Sella

En uno de nuestro Caminos, decidimos salir desde Colombres en Asturias.

Paisajes magníficos y si, seleccionas la ruta de la costa, disfrutaras de un recorrido interesante y divertido, pueblos costeros con atractivos que no podrás olvidar.

Los Bufones de Pria, los acantilados y no olvidar su gastronomía, sidra, fabada,….

Pues bien, un día que hacíamos esa ruta y que nos alojamos cerca de Ribadesella,  tuvimos noticias de la posibilidad de hacer el famoso descenso del Sella en piragua.

Como sabemos que el CAMINO, se puede hacer andando, bicicleta, caballo y….. en barco, pensamos que si hacíamos esta etapa por este recorrido, también sería aceptable.

De los cuatro que formamos ese año el CAMINO, dos decidieron rio y dos campo y con este acuerdo nos separamos, pero solo por una etapa.

Nosotros elegimos rio y nos dirigimos a Arriondas, lugar de salida habitual del famoso Descenso de Sella, llamados “Les piragüas” entre Arriondas y Ribadesella. Es un paseo de dos o tres horas para aficionados como nosotros, pero que los muchos turistas que nos acompañaron, paran en las riveras, llevan comida, pasan un día de campo y se divierten parando en diferentes lugares los más atractivos por donde pasamos; rápidos, remansos, sitios que hay que bajar y empujar a mano si no eliges el recorrido ideal o zonas de más profundidad y menos corriente.

Pero lo más divertido es compartir con tus compañeros de recorrido, risas, choques de piraguas y algún chapuzón de algunos.

Pero antes de empezar deberemos hacer un riguroso y exhaustivo curso de seguridad y consejos elementales para garantizar un recorrido seguro y placentero. Este curso se hace interminable en sus escasos 10 minutos, donde nadie atiende y todos bromeamos continuamente.

Su agua es trasparente y limpia y apetece después de hacer la etapa darte un relajante baño refrescante y reparador.

Y luego vuelta a la realidad, llamada a los compañeros que eligieron monte y buscarlos. Ese encuentro ocurrió a las cuatro y media de la tarde, en un monte perdido y solitario, pero al iniciar el descenso encontramos una casa de comidas olvidada y sin casas en su entorno. Pensamos que por la hora ya estaría cerrado al público, pero yo no perdí la esperanza. Entré hablé con una amable señora, risueña y comprensiva.

Ella no negaría un plato a un peregrino.

Y esa fue una experiencia gastronómica inolvidable, una deliciosa fabada regada con una sidra casera y atendidos por la propietaria personalmente que participó con nosotros en bromas y risas. No debemos olvidar un postre casero que se nos recomendó.

Pero quizás deberíamos añadir que la presentación de estos manjares en recipientes de barro y el entorno decorativo del caserón acompañaban a una comida excelente.

Solo decir como anécdota que ninguno fue capaz de cenar esa noche.

Federico