Pues como soy un cinéfago en toda regla, me olvido de mis desavenencias con la cartelera estas últimas fechas veraniegas de remakes y secuelas para darle una enésima oportunidad a uno de mis entretenimientos favoritos. Seguramente aún me dura el subidón de ver algo original con el último estreno de Tarantino en la retina todavía. Allá que voy, un vistazo a la oferta semanal en el cine. Valiente o inconsciente, ustedes juzguen…
Entre la mencionada cinta de tito Quentin, nos topamos con las de miedo de rigor tan marca de la casa por estos parajes: Infierno bajo el agua (ahora que hace calor, así se te quitan las ganas de asomar los bigotes por la playa) y A 47 metros 2: el terror emerge, calcadita a la primera mencionada (muy inteligente eso de estrenarlas a la vez), y encima se trata de una segunda parte, ahí es nada.
Y aquí con la peliculeja de turno del tiburón maligno que te come por los pies comienza el despiporre de las segundas entregas: seguimos ojeando la cartelera y nos topamos con Angry Birds 2, por si no tuvieron suficiente con la adaptación de un videojuego/más bien aplicación para móvil que trata de destruir cosas con pájaros explosivos de muy mal carácter. Pues hay segunda parte, sí señores y señoras. Y recién estrenadita que está para uso y disfrute del personal disfrazado como “cine para adolescentes”. Tengo yo, o al menos quisiera tener, llámenme inocente por con fiar en exceso si quieren, un concepto más amplio de la palabra “adolescente” como para ponerle el símil elíptico detrás de “tonto del culo”.
Ahí no acaba el carrusel de segundas partes del catálogo, no, que también podemos visionar la flamante Mascotas 2. Que a uno lo primero que se le viene a la cabeza es preguntarse “No fastidies, ¿existe Mascotas 1?”. Y ya luego dando vueltas al tema se llega a la conclusión de que sí, no se la han saltado. Se trata de aquella de animación encaminada claramente a público infantil que pasó por las salas comerciales allá por 2016, de los creadores de Gru, mi villano favorito, y por extensión, los Minions, con claro interés recaudatorio a manos llenas que incluso no sólo tuvo el éxito económico deseado, sino que también hasta unas críticas aceptables. ¿Da la cosa en cualquier caso para una segunda parte? Solicito amablemente que alguien responda a esta pregunta lanada al aire, porque quien suscribe me temo que no va a comprobarlo por sí mismo arriesgándose a perder hora y media de su vida en la intentona de divertirse con algo que su olfato canino le indica con clara evidencia que no va a lograr ese ansiado objetivo…
Así las cosas, en el ejercicio de prospección de segundas entregas en el que nos encontramos, seguimos buscando con los ojos como platos para toparnos con la joya de la corona. Olvídense de la continuación de nada, porque Fast & Furious: Hobbs & Shaw es ni más ni menos que el más difícil todavía, el rizar el rizo, el redoble de tambor del descaro que impera en el cine actual. Porque hay que tener el rostro de cemento armado para presentarnos el spin-off, ni siquiera una entrega propiamente dicha, de la ¡octava! parte de una saga y no morir de risa por el camino. Y el caso es que cuando a alguien se le ocurre la feliz idea y a otro alguien se le ocurre nada menos que financiarla alegremente sabiendo que va a funcionar, es eso mismo, que va a funcionar. Deberíamos hacérnoslo mirar.
Y a todo esto, yo pensaba contar que Sony y Disney se han peleado por Spider-Man y parece que no va a haber segunda parte del reboot del popular personaje de Marvel, pero esta otra segunda parte ya la vamos a dejar para otra ocasión, que me vengo arriba… o más bien debería decir abajo.