Editorial

Seguridad y estabilidad para mirar al futuro

El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, reiteró ayer en primera persona en Ceuta el mensaje que ya había trasladado el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, a Juan Vivas el pasado viernes: el acuerdo alcanzado con Marruecos es “bueno” para ambos países en general y en particular para las ciudades autónomas, que serán las principales beneficiadas de la cláusula de “respeto mutuo a la integridad territorial” que constituye uno de sus pilares fundamentales.

Más allá de “cerrar” una crisis que se había convertido en “insostenible” por la pluralidad de intereses que unen a España y el Reino alauita, el acuerdo alcanzado a partir del viraje de la posición de Madrid sobre el Sáhara busca entablar una nueva relación más “fuerte” y “sincera”, según la terminología utilizada por el líder del Ejecutivo central, que ha hecho dos visitas institucionales a la ciudad en menos de un año, tantas como las que habían sumado todos sus predecesores en democracia (los únicos precedentes son los de Suárez en 1981 y Zapatero en 2006).

El mero hecho de la ausencia de la tradicional respuesta airada de Rabat al paso del líder del Gobierno de la Nación (o del jefe del Estado, que lo hizo en 2007) por Ceuta o Melilla puede ser interpretado como un síntoma de cambio en la posición del país vecino sobre las ciudades autónomas por mucho que formal y pública es más que probable que nunca oficialice una renuncia a sus aspiraciones anexionistas.

Mucho más importante para las dos ciudades es que Marruecos efectivamente desista de nuevas acciones unilaterales como las que ha utilizado durante los últimos meses y años, desde el cierre de la aduana comercial de Melilla hasta la avalancha migratoria de mayo del año pasado sobre Ceuta.

Esa es una de las claves del nuevo marco de entendimiento entre los dos países, cuya concreción práctica empezará a pulir la semana que viene el ministro de Asuntos Exteriores en Rabat.

Ambos Estados tienen mucho trabajo por delante en muchos asuntos que tienen repercusión directa sobre Ceuta, desde el restablecimiento de la Operación Paso del Estrecho (OPE) hasta las condiciones y la fecha en la que se producirá la reapertura de sus fronteras terrestres. También los cauces en los que se mantendrá la colaboración en materia de seguridad y el control de los flujos migratorios, aspecto que el país vecino también ha utilizado en ocasiones como arma arrojadiza.

Ceuta, Melilla y España deben tener capacidad para decidir sin presiones externas desafíos estratégicos para las dos ciudades como los que atañen al mantenimiento o revisión más o menos profunda de la excepcionalidad del Tratado de Schengen, su incorporación a la Unión Aduanera o el reconocimiento desde las instituciones comunitarias de un rango equiparable al de las Regiones Ultraperiféricas.

Para todo ello, como para la generación de un nuevo modelo económico o el desarrollo de un sector turístico más pujante, es fundamental contar con los dos factores que Sánchez aseguró ayer que trae la nueva etapa con el país vecino para Ceuta y Melilla: seguridad y estabilidad, soportes imprescindibles para “crear oportunidades”.

El aldabonazo de confianza que para las dos ciudades supone el mensaje refrendado ayer por Sánchez llega en un momento clave, en lo que parece la recta final de lo peor de la pandemia de la covid-19, casi un año después del sismo fronterizo de mayo de 2021 y con la invasión de Ucrania disparando los precios de la energía y otros productos, pero también en pleno diseño del Plan Estratégico local y del reparto de los fondos del Mecanismo de Recuperación y Resiliencia de la UE.

No puede ser lo mismo proyectar el futuro de una ciudad obligada a vivir de espaldas a un vecino hostil que hacerlo para un marco de respeto y deseable cooperación en favor de una prosperidad compartida, algo que el tiempo demostrará más temprano que tarde si es real o no.

El presidente de Ceuta, Juan Vivas, garantizó ayer “lealtad, responsabilidad y sentido de Estado” para trabajar con el Gobierno de España, cuyo líder ofreció, a su vez, compromiso y trabajo en favor de una ciudad con presente y “mucho más futuro”. Se trata de unas intenciones claras y acertadas para atisbar un horizonte más despejado para una ciudad que necesita de la administración central que la trate como lo que es, una “cuestión de Estado” también para explotar todas sus potencialidades, que son muchas.

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