Hoy se celebra la festividad del Apóstol Santiago, al que el Papa Urbano VIII dispuso, en 1630, como único Patrón de la Nación española. Según una acendrada tradición, Santiago, díscipulo de Jesús que era conocido como El Mayor, difundió la fe de Cristo en la Península Ibérica, entrando por el sur y visitando esencialmente Portugal, Galicia y Aragón. Cuando se encontraba en la actual Zaragoza, se le presentó la Virgen María -que aún vivía- sobre un pilar, pidiéndole que en ese mismo lugar edificase una iglesia, precisamente donde hoy se alza ese espléndido templo dedicado a la Virgen en su advocación del Pilar.
Santiago murió decapitado en Jerusalen,y sus restos, de acuerdo con la mencionada tradición, fueron trasladados por sus discípulos a España, reposando en Compostela.
Cuentan las crónicas -incluso las escritas por historiadores andalusíes- que el Apóstol Santiago se apareció en algunas batallas de la Reconquista, montado en un blanco corcel, para ayudar a la victoria de las tropas cristianas. Cierto es que esas tropas al grito de “Santiago y cierra, España”, cuyo significado, según eruditos en el tema, implica una invocación al Apóstol, así como una exhortación a los ejércitos de los reinos hispanos para entrar decididamente en batalla, pues en su segunda acepción, la palabra “cierra”, según el diccionario, significa “combate, lucha”. Además de serlo de España. Santiago es Patrón del Arma de Caballería,tan bien representada en Ceuta por el Regimiento Acorazado Montesa nº 3.
El reputado historiador Claudio Sánchez Albornoz, quien llegó a ser Presidente de la República en el exilio, del cual no regresó hasta después de la muerte de Franco, afirmaba que “el culto a Santiago fue una fuerza poderosa galvanizadora de la resistencia de la cristiandad del Noroeste hispano ante el Islam”, añadiendo que “creyó la cristiandad y el viento de la fe empujó las velas de la navecilla de Occidente y el auténtico milagro se produjo”. Sin duda, Sánchez Albornoz, al hablar de milagro, se refería a la culminación de la Reconquista en 1492, con la caída del reino nazarí ante el empuje de los Reyes Católicos.
Ceuta, que había sido fenicia, griega, romana, visigoda, bizantina y de nuevo visigoda, hasta que aproximadamente en el año 710 pasó a poder de los árabes tras el oscuro episodio protagonizado por su Gobernador, el Conde D. Julián, fue reconquistada para esa cristiandad a la que aludía el citado historiador (ahí están los restos de la Basílica Tardorromana para demostrarlo) por el Rey Juan I de Portugal, quien inició así la expansión de los reinos ibéricos.
Los expertos no se ponen de acuerdo para señalar una fecha exacta a partir de la cual termina la Edad Media y se inicia la Edad Moderna. La sitúan, por Oriente, a la caída del Imperio bizantino en manos de los otomanos, y por Occidente en el inicio de la citada expansión de las monarquías peninsulares. Pues la toma de Ceuta por los portugueses fue precisamente el primer episodio de dicha expansión, lo que nos conduce, razonablemente, a situar el comienzo en Occidente de la Edad Moderna en aquel 21 de agosto de 1415, del que pronto se cumplirán seis siglos.
Aquella toma, según relata el cronista Eanes de Azurara, estuvo lejos de coger desprevenidos a los moradores de la ciudad, cuyo máximo dirigente, Zala Ben Zala, hasta había llamado a cabileños de las proximidades para que colaborasen en la defensa, aunque hubo de despedirlos, dados los desmanes que estaban ocasionando. No fue un sitio, por lo que los vecinos tuvieron ocasión de retirarse a las montañas próximas, como aclara el citado cronista. Así lo hizo incluso Zala Ben ala.
Ceuta es, por esencia, Occidente, del mismo modo que los ceutíes, por españoles, somos occidentales. Su historia ha estado vinculada, salvo excepciones que confirman la regla e incluso en un secular periodo de la dominación musulmana, a la de la Península Ibérica. Occidente, aunque algunos prefieran ignorarlo, hunde las raíces de su civilización en los valores inspirados por el cristianismo.¿Acaso hemos de olvidar y silenciar ahora un episodio fundamental de la historia que no solamente fue determinante para nuestra ciudad, sino que además marcó, para la humanidad, nada menos que el inicio real de la Edad Moderna? ¿Qué ha pasado para que aquello que se conmemoró jubilosa y unánimemente por los ceutíes en 1915 -el entonces quinto centenario- tropiece, ahora que va a cumplirse el sexto, con pegas e inconvenientes? Sí, ya sé que es una pregunta retórica, pero la formulo para que pueda servir de motivo de reflexión a todos, sin excepciones.
Adelante, pues, y sin complejos, rodeos, disimulos o tapujos, con la “Fundación 2015”, aunque haya quienes anden buscándole tres pies al gato. Melilla conmemoró hace unos años el quinto Centenario de su conquista por D. Pedro de Estopiñán. A Ceuta le toca ahora celebrar el sexto centenario de la suya por D. Juan I de Portugal y, con ello, algo tan significativo como es el comienzo de la Edad Moderna en Occidente.
Un poquito de sensatez, de comprensión y de ganas de integrarse, por favor. Ahora no vamos a cambiar los últimos seis siglos del devenir de esta tierra, ni a reescribir una “memoria histórica” sesgada como otra puesta de moda en los últimos años.