Desde las cinco de la mañana estoy escuchando ruido de la gente preparándose para iniciar el camino. Yo empiezo a las 6:30, recojo todo, me despido de mis compañeros de habitación y les deseo “buen camino”. Bajo donde las bicicletas y me encuentro a dos sudamericanos, nos saludamos y cruzamos unas breves palabras (a estos me los encontraré en varias etapas). Igual que ellos, me dedico a preparar la bici, pues el día anterior me había dado problema el desviador, lo ajusto, porque estoy seguro de que en esta etapa lo utilizaré bastante. Salgo del albergue y en una cafetería cercana me tomo el desayuno del peregrino (desayuno normal, pero con mejor precio).
Empiezo la etapa, hace un día radiante, y hoy me toca los montes de León, barrera natural entre la comarca Maragata y El Bierzo. Cruzando Astorga, por sus calles, me agrupo con los sudamericanos, hablan poco. El camino está tan lleno de peregrinos que me obligan a decir una frase que voy a repetir hasta Santiago “por favor, gracias, buen camino”. Al comenzar las primeras rampas tengo que dejar a los dos compañeros de ruta, ya que van excesivamente lentos, sobre todo uno de ellos. Al llegar a Rabanal del Camino realizo mi primera parada, me como una barrita energética y repongo líquidos. Empiezan los ascensos fuertes, pongo en marcha el molinillo (plato pequeño/piñón grande), se me une un catalán que lleva ya 7 días, ha salido desde Pamplona y, pronto empezamos a darle al “pico” con una conversación muy amena que nos alegra la subida hasta la mítica cruz de Ferro (1.551m). Me despido de mi compañero de subida, él quiere llegar a Villafranca del Bierzo. En la cruz de Ferro (punto más alto del camino francés), deposito la típica piedra que he traído desde Valladolid con un deseo, aunque en realidad la costumbre se basa en traer una piedra desde el lugar de origen con la idea de desprenderse de todo lo maligno, lo impuro que hay en nosotros y lograr la protección durante el camino. La base está llena de piedras con los deseos de miles de peregrinos que llegaron a este lugar.
Cerca de la cruz hay una zona ajardinada, con bancos y mesas donde descanso un buen rato mientras observo a los peregrinos. Hay de todo, los que llegan exhaustos a este mítico lugar, como el que llega en taxi con su mochila. En una mesa cercana hay dos bicigrinos mayores que yo. Cruzamos unas palabras y me aconsejan precaución en la bajada. Me los encontraré en varias etapas en las que compartiremos buenos ratos en algunos tramos del camino.
Me vuelvo a poner en marcha esperando que empiecen las bajadas. Pues no, todavía me queda culminar la subida al monte Irago con unas vistas espectaculares. Ahora sí, tras recomendaciones para los ciclistas de realizar el descenso por carretera, empieza una bajada impresionante. Tengo que estar continuamente frenando y llego hasta El Acebo, primer pueblo que nos encontramos de la comarca de El Bierzo con su arquitectura típica: casas de piedras con tejados de pizarra y balcones de madera. Un pueblo encantador, donde aprovecho para hacer una parada y tomar un refrigerio.
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