Hace ya bastante tiempo que adquirí la sana costumbre de prestarle la atención que se merece a cualquier producto, siempre de calidad, que ofrezca la BBC. Los puñeteros británicos saben cocer a fuego lento historias que atraen, que aportan algo distinto, que están cuidadas en manufactura y detalles como el espectador exigente demanda; y luego están los repartos, generalmente de la tierra, y de todos es o debería ser conocido que la escuela británica de interpretación bien podría ser la mejor del Mundo. Al principio no me perdía una serie policiaca de la BBC, se me ocurre por ejemplo entre muchos, recomendar al respetable la magnífica Line of Duty, pero luego fue la cosa ampliándose en vista de que no me topaba con una mala, fuese la ambientación que fuese. Además, el formato suele acompañar, con repartos poderosos, y pocos capítulos de larga duración, cuando no son directamente miniseries, como es el caso que nos atañe en esta ocasión.
La sangre helada es una producción de 5 capítulos y reparto “british” en el que el lustre del cartel lo pone Colin Farrell, no necesita presentación. Su trama ubica a la tripulación de un ballenero inglés del siglo XIX en un viaje más al norte de lo habitual, con bastantes secretos, intriga, misterios y un tripulante que interpreta Farrell que resulta desde el primer instante ser un mal bicho de tomo y lomo. A convivir (y sobrevivir) tocan. De entre una buena caterva de rudos marineros debemos resaltar la presencia de un médico caído en desgracia con mayor sesera, formación y sentido común que la media de la época, y que se erige como el contrapunto a tanta brutalidad.
La serie es gélida, sucia y oscura (en lo estético y en lo narrativo), maravillosamente realista, intensa, a veces asfixiante, pero nunca aburrida; la atención del espectador está garantizada por lo atractivo de sus personajes, por las difíciles relaciones entre ellos, y por la necesidad de saber qué va a ocurrir en los próximos minutos de metraje, ni siquiera en el siguiente episodio. Y eso que no se trata de una serie trepidante, el ritmo que debe transmitir un viaje en barco (a mí me recuerda muchísimo a Las aventuras de Arthur Gordon Pym, de Edgar Allan Poe) es necesariamente pausado, pero sí de suspense del bueno que nos tendrá en vilo.
La naturaleza humana en una época de dureza se impone en todo el relato, pero quiere uno pensar que (algo) hemos evolucionado y que no todo el mundo tiene dentro a un monstruo en potencia. Vean, disfruten y juzguen ustedes… Y la próxima serie de la BBC que se les ponga a tiro, que no tengan que recomendársela para darle una oportunidad.
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