También se puede morir de éxito. Esto es lo que ocurre cuando los destinos turísticos se masifican y soportan más visitantes que su capacidad de carga real. En estos casos, los ciudadanos de estas poblaciones, cansados de tanta masificación, protestan y se rebelan contra los turistas.
El problema es que aquí pagan justos por pecadores y las iras populares se dirigen contra todos, también contra los que no vienen a emborracharse, ni a hacer gamberradas. Muchas de estas protestas ya se venían realizado en Barcelona, antes de que la aventura independentista de cuatro iluminados originara una bajada notable del número de visitantes.
El problema no es nuevo. El programa de la OCDE para analizar los resultados medioambientales de 2004 sobre España se daban datos sobre el uso del agua y se indicaba que en el período 1980-2000 se había logrado disociar la extracción de agua dulce del crecimiento económico, al haber bajado un 3%, frente a un incremento del 7% del PIB. Sin embargo, también se reconocía que el crecimiento económico había conducido a un aumento de las presiones sobre el medio ambiente, tanto en lo relativo a contaminación, como al uso de los recursos naturales como el agua o el suelo y a un aumento en el deterioro del mismo, con una importante repercusión negativa en la salud pública.
Concretamente se indicaba en el estudio que el aumento de las llegadas de turistas internacionales en un 52%, así como la construcción a un ritmo de 700.000 alojamientos nuevos al año, la densidad de población en las regiones costeras y en las islas (donde vive casi el 60% de la población) era parte del problema.
De aquí se derivaban problemas como el elevado uso de agua, el consumo desigual entre Comunidades, o el bajo nivel de tratamiento de aguas residuales, que se había agravado como consecuencia de la sobreexplotación urbanística de zonas costeras, así como de la falta de recursos para su depuración.
Así, se advertía que España no podría cumplir la Directiva de la UE sobre el tratamiento de las aguas residuales en 2000. Y se avanzaba que sólo Comunidades como Madrid o Navarra estarían en condiciones en 2005 de cumplirla. Asimismo, indicaba que grandes núcleos de población, como Barcelona, Coruña, Cádiz o San Sebastián, carecían de sistemas adecuados de depuración.
A consecuencia de este problema, en el marco de la Organización Mundial del Turismo, el pasado 7 de noviembre se reunieron en Londres más de 60 ministros de turismo y expertos del sector privado, para tratar el tema de la saturación turística (“overtourism”).
La conclusión más importante a la que llegaron fue que el crecimiento del número de visitantes no era el problema, ni el enemigo, sino la forma de gestionar estas visitas. En este sentido, hicieron una llamada a los agentes turísticos a entablar conversaciones fluidas y de calidad con las comunidades locales, que, en definitiva, son los beneficiarios y/o perjudicados por la forma de gestión turística.
Es decir, como dijo el Secretario General de la Organización Mundial del Turismo (OMT), Taleb Rifai, “la clave está en gestionar el crecimiento de una manera sostenible, responsable e inteligente, y en utilizar el poder del crecimiento a nuestro favor”, añadiendo: «No podemos seguir construyendo hoteles de cinco estrellas en sociedades de tres estrellas. Los empleos y la caridad no bastan – necesitamos diversificar las actividades de los visitantes, reducir la estacionalidad y crear conciencia acerca de los destinos menos masificados».
"Las evidencias justifican las alternativas de cambio planteadas desde los organismos oficiales, en línea del desarrollo de un turismo sostenible y de una mayor atención a la innovación"
En un artículo que hicimos desde la Universidad de Granada y enviamos a la revista de Investigaciones Turísticas, después de realizar un análisis estadístico de la situación del modelo turístico español, concluíamos que las evidencias obtenidas justificarían las alternativas de cambio planteadas desde los organismos oficiales, todas ellas en la línea del desarrollo de un turismo sostenible y de una mayor atención a la innovación, a la creación de valores intangibles en las pequeñas empresas familiares, que son las que conforman un alto porcentaje de nuestro sector turístico, a la puesta en valor de nuestro patrimonio histórico y cultural, y al desarrollo de alternativas turísticas distintas al tradicional modelo de sol y playa.
También en esta reunión internacional los participantes expresaron su acuerdo con la necesidad de sensibilizar a las comunidades acerca de los beneficios del sector, de mejorar la utilización de datos macro para medir y gestionar el impacto de los turistas y de las corrientes de turistas, y de promover el desarrollo de las experiencias turísticas que comprometen y benefician directamente a las comunidades. Es decir, poner en práctica los principios de gestión de un turismo sostenible.
Ceuta no es un caso de masificación turística, precisamente. Sin embargo, sí es una ciudad que continúa buscando construirse como destino turístico, tanto entre los visitantes del vecino país Marruecos, como entre otros eventuales visitantes de otros lugares.
La condición es que se les haga una oferta turística interesante en aspectos distintos al tradicional turismo de sol y playa, como los históricos, los culturales o los deportivos, por poner algunos ejemplos.
Evidentemente, como ya hemos dicho en otras ocasiones, para que esto suceda, se necesitará realizar un plan en el que colaboren todos los sectores potencialmente interesados e implicados. Y lo más importante es que, si dicho plan se lleva a cabo, aprenda de los errores de otras ciudades para no repetirlos.