Su presidente, Hamido Mohamed ‘Frugi’, es uno de ellos. Mientras pasea por las recónditas callejuelas que se esconden tras su arteria principal, y que desprenden el auténtico sabor que define al barrio, rememora tiempos pasados, de la vida entre los vecinos y de los baluartes que inyectaban vida al barrio. Cuatro cines, una plaza de toros y hasta feria, a los que les acompañaban un amplio abanico de establecimientos, de principio al fin del barrio, que le insuflan una vida de la que carecía “hasta el centro de Ceuta”. De hecho, Hadú siempre ha sido considerado el segundo centro neurálgico, y salir del barrio se podía presentar más por placer que por necesidad.
Pese a todo, continúa siendo una zona con un gran movimiento comercial
“Ahí estaba el Baviera, el de los pollos”, dice señalando a la galería Parres. “Todos los domingos había cola. También era un restaurante y sus fiestas de fin de año eran famosas”, recuerda. El presidente comenta que “el barrio no es ni lo que era. No os hacéis una idea. De los antiguos quedamos muy pocos”. Y vuelve a hacer otra parada. En esta ocasión frente al Mercado. “Ahí estaba el cine Astoria. Frente al cuartel de la Guardia Civil, el Terramar, y en la plaza Víctimas del Terrorismo se instalaba la Feria”.
Pese a todo ello continúa siendo una zona con un gran movimiento comercial y su población ha aumentado considerablemente en las últimas décadas. Hadú ha cambiado, pero su esencia todavía se respira en sus calles y rincones.
Las últimas décadas han hecho mella en Hadú. Los veteranos o ya no están o se han marchado, y han sido relevados por nuevos vecinos. Otros aires y demandas que han cambiado y remplazado a sus establecimientos más antiguos.
Apenas unos cinco se esfuerzan por sobrevivir al paso del tiempo. Los vecinos se sumergen en el túnel del tiempo e intentan describir que ese Hadú que ellos recuerdan estaba plagado de bares, donde tapear “o tomarse una cervecita”. El bar ‘La Perla’ es el único baluarte de la gastronomía o la bebida que todavía sigue en pie. Un negocio familiar que ha pasado de generación en generación y que frecuenta desde hace 23 años ‘Rafaelito’, “porque mi padre es Rafael”. Al frente de este pequeño bar reformado, invita a tomarse un refrigerio “a cualquier hora del día, porque tenemos de todo”.
Al cruzar la puerta de la joyería ‘La Suiza’ sus paredes desprenden el olor de un negocio familiar que se remonta tres generaciones “Mi abuelo la fundó en Marruecos y mi padre la trasladó hasta Ceuta”, explica Antonio Ramírez.
“Con Miguel termina el negocio”, afirma el actual propietario de este estanco que heredó de su tía hace varias décadas. “Se abrió en 1961 y probablemente este sea el último año de su existencia”.
El Mercado de San José, en pleno centro de la avenida Teniente Coronel Gautier, es un fiel reflejo de la decadencia que ha experimentado el barrio. El que tiempo atrás era parte del núcleo de actividad matutino de la zona alberga, ahora, a unos pocos que siguen apostando por el comercio tradicional y el pequeño negocio.
Cuando el reloj anuncia las 10.00 horas y su homónimo del centro se embarca en una frenética actividad, el de San José parece un mercado fantasma. Con más de un 75% de los puestos cerrados y apenas un par de vecinos de compras. Si bien, un par de horas más tarde la estampa es algo distinta, tampoco llega a alcanzar ese auge que necesita. “Últimamente el negocio del mercado ha bajado muchísimo, las grandes superficies se han comido a la mayoría de los mercaderes que no han podido aguantar”, explica Frugui. “Algunos apuestan todavía por abrir sus negocios, pero el último apenas duró unos pocos meses”, se lamenta.
De los tenderos más veteranos tan solo resiste Himo. En su puesto de fruta y verdura sonríe cada vez que se acerca un vecino. La confianza, la cercanía y el trato distan mucho de esos ‘gigantes’ que los están devorando. “Intentamos aguantar, aunque cada vez es más difícil. Aunque, por suerte, tenemos a nuestra clientela fiel que nunca nos olvida”, afirma. Y varios de esos fieles salen cargados en dirección hacia la zona de pescadería. Rosa, manifiesta que la calidad del mercado es “difícil” encontrarla en otros establecimientos. “Somos vecinos, nos conocemos de toda la vida, si tienes algún problema puedes volver. Hay más cercanía. Comprar en el mercado es como hacerlo en familia”, expresa.
Escondido entre su puesto de ultramarinos, otro de los mercaderes muestra su malestar “por el olvido de las autoridades”. Expone, entre los principales problemas a los que se enfrenta, los horarios de apertura. “Son muy limitados, es uno de los hándicap que nos impide competir contra las grandes superficies”. Hace meses que demandan continuar con la actividad por la tarde, pero es otra de las “tantas demandas” que se desvanecen por el camino.
“El deporte es el motor para incentivar una vida sana entre las nuevas generaciones, a través del que hacemos una labor social”
El deporte siempre ha sido un eje de la vida en San José. Es la única barriada que puede presumir de tener un equipo de fútbol homónimo de un club de primera división.
Los comerciantes del barrio, aficionados a este deporte y simpatizantes de este club decidieron fundar el equipo y así nació el Betis de Hadú en 1941. “Su sede estaba en el bar Lara. Empecé a llevar el equipo, primero con prebenjamínes y ahora estamos en varias categorías”, afirma Frugui.
Un club por el que han pasado figuras tan destacadas como Pirri y que actualmente juega en las categorías de juvenil, regional y alevín.
Más allá del deporte, el presidente y entrenador destaca el poder de “convivencia y unión”. Con chicos del Príncipe, Los Rosales o el propio barrio, “es el motor para incentivar la vida sana entre los jóvenes y que, además, es nuestro instrumento para hacer una labor social”.
Frugui también entrena a los menores del centro de ‘La Esperanza’. “Algunos han fichado por el equipo de juveniles e, incluso, por la AD Ceuta”.
Se acaban de cumplir seis años desde que la asociación cultural Al Idrissi estrenara la sede situada en la calle Romero de Córdoba. Con nuevas aulas, una biblioteca y sala de usos múltiples, se sitúa como un impulsor de la actividad entre los niños y jóvenes de San José.
Desde clases de alfabetización a dariya, más un cargado programa de talleres en el exterior, configuran su actividad semanal. Además, por las mañanas prestan sus aulas a Digmun para que imparta clases a los niños sin escolarizar.
Juan José: “Soy uno de los vecinos más antiguos. Regenté durante cuarenta años un puesto en el Mercado”
Vicente: “Aquí se vivía maravillosamente. Mejor que en el centro. Aunque el barrio ha cambiado mucho, algunos nos resistimos a abandonarlo”
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