El manifiesto del filósofo y escritor Santiago Alba Rico, si pudiese llamarse así, alerta de que uno de los ‘fantasmas’ que, para mal, recorren hoy Europa es el de la islamofobia, el de la construcción de un “enemigo interno”, de un otro “adverso, sospechoso y potencialmente criminal”. “No hay ninguna incompatibilidad entre la democracia y el Islam”, comenzó el autor de ‘Islamofobia. Nosotros, los otros, el miedo’, tan actual hoy como hace tres años y medio, cuando vio la luz su primera edición.
Alrededor de 150 personas se dieron cita en el Salón de actos del Campus Universitario para escucharle durante una hora y medio, lo que duró su exposición inicial antes de la apertura del turno de preguntas, diseccionar ese “peligroso” fenómeno que se construye, precisamente, “desde el conocimiento, no desde la ignorancia”, y que se “normaliza” a costa de la complicidad o permisividad de las instituciones y los medios de comunicación, los grandes hacedores de lugares comunes.
La islamofobia es “transversal” y el autor la ve “en dere-chas e izquierdas”
Alba Rico repasó ante los presentes cómo la islamofobia, de forma similar al antisemitismo en su momento, se asienta en “reducir una multiplicidad a la unidad”, en este caso unos 1.500 millones de personas con una formidable diversidad interna cultural, religiosa y doctrinal que “se obvia”.
El siguiente paso es “considerar la unidad negativa”, concretamente “violenta, fanática y retrógrada”. Sobre un “sentido común elaborado por intereses ajenos a la razón” y en un contexto en el que todo acaba decidiéndose “en cinco segundos”, el Islam termina casi naturalmente asociado a “la violencia” o el extremismo, incluso en contextos ilustrados y progresistas.
Finalmente, la unidad se revela “inasimilable” y, por lo tanto, por rebelde, amenazadora. La guinda la pone su “racialización”.
El filósofo explicó que la islamofobia le resulta especialmente “inquietante” por “transversal” , porque se detecta “tanto en las derechas reaccionarias como en las izquierdas que se presumen más progresistas”.
Entre sus reflexiones hubo referencias también al uso del velo, que a su juicio siempre que sea libre debe ser defendido con firmeza por el feminismo, y un elogio encendido del “laicismo republicano”, el que garantiza tanto “la libertad de culto” como que “ninguna confesión o lobby económico toma las riendas del Estado”.