Escribe Vila-Matas en su libro “Dublinesca” que las casualidades gobiernan la vida. Y a fe que es cierto. ¿Quién le iba a decir a sus habitantes que aquel 29 de mayo de 1453 sería el comienzo del fin de Constantinopla, capital del Imperio Romano de Oriente, porque a alguien que volvía de hacer una salida al campo enemigo se le olvidó echar la tranca a la pequeña puerta llamada Kylókerkos? Por aquella pequeña y olvidada puerta, cerrada durante muchos años, entraron los turcos a la vieja Constantinopla. Aquel olvido fue fatal. Una casualidad que acabó con la capital del llamado Imperio Bizantino, desde que a la muerte del emperador Teodosio en el 395 se dividió el Imperio Romano. Algo más de mil años había durado el Imperio Romano de Oriente. El heroísmo de griegos, genoveses, venecianos, cretenses, italianos y un grupo de catalanes mandado por Peré Juliá y un puñado de turcos liderados por el príncipe turco Orchán, al servicio del emperador Constantino XII, nada pudo hacer por salvar a Constantinopla del sultán turco Mahomet. Una puerta mal cerrada fue el comienzo del fin del Imperio bizantino.
Después de la caída de Bizancio ha habido muchas otras puertas que han sido si no dejadas abiertas, sí entornadas o mal cerradas y por esas rendijas se han colado multitud de extraños que han causado la ruina de esos países. Países que han cambiado de manos porque los responsables de mantener cerradas las puertas han mirado para otro lado a sabiendas de que estaban causando la ruina de su propio país o ciudad. Una vez consumado el hecho, llegada es la hora de las lamentaciones y de la búsqueda de culpables. Sin embargo, los constantinopolitanos eran conscientes del peligro que corrían si cedían en la guardia. No era posible relajación ni molicie alguna. Sabían que el peligro estaba allí, al otro lado de las murallas, y, por eso, todos los habitantes de la ciudad, religioso o no, se aprestaron a la defensa de lo que consideraban un deber: evitar la caída de la ciudad en manos de los turcos. Incluso el mismo emperador, Constantino XII, el Paleólogo, murió en las mismas murallas. Su cadáver nunca fue encontrado. Pero allí murió defendiendo la ciudad como uno más. Sin embargo, mucho antes de aquel fatídico 29 de mayo de 1453, ningún soberano occidental se inquietaba por tener que salir de nuevo a luchar contra el turco tras las humillaciones de Nicópolis y Varna. Todos estaban confiados al buen hacer del sultán Mahomet. En cualquier caso, no se había de provocar a los turcos.
A este respecto, se me viene a la memoria Kosovo, parte integrante e irrenunciable de Serbia, y porque alguien dejó ‘su puerta’ Kylókerkos abierta a la entrada de albanos procedentes de Albania y Macedonia en número suficiente para que andando el tiempo, debido al crecimiento vegetativo de esta etnia, y con la ayuda de la OTAN, que bombardeó Belgrado para hacer desistir a los serbios de mantener y defender Kosovo, esa parte irrenunciable de Serbia, como es Kosovo, pasó a ser un país independiente. La historia se volvía a repetir: nadie se dio cuenta de cerrar esa puerta.
Ceuta también tiene ‘su puerta’ Kylókerkos que no está bien cerrada, si no abierta, sí entornada, y por esa rendija llevan años colándose extraños procedentes de Marruecos, y que, de una u otra forma, acaban tomando carta de naturaleza en nuestra ciudad. Pero parece que a los ceutíes no les inquieta ni perturba tal hecho. Esa falta de inquietud es una imprudencia que tiene difícil reparación, por no decir ninguna. ¡Cuán diferencia con los defensores de Constantinopla! La pereza intelectual de esta sociedad ceutí bovina y aborregada es proverbial y se limita al exabrupto tabernario. El colmo es que los contados ciudadanos que han elevado una débil protesta por lo que está sucediendo han sido calificados de “asustaviejas”. Sin embargo, contra hechos notorios no hay argumentación posible. Empadronamientos y asentamientos ilegales de marroquíes, un centenar de menores, a los que no hay forma de expulsar, parturientas y refugiadas marroquíes, casamientos con marroquíes, en fin, todo ello, andando el tiempo, conspirará en contra de los intereses de Ceuta y de los ceutíes. Y todo habrá sido porque a alguien se le olvidó echar la tranca cuando salió y entró de nuevo a Ceuta. Y porque no hubo nadie interesado en revisar esa puerta para ver si estaba bien cerrada o no. Nosotros también hemos tenido y tenemos gente descuidada y olvidadiza de echar la tranca a ‘nuestra puerta’ Kylókerkos.
Hoy día, desgraciadamente, todos los países de la UE tienen ‘su puerta’ Kylókerkos. Pero hay una diferencia, y no pequeña, con Constantinopla. Y es que todos los constantinopolitanos, fuere cual fuere su procedencia u origen, defendieron la ciudad hasta derramar su sangre. En total, se estima que unos 3.000 cayeron en la defensa de la capital del imperio Bizantino. Pero, eso sí, no se tienen noticias de que hubiera ningún traidor a la causa bizantina. Algo que no se puede decir de los ciudadanos que habitan los países de la UE. En Ceuta también hay ciudadanos que, por acción u omisión, conspiran, sin pudor alguno, para que no se eche la tranca a ‘nuestra puerta’ Kylókerkos, y así esta entrañable ciudad pasará a manos de nuestros enemigos ancestrales.