La ciudad lo empieza a anunciar, llenándose sus calles de arcos de luz, de preparativos de sus calles; ya se ven instalar los primeros puestos de turrones en La Marina que hacen de preludio a un recinto ferial que, metros más allá, emerge bajo miles de bombillas de colores y que ya empieza a ser una realidad gracias a la labor de tantas personas que hacen este efímero, lúdico y festivo espacio, y que toma sentido exclusivamente con un nombre: Virgen de África.
En la Ciudad se percibe la cercanía de algo grande. Más que grande, algo intrínseco e inseparable a Ceuta, como son los días que la Ciudad prepara para festejar a la mayor Perla que tiene esta tierra, el Faro que la guía de manera incondicional y sutil como solo una Madre sabe hacer; son los días de la Esperanza con mayúsculas de una sociedad que sabe, con las diferencias lógicas que en ella existen, que Santa María de África llegó hace 600 años para quedarse y reinar en nuestros corazones. Para ser la Gobernadora, por encima de cualquier estamento, que dicta nuestros designios y que la Historia caballa ha confirmado y confirma su lugar prioritario y decisorio en la misma.
Pero si en la Ciudad se atisba algo especial en estas fechas veraniegas, más se concentra una atmosfera distinta en el eje central de Ceuta donde se sitúa su clave de bóveda: el Santuario de Santa María de África. Aquí los preparativos se cuentan por cientos. La Parroquia que lleva por nombre el más bello de esta ciudad, vibra en estas fechas y con ella, indiscutiblemente, la Hermandad que la venera y da culto desde siglos, manteniendo su devoción independientemente de los vaivenes del tiempo.
Una Hermandad que se prepara para celebrar su día grande, como es la festividad de nuestra Patrona. Detalles, ajustes, llamadas, cansancio, reuniones, montajes, sueño,… y un largo etcétera de situaciones que conllevan una indudable entrega de horas del tiempo personal de cada uno, cada una de ellas sin la superficial retribución económica, pero sí con un pago mayor, como es la satisfacción propia y espiritual de regalarle muestro tiempo a una Madre que da el ciento por uno a toda persona al que a Ella se acerca con el corazón. No hay pago más verdadero y satisfactorio que el Amor a Cristo y su bendita Madre.
Sencillamente esto es lo que mueve a la Hermandad, a su Junta de Gobierno, su Grupo Joven y su equipo de mayordomía, la cual inmerecidamente presido, a perder el sueño y superar el cansancio en estas fechas de preparativos de Novena, Ofrenda, Procesión y Besamanos a Santa María de África. Verdaderamente es una larga secuencia de actos que solo pueden ser llevados con alegría e ilusión cuando se quieren alcanzar con experiencias que están infinitamente lejos de las terrenales.
Aquí el trabajo no es de uno, sino de todos. Todos hacen realidad lo efímero de estos solemnes actos de culto con un único fin: exaltar a nuestra Patrona para acercarla y hacerla Madre de todas las generaciones.
Este es el gran valor tan desconocido de pertenecer a la Hermandad de Santa María de África, como es colaborar, en definitiva, en mantener viva la presencia en nuestras vidas y en los que vendrán, de una Fe que es innata en los ceutíes y que sin ella la Historia de Ceuta llegará a su fin.
En nuestras manos queda.
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