La agricultura marroquí, cuyos productos han sido siempre una de las estrellas de sus exportaciones, ha conocido un 'boom' en los últimos años, aunque nunca se menciona el precio, en recursos hídricos, que eso le está costando a Marruecos, un país semiárido al fin y al cabo.
En otras palabras, hay productos que, como la sandía, consumen más agua por unidad que una persona.
Marruecos adoptó en 2008 el ambicioso "Plan Marruecos Verde" y apostó por privilegiar la agricultura de la exportación, un éxito innegable que, sin embargo, pero no ha logrado revertir la dependencia del país de la lluvia, según los expertos.
El Alto Comisariado del Plan (HCP), organismo que distribuye las cifras macroeconómicas fundamentales, subrayó recientemente que la agricultura consume anualmente el 87% de los recursos hídricos del país.
Las que más estrés hídrico sufren son las regiones sureñas de Souss y Draa: con un clima árido y semiárido, en ellas conviven la agricultura tradicional y otra más moderna y muy demandante de agua.
"Exportamos agua a Europa"
El ejemplo más llamativo es el cultivo de la sandía en la provincia sureña de Zagora, donde se ha cultivado durante siglos la palmera datilera, que sobrevive con muy poca agua.
El vicepresidente de la filial de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH) en Zagora, Ibrahim Rizkou, cree que cultivos "ajenos" a la zona, como la sandía, constituyen la razón principal de la actual crisis del agua potable en una zona que vivió en 2017 el llamado "hirak de la sed", con protestas sociales por los continuos cortes de agua.
"Estamos exportando agua a Europa", explica gráficamente Rizkou.
Por su parte, el presidente de la ONG Amigos del Medioambiente en Zagora, Jamal Akchbabe, denuncia la expansión de las superficies destinadas a la sandía, introducida con el Plan Marruecos Verde: de las 400 hectáreas iniciales se ha pasado a 15.000 en doce años.
"Un hectárea de sandía consume 6.000 metros cúbicos de agua al año. Mientras unos disfrutan de la dulzura de una sandía, aquí hay otros que no encuentran agua para beber", lamenta Akchbabe.
Si la sandía fue rentable para los agricultores en los primeros años, la explotación "abusiva y arbitraria" de la capa freática aumentó la salinidad del suelo, lo que redujo la calidad y cantidad de las cosechas e hizo que los agricultores trasladaran sus campos de sandía hacia Tata, región igualmente árida y que probablemente sufrirá una similar sobreexplotación.
En la campaña 2019-20, Marruecos exportó 241.000 toneladas de sandías, un 44 % más que la anterior campaña, y se sitúa ya entre los diez primeros productores del mundo.
Según un reciente informe de Amal Ennabih, investigadora en el "think thank" Instituto Marroquí de Análisis de Políticas (MIPA), la política gubernamental de riego "puede haber profundizado las desigualdades sociales" y convertido a la sociedad marroquí en "más vulnerable" al cambio climático, poniendo en riesgo la seguridad alimentaria e hídrica del país.
Ennabih cuestiona las actuales políticas de gestión del agua por tratar problemas que son estructurales con "planes emergentes y cortoplacistas".
"El agua almacenada a través de múltiples y costosos sistemas hidráulicos se exporta principalmente en forma de cítricos, otras frutas y verduras", pone como ejemplo.
Sequía estructural
Marruecos ha sumado en 2020 su tercer año consecutivo de sequía: los 140 embalses del país están al 39% de su volumen y solo al 12% en la presa de Youssef Ben Tachfin, en la región meridional de Souss, precisamente puntera en la producción agrícola.
En la zona ya hay varias ciudades con cortes de agua nocturnos desde el pasado 3 de octubre.
Para el activista Hussein Oulhous, de la misma región, la sequía y la explotación "agresiva y permanente" del agua mediante un sistema de bombeo en las grandes explotaciones agrarias han contribuido a vaciar los acuíferos de la zona.
"En los años ochenta, la profundidad de un pozo era de unos 60 metros; ahora, hay que perforar hasta 260 metros para encontrar agua", dijo Oulhous.
Por su parte, Mohamed Haqqoun, un agricultor de la provincia de Agadir, también en Souss, cree que el país sufre una sequía estructural que no permite una renovación de los recursos hídricos.
Haqqoun añade que pese a haber reducido las superficies plantadas y quitado los cultivos demandantes de más agua (como las frambuesas), se ciernen amenazas sobre la producción en la actual temporada y consecuentemente sobre los empleos.
"Antes un hectárea de pimiento me daba 45 toneladas, pero ahora sólo me da 20 toneladas, que no cubren ni los costes de producción", deplora.