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Segundo encuentro de Jesús con Magdalena

Coincidíamos Myriam y yo en que es fundamental la paz entre culturas, que vamos a una autodestrucción absurda basada en el odio que alguien se ha encargado en extender como enfermedad endémica imposible de sanar por nosotros mismos, si no ponemos verdadera voluntad en ello. Con tanto adelanto y en lo profundo de nuestro ser somos prehistóricos e irracionales. Todos creemos estar en posesión de la verdad y nadie sabe nada, o muy poquito de alguna cosa. Mucho egoísmo, mucha presunción y vanidad, hacen al hombre un “pobre hombre imbécil”. Y algún día no muy lejano tendremos que pagar los platos rotos de toda esta sinrazón. “Nos necesitamos unos a otros…armonizar la diversidad supera los conflictos…” dice el Papa Francisco. Detenernos, acogernos y escucharnos, es necesario si queremos crecer en la verdad y experimentar la unidad entre los diversos pueblos de la Tierra, pero somos muy torpes aún… Aún sigue Jesús en la casa de Pedro con los Suyos. Ha pasado la noche orando solo entre los olivos, como suele hacer habitualmente. Dos barcas capitaneadas por Pedro una y Santiago la otra, están saliendo ya por el puerto de la ciudad. Sin embargo, Pedro ha visto algún movimiento extraño en el Lago por parte de los que les espían, y hace que vuelvan de nuevo a la orilla los dos barcos. Jesús va en la de Pedro, en la popa. Pregunta al discípulo por qué regresan al mismo sitio. “Hoy no se puede ir a Cafarnaum, nos acechan”. Pero el Maestro insiste: “debo ir. Esperamos un poco y luego nos vamos”. Pedro dice que entonces irá a pedirle ayuda al Centurión. Por fin han bajado a una playa frente a Betsaida. Pedro pide a Felipe que vaya con él. Los jóvenes se quedan junto a Jesús. Elías, el nuevo discípulo, insiste al Señor que se hospede en su casa, y el Maestro, a pesar de la seriedad del momento, bromea con Pedro:” sé bueno y ten misericordia con todos. Te beso y te bendigo”. Pedro está mudo, pues no sabe si Le podrá obedecer, ya que él suele ser muy impulsivo. Están por fin en Corazaín, y todo lo que les rodea es de una gran belleza. EL ambiente es primaveral, fresco y agradable, y todo el entorno campestre huele a musgo y a flores. Antes de llegar a la casa una mujer viene corriendo y grita agitada:”¡Jesús, Hijo de David, sana a mi hija!”. La niña está flaca y amarilla; tiene fiebre. Su marido y ella son pastores que van con las ovejas a orillas del Jordán. “Debemos ir al Hermón con el ganado, pero la niña se nos morirá por el camino”. Jesús quiere que la mujer esté segura, por lo que le pregunta: ”¿crees que Yo puedo curarla?” Ella Le responde que está segura:”Señor, vine desde Merón con la niña en brazos, porque Daniel me dijo que buscase al Mesías, el Niñito que nació en Belén en un establo”. Mientras tanto, la niña se ha soltado de los brazos de su madre, sonríe a Jesús y sale trotando como una ovejita que retoza por el campo. Luego se vuelve y abraza al Señor, y dice a su mamá que Lo bendiga, pues ella está sana. Jesús también las bendice, y ellas comienzan ya su alegre marcha. La gente se agolpa junto al Rabbí, y aunque Él está muy triste por el encarcelamiento del Bautista, se apoya sobre unos árboles y se dispone para hablar: “Os voy a explicar la Parábola del trigo y la cizaña. El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Mientras él y sus siervos dormían, vino el enemigo y esparció la semilla de la cizaña en los surcos, y luego se marchó. Nadie se dio cuenta, hasta que después de las lluvias y la escarcha, a continuación germinó el grano. Todas las hojas parecían iguales, pero enseguida se vio cómo la cizaña se agarraba al trigo y parecía ahogarlo. Los siervos fueron al dueño para avisarle que también crecía cizaña. “Yo escogí todos los granos iguales. Algún enemigo ha sembrado la cizaña en medio del trigo”. Los siervos le preguntaron si podían arrancar las malas espigas. “Ordena y lo haremos”. Pero el dueño les dijo que no, pues