Las últimas infraestructuras que aún quedan en pie en el Sardinero, tras el derribo de la práctica totalidad de los barracones, cobijan a decenas de inmigrantes que han terminado formando otro asentamiento. Lo han hecho en el único barracón en pie y en una caseta tapiada a la que consiguen acceder por la ventana.
Allí viven, duermen, cocinan… en unas condiciones infrahumanas, muy cerca además del vertedero de basura, de restos de obra que aún no ha sido retirados a pesar de las continuas quejas de los vecinos. Lamentan que nadie se acuerde de ellos y advierten de que, con el calor, hay malos olores además de plagas de pulgas y ratas que acuden ante la acumulación de restos.
Dentro del último barracón hay basura acumulada, colchones y mobiliario en ‘convivencia’ con las personas que hay dentro y que viven en unas condiciones inhumanas. Aún así es la única manera en la que pueden, ajenos a las batidas constantes que las fuerzas de seguridad llevan a cabo en las escolleras.
Los vecinos de las viviendas próximas quieren alzar su voz, que su problema se visibilice para que se actúe en consecuencia, ya que por mucho que han trasladado sus quejas no se ha adoptado remedio alguno. A las condiciones insalubres en las que viven los últimos de los barracones del Sardinero, se suma la inseguridad a la que se enfrentan debido a las peleas entre ellos o a la presencia de individuos que quieren robar a los que allí duermen.
Durante varios meses la empresa propietaria del solar ocupado por los barracones llevó a cabo su derribo, pero quedó una de las naves en pie al igual que una caseta que ahora sirve de asentamiento. Las máquinas de obra dejaron de actuar sobre el terreno, quedando abandonada la basura así como escombros.
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