Desde diversos grupos ecologistas se ha lanzado una campaña masiva de recogida de firmas a favor de las abejas. La cuestión es que, como nos dice Greenpeace, una tercera parte de la alimentación mundial y un 90% de las flores silvestres dependen de estos animales y de otros polinizadores.
Pero antes de ellos, ya Einstein nos advirtió del peligro que correríamos si las abejas se extinguían: “si la abeja desapareciera de la Tierra, al hombre sólo le quedarían cuatro años de vida: sin abejas no hay polinización, ni hierba, ni animales, ni hombres”.
En el informe que ha preparado esta organización (accesible en su página oficial), se nos dice que el trabajo que hacen los polinizadores es “gratuito” y está valorado en 265.000 millones de euros al año en todo el mundo y 22.000 en Europa. Y referido a España, se concluye que el 70% de los principales cultivos para consumo humano dependen de distintas especies de polinizadores, siendo su aportación de unos 2.400 millones de euros. Sin las abejas, la producción de manzanas o sandías podrían desaparecer o disminuir drásticamente en algunas zonas, que los convertiría, de esta forma, en artículos de lujo. Según las estimaciones efectuadas, en Europa se han reducido las poblaciones de abejas en un 20%. La causa más directa es el uso de plaguicidas tóxicos. De hecho, en España hay 319 plaguicidas reconocidos como muy peligrosos por el propio Ministerio de Agricultura. Por tanto, es esencial conseguir prohibiciones parciales y temporales de estos productos, así como fomentar la agricultura ecológica. Todo lo anterior, también está relacionado con el cambio climático.
El Informe de 2010 sobre Desarrollo y Cambio Climático del Banco Mundial indicaba que el aumento futuro de la temperatura proyectado durante los próximos 100 años debido al crecimiento de las emisiones de gases de efecto invernadero, podría representar un calentamiento del planeta de 5ºC con respecto al periodo preindustrial. En 1995 el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (PICC) advertía que dicho cambio climático supondría amenazas para la salud humana, pues se duplicarían o triplicarían el número de muertes debidas al calor, se alterarían los suministros de alimentos, desplazaría a millones de personas y la diseminación de climas tropicales más calientes traería malaria, encefalitis, además de otras enfermedades infecciosas provocadas por inundación del alcantarillado y los sistemas sanitarios costeros. Todo ello se está confirmando, a la luz de los nuevos datos que nos dan desde este mismo organismo.
En el Informe de Desarrollo Humano de 2013 se nos da cuenta de los resultados de algunos estudios que reafirman los argumentos de que el progreso del desarrollo humano no necesita intensificar el uso del carbono, sino mejorar las políticas ambientales. Lo que nos dicen es que lo que más se necesita es prestar mayor atención al impacto que los seres humanos producen en el medioambiente, pues de lo contrario el desastre ambiental provocará que unos tres mil millones de personas más sufran pobreza extrema en los próximos 30 años. Es decir, desde los organismos internacionales se reclama un “enfoque climático inteligente”.
Al objeto de analizar las consecuencias de nuestra actividad económica en el mundo, un grupo de investigadores de la Universidad de Granada hemos calculado un índice de impacto para los 214 países que hay registrados en el mundo, y lo hemos puesto en relación con sus correspondientes tasas de mortalidad, para una serie disponible en el Banco Mundial desde los años 60 del pasado siglo. Los resultados han sido sorprendentes. Por un lado, corrobora que nuestra actividad económica está afectando claramente al incremento de la mortalidad en el mundo. Por otro, y esto es lo realmente asombroso, se descubrió que esta influencia se produce en mayor medida en los países desarrollados, añadiendo Rusia y China. Es decir, el impacto que causamos al planeta está provocando una especie de “efecto boomerang”, que está empezando a golpear con fuerza a aquellos países que más contribuyen al mismo. Quizás esta sea la explicación a la implicación directa del Presidente de los Estados Unidos en la reciente campaña de concienciación de los meteorólogos de su país, de los que un alto porcentaje sigue sin creer que el hombre esté detrás del cambio climático. Por nuestra parte, además de participar en todas aquellas campañas que se promuevan a favor de la sostenibilidad del planeta, nos queda otra importante acción. En las próximas elecciones europeas deberíamos apoyar a aquellos grupos que hagan una clara opción a favor de la Europa de las personas y, por tanto, de la sostenibilidad ambiental. Que yo sepa, son muy pocos los grupos que llevan propuestas de este tipo en su programa electoral. Primavera Europea es uno de ellos.
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