al hacerlo podrían arrancar también el trigo, y las espigas tiernas podrían resentirse. “dejad que estén juntas hasta la siega. Entonces diré a los segadores: “cortad todo junto y después, antes de atar las gavillas con la cizaña seca y las espigas de trigo maduras, separad la cizaña del trigo; haced dos montones. Lo malo se quemará y servirá de estiércol al terreno. Llevaréis el trigo a los graneros para más tarde convertirlo en pan. Mi enemigo sentirá vergüenza, será despreciado por Dios al ser un envidioso. Ahora comprended cómo es necesario vigilar para que la cizaña no se mezcle con el grano de trigo bueno, no queráis arder como la cizaña y no poder entrar como ciudadanos en el Reino del Señor. EL buen Dios os da la Palabra. El Enemigo vigila para que no logréis la pureza, y con ello vuestro pan se haga amargo y os dañe el estómago. No seáis indignos a los ojos de Dios, arrojad del alma todo lo nocivo. Idos hijos Míos, y la paz sea con vosotros”. La gente se marcha en silencio, meditando la enseñanza. Los Apóstoles, Elías, su hermano y su madre, y el viejo Isaac el pastor, se quedan junto a Jesús. El Señor les pide que se acerquen para que comprendan mejor el sentido universal de la Parábola. “La buena semilla simboliza a los hijos del Reino, que mezclada con la semilla del mundo, al ser cortada, se dañan las espigas que pertenecen a Dios. El diablo se apodera del alma humana y el hombre se convierte en enemigo de Dios. Y creatura del demonio. Cuando llega la siega, la cizaña se mezcla con el trigo que se lleva a los graneros, y con ello se indica el fin del mundo. Los ángeles se encargan de todo, separando el buen trigo de la cizaña, que se quemará. Lo mismo que los condenados, que irán al fuego eterno en el Último Juicio… Porque al Reino de los Cielos no entra la corrupción. Y separados ambos por medio de los ángeles, la cizaña irá al horno ardiente, “donde hay llanto y crujir de dientes”. Los justos, que son el grano selecto, irán a la Jerusalem Celestial, que es el Reino de Mi Padre y vuestro. Pero aún os daré una explicación más profunda. Entre los discípulos puede haber traidores. No os horroricéis, pues es así. El Sembrador, que es el Maestro, escoge a los discípulos, que son en realidad campos distintos en donde se encuentra el Reino de Dios, con los bienes que Dios regala. Y el Maestro los trabaja para que produzcan el cien por cien. Lo hace con amor, paciencia, sabiduría y constancia. Conoce muy bien la inclinación perversa del hombre, que se representa por medio de las ambiciones, debilidades, la sequedad del alma. Él siempre espera paciente, en oración, pues quiere llevar al hombre a la perfección. Pero los campos no están cercados con vallas, ni alambradas, ni tienen techos, por lo que el Maestro no es el único que entra en ellos, y la cizaña que penetra simboliza al mundo y sus vicios. Hay ortigas con sus venenos. La grama se refiere a los espíritus malignos que acaban con la paciencia del Maestro. Hay plantas venenosas que son muy bonitas por fuera, pero confunden y engañan causando la muerte. Y se debe gastar cuidado, pues el enemigo es un traidor, que aparenta ser inofensivo. El Maestro es inocente, Su bondad se puede confundir con debilidad, pues no piensa que el hombre pueda llegar a ser un homicida. Satanás golpea a los discípulos más alejados del Maestro; ellos no saben alejarse totalmente del mundo, donde habita el demonio. El oro, el poder, las mujeres, el orgullo y todos los vicios, condenan al hombre. ¿Por qué el Maestro no erradica de Sus filas al discípulo que no se convierte? Porque se pondría más rabioso al ver que ha sido descubierto, pues el demonio actúa en el hombre sin que nadie lo advierta. El hombre santo reza y se pone en las manos de Dios: “Señor, que se haga siempre Tu voluntad, con tal que yo sirva para Tus fines”. Dios mismo expulsará un día la mala cizaña que no es útil para el triunfo de Su Voluntad”. Ha terminado Su explicación, y Mateo dice que siempre es Satanás y sus