Categorías: Opinión

Señor Mas, dimita ya

Días antes de las recientes elecciones catalanas, algunos medios de comunicación se hacían eco de la supuesta inteligencia Artur Mas, Presidente de la Comunidad de Cataluña, argumentando que había echado el mayor órdago separatista a España eligiendo el momento preciso, cuando nuestro país está sumido en una de las más duras crisis que ha sufrido, cuando la Nación española está débil y cuando el líder catalán creía que había sumado todas las adhesiones posibles a su intentona soberanista, ya que había conseguido predisponer a los catalanes contra el resto de los españoles a base de hacer pura demagogia, con falacias, mentiras y patrañas deliberadamente utilizadas a tal fin, echándole la culpa a España de todos los males de Cataluña.
  Sin embargo, el tiempo, que pone a cada uno en su sitio, que también es el mejor juez de todas las causas y que de vez en cuando da a los prepotentes, arrogantes y endiosados políticos, y a otros que no lo son, buenas curas de humildad, pues se ha encargado de tirar por tierra las ansias separatistas del “Mas”, para que el mismo haya pasado a ser mucho “menos”. En primer lugar, el resultado electoral, que él tanto había orquestado el día de la Diada para convertirlo en una especie de plebiscito que lo catapultara hacia su acariciada independencia, ha resultado ser el más estrepitoso de los fracasos, porque los votos son tozudos. Y con ellos ha perdido hasta doce escaños; es decir, que el día después del escrutinio electoral quedaba todavía mucho peor que el día antes de celebrarlo, pese a lo mal que entonces decía estar para poder gobernar desde la ruptura que él mismo había deliberadamente forzado con el partido que le había venido apoyando, al optar de forma tan radical por esa especie de separatismo irredento que él presenta y hace ver, con vistas a hacerse dueño del electorado para así “anexionarse” una hipotética Cataluña libre y soberana, pese a que dicho territorio nunca ha existido como nación, ni jamás ha formado un Estado. No pasó de ser un mero Condado.
En segundo lugar, se ha descalificado a sí mismo, habida cuenta de que, ni siquiera valiéndose de la gran oportunidad que él mismo ficticiamente se había prefabricado, poniéndose al frente de manifestaciones plebiscitarias para darse un baño de multitudes, y pretendiendo manipular a los catalanes a base de costarnos el injustificado adelanto electoral - a mitad de la legislatura - un enorme dineral a todos los españoles, pues no sólo no ha logrado sus objetivos, sino que ha quedado mucho peor de lo que antes estaba, demostrando así haber sido el más torpe de la clase, además de irresponsable, imprudente e iluso, de una talla política que ha quedado muy por debajo de la que un líder necesita para poder gobernar un territorio siquiera sea con un mínimo de eficacia, seriedad y rigor. Además, todo el proceso que ha seguido hasta echar tal pulso al Estado, no ha tenido otro objeto que servir a sus propios intereses personales y partidistas, en perjuicio de los intereses generales de España y de los catalanes, en estos momentos de tanta penuria económica de mucha gente, con más indigentes cada día y pobre gente que hasta tiene que rebuscar comida en contenedores de basura.
 Y lo anterior lo digo así, porque, de haber tenido un mínimo de raciocinio, de prudencia, de sensatez, de juicio ponderado y de sentido común del que, mínimamente, cabe esperar de todo político que se precie, hubiera podido seguir gobernando con el apoyo del partido que le venía prestando sus votos a cambio de nada, si no hubiera sido porque su ansiada ambición estaba mucho más lejos de querer gobernar con acierto y eficacia, de cara a poder resolver los verdaderos problemas de los catalanes, sino que estaba claro que lo que buscaba es la política de “a río revuelto, ganancia de pescadores”; es decir, la manera más fácil de lanzar una cortina de humo para tapar así los auténticos problemas de Cataluña, como son el 23 % de paro, la deuda de más de 40.000 millones de euros, el despilfarro del dinero público en supuestas embajadas, inmersión lingüística, propaganda partidista en TV3, etc; pese a tener las inversiones por los suelos, drásticos recortes en educación, en sanidad, y demás servicios sociales; de tener a diario huelgas, manifestaciones, Administración catalana semiparalizada, malestar general; y los propios problemas personales suyos, como las presuntas cuentas en paraísos fiscales que algunos medios de comunicación tanto han aireado y que parece ser que ya están sometidas a los Tribunales de Justicia, etc. Todo eso, había que ocultarlo como fuera, creando todavía más problemas por aquello de que “cuanto peor, mejor”, para tratar de esconder su propio fracaso y así buscar un motivo para echarle la culpa a España y al Gobierno central, de la que él y su Gobierno son responsables.
