Política

El Senado argelino critica al Gobierno español por su giro sobre el Sáhara

El Consejo de la Nación (Senado) en Argelia denunció este domingo el cambio de posición de España sobre la "justa causa" del Sáhara Occidental, calificando de "dudosa" la alineación del presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, con las tesis marroquíes de proponer un régimen de autonomía para la excolonia española.

"El buró del Consejo de la Nación, presidido por Salah Goudjil, desea expresar su asombro ante la el sorprendente desvío registrado en la posición de España hacia la justa causa saharaui y el dudoso apoyo que ha mostrado hacia un proceso de colonización en contra de la legalidad de las relaciones internacionales", indicó el Senado en un comunicado de prensa.

Para la alta cámara del Parlamento argelino este giro constituye "una deriva y tomar parte inaceptable contra una causa considerada por las Naciones Unidas como la de la última colonia en África reconociendo el derecho de los pueblos saharauis a la autodeterminación"

"La deriva de la posición del gobierno español y su alineación con las tesis del Majzen (aparato administrativo del Reino de Marruecos), está fuera de sintonía con la realidad sobre el terreno, así como con las costumbres y nociones de derecho comunidad internacional que rechaza todas las formas de colonialismo y dominación", señaló el Senado.

También el Partido del Frente de Liberación Nacional (FLN), que gobierna en Argelia desde la independencia de Francia en 1962, criticó al Gobierno español y le instó a que revise su nueva posición "extraña", al considerar "una traición histórica" al pueblo saharuí la nueva postura de Madrid

La decisión de Argelia de llamar a su embajador en España después de que el Gobierno español expresara su apoyo el plan marroquí de autonomía para el Sahara Occidental abre un escenario inédito en décadas en las relaciones entre Argel y Madrid, que ambas parte se habían comprometido este mismo mes a estrechar.

Según la Presidencia de Argelia, el presidente del Gobierno español, Pedro Sanchez, había transmitido el pasado día 6 en una conversación telefónica con el jefe del Estado argelino, Abdelmadjid Tebboune, el interés de España en considerar a este país como un socio estratégico en materia energética a raíz de la crisis derivada de la invasión rusa de Ucrania.

De acuerdo con fuentes oficiales argelinas, España se proponía mantener a Argelia como su principal abastecedor de gas natural y también convertir al país africano en un suministrador fundamental del conjunto de la Unión Europea (UE)

Con esa perspectiva, el contacto directo entre Sánchez y Tebboune había sido precedido de visitas a Argel del ministro español de Exteriores, José Manuel Albares, y de la titular de Transición Ecológica, Teresa Ribera, en vísperas del vencimiento del contrato para el suministro de gas a través del Gasoducto Magreb-Europa (GME).

Argel y Madrid, de estrechar relaciones a un escenario inédito en décadas

El gasoducto, construido a finales del pasado siglo entre la empresa española Enagas y la sociedad nacional argelina de hidrocarburos Sonatrach, envia cada año más de 8.000 millones de pies cúbicos de gas a España a través de un tubería de 1.400 kilómetros que arranca en el corazón del desierto argelino, penetra en territorio marroquí y se sumerge en el estrecho de Gibraltar.

Tras las últimas visitas de responsables españoles, Sonatrach puso en servicio además en enero un cuarto turbocompresor del gasoducto Medgaz, que une a Argelia y España través del Mediterráneo.

La decisión, no obstante, del Gobierno español de respaldar la solución que propone Rabat a la disputa por el Sahara Occidental frente a la postura de Argel - principal valedor del independentista Frente Polisario-, proyecta en la actualidad sombras de dudas sobre lo que hasta ahora había sido una atmósfera de buena cooperación y entendimiento.

El trasfondo del complicado triángulo en el que España ocupa uno de los vértices es el encono que enfrenta a los países que ocupan los otros dos, Marruecos y Argelia, que tradicionalmente se disputan el predominio en el Magreb y el Sahel.

Ambos países tienen la vocación de extender su influencia más allá de sus fronteras y el conflicto del Sáhara Occidental no es más que un episodio de esa rivalidad regional, en la que España se arriesga a verse involucrada.

No es la primera vez que el pulso de influencia territorial con Rabat salpica a los intereses españoles y pone en jaque las relaciones entre Argel y Madrid; el régimen argelino alentó en la década de los setenta del s.XX el independentismo canario, como medio de presión para que España no se mostrara demasiado condescendiente con Marruecos.

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