secuaces los que atacan el alma humana, por tanto, la responsabilidad del hombre es menor. “Pero fíjate, Mateo, existe el bien, existe el discernimiento y la libertad absoluta para actuar”. Judas insiste en que siempre triunfa la voluntad de Dios. “Estás confundido Judas. Dios creó al león sin que fuera feroz, y a la serpiente sin veneno. Dios ahora los aleja del hombre para que no les hagan daño. Medita sobre ello. Ahora vamos a descansar a la casa de Elías”. Por una escalera exterior suben al piso alto de la vivienda. Jesús se instala en unas sombras de la azotea y se absorbe en Sus pensamientos. Al día siguiente llega Pedro de haber conseguido sus informaciones en Cafarnaum. Dice que hay alboroto por el encarcelamiento del Bautista. “El fariseo Simón le dijo: “aconseja a tu Maestro que no siga por el oeste del Jordán. Y acuérdate que no te he visto, acuérdate. Y dile al Maestro que soy su amigo”. Luego fui a ver al Centurión. Su siervo está recuperado del todo. Le conté las asechanzas que había sobre Ti, y la prisión de Juan el Bautista. El hombre lo comprendió. Me dijo que Roma no permite el complot y que estaría vigilando”. Después del relato, deciden que se marchan de allí. Caminan por un sendero algo peligroso, según dice Pedro, pero el Maestro les ha dicho que debe hacer algo muy importante en Cafarnaum, y tiene prisa por llegar. EL Grupo Apostólico va silencioso. Por fin han llegado a una campiña de pastos, y ya se ven muchas ovejas. El Rabbí observa a lo lejos a un pastorcillo, aligera el paso, se acerca al chiquillo y lo saluda. “¿Son tuyas las ovejas?” El crío Le dice que no, que él trabaja para unos amos ricos, y los pastores se reúnen para defenderse de los bandidos. Él es Zacarías, hijo de Isaac el pastor que murió hace unos años. Son muy pobres, por lo que debe ayudar a su mamá y hermanos pequeños. “Y no tengo que llorar, sino ganar dinero”. Jesús ve caer lagrimones de su escuálido rostro, y consuela al pequeño. “Tu padre está en el Seno de Abraham. Ten fe en que el Señor te protegerá siempre. Uno de los pastores que está escuchando pregunta a Jesús si ÉL es el Mesías. “Sí lo soy. ¿Tú Me conoces?” El pastor ha oído hablar de Jesús por toda Palestina. “Tú dices palabras santas, Señor. Te queríamos encontrar, pues a los montes donde vamos sólo aúllan los lobos”. El Maestro los invita a marchar hacia un bosquecillo próximo, cogido de la mano del pequeño pastor. Las ovejas siguen el cortejo, al tiempo que se entretienen comiendo yerba. “Mirad, lo que hacen los lobos allá arriba, también sucede aquí abajo con el hombre y Satanás. Vosotros conocéis la Ley, que practicáis fielmente, y un día seréis santos, preservados de toda corrupción. El manso y obediente ganado os enseña. Decid al Señor: “Dios es nuestro Pastor y nosotros sus ovejas”. Él os mira, os guarda y os da la vida. El “lobo” simboliza a los hombres perversos, que por orden de Satanás os invitan al pecado y os despedazan. Vosotros conocéis al lobo, que se acerca poco a poco escondido entre los matorrales, silencioso, pero cuando os tiene seguros, ataca a dentelladas. Igual que Satanás, que aprovecha vuestra debilidad y os arrastra al pecado. Pero tenéis cerca a un Médico comprensivo, que es Dios, y también vuestro ángel. Si os ataca el Maligno, gritad pidiendo ayuda. Amaos todos y proteged a este niño que perdió a su padre, y que él sea bueno y creyente, pues es más valioso que estas ovejas. Su orfandad es muy triste, que no se le haga insoportable. Pensad que Dios premia y castiga. Y tú, pequeño, piensa que Dios te cuida y el espíritu de tu padre vela por ti. Sed buenos. Os bendigo de todo corazón. Me marcho ya. Tengo que ver a otros corazones, rogad para que acepten a su Mesías”: Y besa al pastorcito que le mira embelesado. Iscariote pregunta al Maestro a dónde van, pero Él le responde escueto:”Por aquellas sombras cerca del río. A comer”: Todos se sientan a Su alrededor. Comen pan y queso. Los Apóstoles quisieran descansar un poco tumbados en la tierna