 Y es que, si se pudieran contar, medir o pesar los perjuicios que este hombre ha causado a España y a Cataluña, alcanzaría dimensiones astronómicas. Ha intentado a toda costa romper la Nación española, y todavía está obcecado en ello; ha conseguido enfrentar más que nunca a los catalanes con el resto de españoles a base de practicar el victimismo, de malmeter y de sembrar la inquina de unos españoles contra otros; ha dividido a los propios catalanes, nos ha desacreditado ante el mundo exterior haciéndonos perder buena parte de la marca “España” y la confianza que los medios financieros europeos y mundiales puedan todavía tener en nosotros como Estado independiente y soberano; y lo ha hecho, precisamente, en el momento en que más necesitábamos estar unidos y formar un frente común de confianza y defensa de nuestros intereses; se ha puesto radicalmente en contra de la Constitución y de la Ley, riéndose de ambas y pasándoselas por donde le da la real gana, faltando a su propio juramento o promesa que tuvo que hacer en su toma de posesión.
   Igual ha hecho con las sentencias del Tribunal Constitucional, Tribunal Supremo y T.S.J. de Cataluña en los casos de discriminación del castellano, atropellando el derecho de los niños a escolarizarse en la lengua materna; multando a quienes no rotulan el nombre de su establecimiento en catalán, pese a que el castellano es la lengua que hablan más de 500 millones en el mundo y el 46 % en Cataluña, mientras que el catalán se habla por el 36%, y sin reparar en que la lengua catalana es también española; la Ley de las Banderas le importa un bledo, y hace desaparecer de todos los centros y actos oficiales la enseña española, sin que ni los jueces ni los demás poderes del Estado consigan ejecutar las numerosas sentencias que existen disponiendo que la Bandera de España debe ondear en lugar preferente; su empecinamiento en celebrar a toda costa un referéndum que la Constitución prohíbe. Este personaje, en fin, está en todo por encima del bien y del mal, sin que todavía haya dado con la horma de su zapato. Pocas veces se ha visto en un gobernante tanta irresponsabilidad, tanta contumacia, tanto desacato, tanta falta de respeto y tanto desprecio a todo lo español.
 Pero, además, se permite reírse todavía más de España, siendo él mismo español (lo quiera o no) menospreciándola y haciendo constantes declaraciones en el sentido de que no quieren ni él ni Cataluña formar parte del Estado español, dividiendo y enfrentando a España y Cataluña, teniéndonos a españoles y catalanes en vilo y originándonos un perjuicio serio y grave; queriendo reinventar una Historia de España falsa, después de casi 2000 años que llevamos de destino común. Y, acto seguido, va y no siente ni el más mínimo sonrojo de pedir 5.300 millones a la España que no quiere, para que pueda seguir funcionado Cataluña, que su Gobierno ha puesto patas arriba despilfarrando el dinero público; cuya ayuda española, me parece bien, pero lo que no se puede es querer tener propia ”bandera” y propia “cartera” con el dinero de la España que él tanto odia y vitupera. Pero, claro, es que “la pela es la pela”, que en realidad es de lo que se trata, de presionar, de tensar más y más la cuerda por aquello de que, en el peor de los casos, algo siempre cae del Gobierno central. En fin, uno cree que es el colmo de la desfachatez, de la desmesura, de la insensatez y un largo etc. Y eso, creo que representa un grave peligro para España y para Cataluña que hay que erradicar.
 Pero los catalanes, que son mucho más listos de lo que él se cree y que él mismo es, pues le han dado la mayor cura de humildad, aunque siga sin enterarse. Sus ambiciones de gran Mesías ungido por el pueblo, al que creía dirigir con túnica y báculo en su orquestada “travesía del desierto” por si le caía la breva de llegar a ser el primer monarca soñado de los catalanes, pues se le han caído verticalmente. Y, cuando todo eso sucede en un sistema democrático, eso se llama “dimisión” obligada, si se tiene un mínimo de dignidad y de honorabilidad. Y ahora pretende, erre que erre, volver a dar otro salto en el vacío con su enfermiza manía separatista intentando convertir el más rotundo fracaso en victoria. Sin embargo, su dimisión la exigen principios elementales de democracia, de educación, de honestidad y de dignidad políticas. Así es que, señor Mas, se lo ha ganado a pulso, si tiene un mínimo de decoro, en bien de España y de Cataluña, dimita, ya.

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