Teniendo en cuenta que en tan sólo dos semanas para la comunidad musulmana de Ceuta empezará el mes sagrado de su calendario lunar, considero importante realizar una breve introducción de lo que el mismo supone y a la vez realizar un llamamiento para que una celebración de tal envergadura sea compartida por el conjunto de la ciudadanía. Este mes como bien sabemos recibió el nombre de Ramadán, porque así fue mencionado en el Sagrado Corán. Ocupa el cuarto lugar entre los cinco pilares del islam, los cuales son el testimonio de fe, la oración, la limosna, el ayuno de Ramadán, la peregrinación a la Meca.
Además, en el mes de ramadán se reveló el Corán, libro sagrado de los musulmanes, y por tal motivo, en parte, se incrementa la importancia de su lectura y recitación en este mes para el colectivo islámico.
En esta fecha, los musulmanes de todo el mundo ayunan desde el amanecer hasta la puesta del sol, momento en el que rompen el ayuno y empiezan a llenarse las mezquitas hasta dar comienzo a las plegarias propias del mes de Ramadán, llamadas Tarawih, además de las oraciones de obligado cumplimiento diario.
Por otro lado no debemos obviar en ningún momento que el Islam se rige por el calendario lunar, y en consecuencia es necesario realizar una referencia a lo que ello supone. En primer lugar, los nombres de los meses, algunos de los cuales se refieren a las estaciones, tienen el origen en el calendario árabe pre-islámico, que originalmente añadía un mes cada tres años, con la finalidad de mantener el calendario lunar en armonía con las estaciones. Pero pese a su origen, el calendario musulmán obvia aquella corrección, por lo cual acumula una diferencia de 10 u 11 días por año respecto del calendario solar. Desde esta perspectiva, el mes de Ramadán ocupa el noveno lugar en el calendario lunar islámico, y el resultado es que los meses musulmanes se desplazan gradualmente por las estaciones de tal manera que, años después, el mismo mes cae en estaciones diferentes.
El ayuno obligatorio se realiza durante todo el mes de Ramadán, y consiste en la abstención rigurosa de comida, bebida y otras satisfacciones sexuales durante las horas de luz diurna. Esta práctica, que siempre forma parte de la enseñanza divina (<<Se os ha prescrito el ayuno como fue prescrito a quienes os precedieron..., >>2:183), tiene enormes beneficios para el alma y el cuerpo. Educa al hombre en la paciencia y el sacrificio, equipara a ricos y pobres en el hambre y la sed y, sobre todo, apartando al alma de sus apetencias cotidianas y automáticas, la hace volverse hacia lo sublime y la vuelve humilde y agradecida.
Finalmente, no me gustaría terminar esta sencilla referencia al mes sagrado del Ramadán sin pasar por alto que este mes tiene por encima de todo un carácter y esencia universal: de apelar al dialogo, a la conciencia, a la solidaridad, a la paz, al amor entre las personas; y que en consecuencia no puede pasar en nuestra ciudad como una simple festividad que celebra una parte de la población, sino que todos debemos procurar que un evento de tal magnitud contribuya a través de la participación de todos en la construcción de una sociedad mejor, y este loable objetivo se puede lograr convocando y realizando labores tales como: cineforum, charlas-coloquios, talleres, visitas culturales,… Por tanto, ¡ manos a la obra!.
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