Si por algo está marcada la vida de la nueva delegada del Gobierno, Salvadora Mateos, es por una palabra: reto. Sus años han estado definidos por la consecución, a base de lucha, de pequeñas metas que se presentaban como esos retos que debía alcanzar.
Y lo consiguió. Mujer, nacida en una familia humilde en Malcocinado (pedanía de Medina-Sidonia, en Cádiz), si recaló en Ceuta fue ‘por culpa’ de quien es, sin duda, su apoyo vital, su marido Antonio Ruiz. Maestra y directora en dos colegios de nuestra ciudad, diputada en la Asamblea y consejera de Asistencia y Bienestar Social entre los años 1995 y 1996, responsable de la Oficina de Extranjería... ahora se enfrenta al que, sin duda, va a ser su puesto de responsabilidad más complicado: el de delegada del Gobierno.
A Mateos se le ve fuerte, animada, con ilusión y ganas. Conocedora también de la hilera de problemas que tiene encima de la mesa, liderados por esa frontera del Tarajal erigida en una pesadilla común para toda la ciudadanía.
Ha elegido a su equipo, sus fieles para la remontada. Mañana, a las 19.00 horas, tomará posesión como delegada del Gobierno. Dará tiempo a conocer su gestión, a preguntarle sobre la misma, a criticarla o elogiarla.
Hoy El Faro se centra en saber quién es ella, la mujer que todos conocen como Ory, reconocida por padres y niños que han pasado por los colegios que ha dirigido; la mujer que recibió una llamada nunca esperada para ‘torear’ en la que es, sin duda, la plaza más compleja.
–Nací en una pedanía muy cerquita de Benalup Casas Viejas, en aquella época en las pedanías no había maestras, solo maestros. Mi padre, desde siempre, tuvo la visión de que las mujeres teníamos que destacar. Yo tengo tres hermanos varones y desde el primer momento mi padre lo tenía claro: tenía que ser igual que ellos e ir al colegio.
Así empecé a ir a clase, siempre con los niños. Tenía 9 años y ya una formación, una preparación que otras niñas no. El maestro que teníamos, viendo que era una niña que destacaba, solicitó una beca por la que me examiné en Cádiz. Me la concedieron y tuve que irme allí con once años porque donde yo vivía no había institutos.
–Así fue, me vi en Cádiz capital sola, viniendo de un pueblo muy pequeño. Fui la primera niña del pueblo que marchó a estudiar y terminé haciendo Magisterio porque desde pequeñita mi ilusión era la de ser maestra, porque era lo que había notado que faltaba en mi pueblo. Siempre lo tuve claro, de tal forma que tengo incluso compañeras maestras que me echan la culpa de serlo. Mi abuela, que era muy graciosa, decía mi nieta será directora de colegio...
–(Risas), sí.
–Acabando de terminar Magisterio fui a acompañar a una maestra que llegó destinada a mi pueblo a la Inspección y el inspector jefe, que había sido profesor, me ofreció una escuela de difícil desempeño, en medio del campo, a donde no quería ir ningún maestro ni maestra.
Yo tenía 18 años y me fui. Quería trabajar. Cuando llegué a Alcalá de los Gazules tenía que ir al colegio, que estaba a 18 kilómetros, en caballo, porque no había ni carreteras ni nada. Teníamos que cruzar un río tres veces... una auténtica odisea para llegar a la escuela.
–Una escuela, con una casa de maestro al lado... pero sola, en medio del campo. Allí la población se autoabastecía: tenía su campo, su alimento, ellos hacían el pan, aceite, su jabón... era un sitio curiosísimo en el que fui muy feliz. Tenía 30 niños de todas las edades, de todas las capacidades... que habían tenido una maestra hacía años y después nunca nadie más había aparecido por ahí.
–Ese fue el primero. Daba clases desde las 9.00 hasta las 14.00 horas a niños que, en muchos casos, venían desde muy lejos.
Las tardes se hacían eternas y me encontré con que los padres de esos niños no podían ayudarles en sus tareas porque no sabían ni leer ni escribir. Así que a partir de las seis de la tarde me dediqué, sin cobrar nada, a enseñar a esos padres... se me llenó la clase.
Tenía señores mayores que se acercaban para aprender a leer y escribir. Cuando terminó el curso mi sorpresa fue que me llamaron de la Inspección de Cádiz para anunciarme que el colegio desaparecía pero los niños serían trasladados a Alcalá de los Gazules.
Como premio me dieron a elegir el colegio que quisiera, en el sitio que quisiera. Me mandaron a Arcos de la Frontera, al servicio de la Inspección, y luego regresé a Malcocinado, mi pueblo.
–Tenía 21 años, me casé con mi marido que es de Ceuta pero lo habían destinado de maestro a Malcocinado, donde lo conocí cuando tenía 14.
–Pedí interinidad y me dieron el colegio que se llamaba entonces ‘Varela’. Nacieron mis dos hijos y fue en el año 82 cuando me nombran directora del centro.
Empezó a gobernar el PSOE y me comunicaron que querían empezar a cambiar los nombres de los colegios... entonces dije que el mío se llamaría con el de una mujer: Rosalía de Castro, a la que yo le tenía mucha admiración.
–Sobre el año 84 me llamó Juan José León, que era director provincial, para comunicarme que se iba a poner en marcha un programa de educación basado en recoger a niños de la calle no escolarizados.
Así que me fui junto a más compañeros a poner en marcha ese proyecto. Nos dedicamos a patearnos el Príncipe para ver que niños no iban a clase e intentar reconducirlos para que se sacaran el Graduado Escolar. Se montaron talleres de todo tipo.
