuestros orígenes.