hierba, pero Jesús no los toma en cuenta, se levanta y dice a todos:”vamos”. Pedro pregunta si van a Cafarnaum o a Tiberíades, pero Él sólo le responde con un “no”. “Vamos a Mágdala”. (Esta ciudad entonces tenía mala fama, por lo que Pedro se extraña, pues allí se encuentran sólo las diversiones y los lupanares). “Cristo ha venido a salvar lo que está perdido. Tú eres Cefas, Simón; serás Piedra. No recibirás daño alguno, ni este Juan, porque tampoco él quiere contaminarse con el mal. Pero es necesario ser fuerte y constante. Si oráis mucho, lo obtendréis del Padre”. Observa que Judas habla para sí y no está de acuerdo con Sus Palabras. “ ¿Qué dices, Judas? No te fíes mucho de ti mismo, pues Yo soy el Mesías y ruego mucho para que Satanás no Me contamine. Satanás penetra cuando sois orgullosos, por lo que debéis ser más humildes y vigilar”. Luego Jesús pregunta a Mateo por dónde es conveniente entrar. “Es mejor y más fácil entrar por el barrio de los ricos”. Es justo allí donde Él tiene la intención de ir. Y vuelve a preguntar a Judas de qué habla. El discípulo se queja que le pregunte lo mismo por segunda vez. “No he dicho nada”, Pero el Maestro le rectifica: No sólo se habla con los labios, también con el corazón. No hay que murmurar, ni calumniar con el pensamiento”. Se nota la riqueza de aquel barrio en el buen pavimento del suelo, en las casas con bellísimos jardines y huertos bien cuidados. Se oyen voces y gritos desde una de las lujosas viviendas, y unos niños que lloran. Una mujer dice en voz alta: ”¡Hijo mío!” Judas quiere ir a ver, pero Jesús se lo prohíbe, en su lugar manda a Mateo. “Señor, es un hombre judío que se muere, pues un romano le dio una puñalada en el corazón. Han acudido a esa casa su madre, esposa e hijos. Allí vive una mujer que no es su esposa”. Jesús dice:”vayamos hasta el lugar”. Hay hombres y mujeres alrededor del moribundo, uno de ellos reconoce al Mesías: ¡Él es el Rabbí de Nazaret”. El llanto de la madre con mano temblorosa explica al Señor que el moribundo está casado y con hijos, perdió la cabeza por esa joven. “Yo la maldigo, Señor”. Es María Magdalena, que arrinconada junto a una columna contempla la escena, medio desnuda, humillada a pesar de su belleza y el rico entorno que le acompaña. Jesús, sin mirar a la joven, le recuerda a la madre que también su hijo era un adúltero que abandonó a su esposa y a sus pequeños. Ordena que lleven al herido a su casa, con su familia, y todos siguen a la comitiva casi fúnebre. Advierten a Jesús que no hace falta, que ya se muere. Entonces Él pregunta a la madre si puede perdonar. “Dios perdona cuando hay perdón. El perdón es necesario para limpiar el corazón y obtener la Gracia Divina. He venido a salvar. Por compasión-se dirige al joven- Yo te digo:”levántate. Estás sano. Y no peques más”. El hombre se levanta, mira a su familia y se avergüenza. La madre está abrumada: “Hijo, estarías muerto, pero Él, el Rabbí de Nazaret te ha salvado. No te vayas más con una…” Jesús no quiere que diga nada más. “Cállate. Ten misericordia con ella. Tu casa ha sido santificada con el milagro que demuestra la presencia de Dios. Te darás cuenta que en la otra casa donde estaba no podía Yo hacer el milagro, porque había pecado en ella. A este hombre debéis cuidarlo para que no vulva a caer en el pecado”. La pobre mujer no sabe cómo agradecer al Maestro tanta bondad. El Rabbí se despide de todos. Luego sale a la calle con un cortejo que no se despega de Él y que Le sigue junto con los Apóstoles. María está junto a un árbol, cabizbaja. Pedro le suelta algún improperio y Jesús le reprende:”Yo no insulto. Tú tampoco lo hagas. Ruega por los pecadores, ese es tu deber”. María está avergonzada y marcha para su casa corriendo a todo correr. BIBLIOGRAFÍA: María Valtorta, “Poema del Hombre Dios”; Mt. 13,24-30 y 36-43; Dan. 9, 27; 11,31-36; 12,11; Mac. 1,57; Job 16- 7-11 Mt. 10, 1-2; 16, 13_19; Mc. 3, 13-16; Lc.6,12-14; Ju. 1, 40-42.

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