En el año 87, con el programa que ya estaba en marcha, regresé a mi escuela. Del ‘Rosalía de Castro’, donde tenía mi plaza, me fui a Manzanera. Ahí he estado hasta hace un año y medio.
–Así fue, y he sido jefa de estudios casi todo el tiempo, aunque interrumpí en el año 95 cuando me llamó Juan Hernández para ir en las listas del PSOE.
–Gobernamos un año, fui consejera de Bienestar Social, después diputada... y ya con Jerónimo Nieto como delegado del Gobierno me nombró directora de la Oficina de Extranjeros, que para mí fue otro reto. Allí estuve muy feliz, trabajábamos muchísimo... pero llegó un delegado nuevo que cambió todo y me fui a mi colegio otra vez, donde siempre he estado.
–Pues desde el año 71 hasta que 2016, figúrate. He tenido a los niños y sus padres. Incluso los que tuve en el Príncipe con ese programa de escolarización, que todos se recondujeron muy bien, me han traído a sus hijos al ‘Vicente Aleixandre’. Y padres de ‘Varela’ también me los han traído.
–Sí, la verdad que sí.
–Mi pueblo siempre ha sido de socialistas. Eso lo he vivido en mi casa desde pequeña, con mis padres. Mi madre murió muy joven, con poco más de 50 años.
Malcocinado está de Benalup a cinco kilómetros y medio, mi madre estaba llegando al cementerio y la gente saliendo todavía de Malcocinado, porque había hecho tanto, había sembrado tanto durante su vida... que la gente no se lo podía creer.
Tenía un espíritu de ayudar al que le faltaba. Y todo eso lo he vivido en mi casa. Con mi padre, igual.
–Mis hijos son más que yo. Lo viven, siempre lo han vivido.
–Bueno, vosotros fuisteis testigos de aquello. Hubo un momento en el que no me dejaron afiliarme al PSOE, ese día me harté de llorar.
Fueron meses en los que lo pasé muy mal. A otro le hubiera dado igual, pero para mí era lo más grande que no dejaran afiliarme de segundas. El partido nunca debía haber desaparecido.
Éramos un grupo de compañeros muy grande y unido, pedimos una Asamblea porque no nos explicábamos que la secretaria del partido se hubiera ido y no dejara nada, queríamos saber qué podíamos hacer. Por pedir una Asamblea pasó eso.
Fueron los momentos duros. Me había dedicado en alma y cuerpo al partido. Cuando fui consejera de Bienestar Social estábamos Alberto Núñez, Juan Hernández y yo... e hicimos muchas cosas.
–Es un reto. Me lo planteo con una serie de objetivos a cumplir. Conozco los problemas de la ciudad, que son distintos a los de hace unos años en todo. La vida ha dado un cambio muy grande, quedan muchas cosas por hacer. Quiero poner todo mi empeño en intentar mejorar todos los problemas.
Es un proyecto a cumplir. Como maestra trabajamos siempre con proyectos por delante, ahora también.
–Pues nunca me lo dijeron. La trayectoria mía en el partido claro que la conocen, saben lo que he hecho y que he sido leal al partido siempre.
Que he hecho las campañas, he estado de cualquier forma, siempre haciendo socialismo.
–Así fue, me llaman de Ferraz.
–Me quedé lívida. Y acepté. Otros compañeros lo sabían la noche anterior, yo no.
Y me atrevo a decirle que el que resulta más grave y preocupante es el de la frontera... –Sí. A todos nos preocupa. He pedido un informe a la Guardia Civil, hay que actuar sobre lo que está fallando.
Hay falta de personal, cuando se cubre una zona está haciendo falta en otra. Con la Policía, lo mismo. Ya hemos tenido contactos y ambos me han trasladado esa falta de personal.
Hay que incidir en ello, intentar pelear en Madrid por todas las necesidades que tenemos en Ceuta.
–También el tema de la valla. A nadie le gustan las concertinas, habrá que buscar otra solución antes de quitarlas. Otras alternativas distintas.
–Cuando ya salió en el BOE el nombramiento, fui a la Delegación acompañada de mi jefe de gabinete, Juan Hernández. Nos reunimos con Nicolás, fue muy amable, nos explicó la situación que ha vivido y me dio ánimos para continuar.
–(Risas...) Sí, soy la niña de los retos y logros. Fui la primera maestra de mi pueblo. Nunca me había dedicado a la vida activa en la política porque tenía mis hijos pequeños, estaban estudiando, conciliar la vida... además escogí el reto del programa de educación en el Príncipe con un horario muy dispar.
Cuando ya marcharon a estudiar fuera, participé en política. Me afilié en el partido y a los pocos meses ya me llamaron para ir en las listas del PSOE, al que ya pude dedicarle más tiempo. Ahora, como delegada, llega en un momento en el que puedo dedicarme mucho más. Eso es lo que quiero hacer.
Nacida el 3 de noviembre de 1949, es licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación, especialidad en ‘Organización y Gestión de Centros Educativos’ y profesora de EGB, en la especialidad de Primaria y Ciencias Sociales.
Ha sido maestra en el ‘Vicente Aleixandre’ ( 2008-2016), directora y jefa de estudios; también directora del ‘Rosalía de Castro’. De 2004 a 2008 fue responsable de la Oficina Única de Extranjería.
Fue consejera de 1995 a 1996 de Asistencia y Bienestar Social en la Ciudad Autónoma de Ceuta (primera mujer que ocupó el puesto de consejera). De 1995 a 1999 fue además diputada en la Asamblea.
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