No somos invulnerables, no estamos en la enseñanza para impartir una materia cada mañana y lavarnos las manos porque hemos preparado una clase excelente, cargada de contenidos, con todos los materiales: libros, apuntes, pizarras digitales, aplicaciones informáticas y recetas de LOMLOE.
La jornada laboral no es de 8 a 14, no cerramos la persiana los fines de semana, no tenemos las eternas vacaciones que señala el dedo acusador. Docendo discitur (Enseñando se aprende)
La escuela son los padres, las circunstancias de los alumnos, su pasado, sus carencias. Los profesores lo compartimos con ellos, trabajamos con nuestros compañeros, con el Departamento, con equipos directivos. Lidiamos con una burocracia que nos ahoga, con temarios imposibles, con objetivos inalcanzables ejecutados por iluminados que no se habrán enfrentado a la pizarra, a la realidad tan testaruda, tan cruda con la que lidiamos en colegios e institutos.
Yo, después de 34 años en este barco, después de 24 destinos, después de haberme adentrado en la selva de tantos sistemas educativos, reflexiono sobre la somatización a la que estamos abocados.
La salud mental no es algo invulnerable, no depende de tus fuerzas, de tu personalidad, de tu entrega, de tu compromiso: respiramos el aire que nos rodea, nos movemos entre las brisas y los huracanes, entre los mares en calma y los tsunamis que pueden aparecer a la vuelta de la esquina.
Sin darnos cuenta enfermamos, vamos cayendo en un silencio incomprendido. Guardamos el secreto de nuestra debilidad y, como cada jornada, aguantamos el dolor del alma, la ansiedad, la angustia. Hay que disimular, no lo tiene que notar nadie.
"Serás observado de los pies a la cabeza y serás un leproso descubierto por el sonido de una campanilla"
Todos los ojos nos miran, todas las paredes escuchan, todos nos diagnostican... pero ahí seguimos, abandonados, náufragos, llenos de heridas invisibles.
La depresión es un estigma. Te verán como apestado, te etiquetarán. Serás observado de los pies a la cabeza y serás un leproso descubierto por el sonido de una campanilla.
Yo lo he sufrido, yo fui un enfermo, yo bajé al infierno, yo toqué fondo, yo fui a una guerra y regresé.
Nadie sabe nada pero no estamos preparados para levantar la mano y decir: “ yo sufrí una depresión” y aquí estoy de nuevo.
No es saludable convivir con el desasosiego, con la impotencia de tener que ocultar lo que sientes. Nos tienen que ver firmes y fuertes.
Corrige, atiende a padres, aguanta a alumnos disruptivos, discute con los chicos, soporta sus traumas, cumple las fechas de las evaluaciones, rellena cientos de papeles, prepara oposiciones, asiste a cursos, acude a las guardias, impide las peleas, haz de padre, madre, psicólogo, consejero, amigo, hermano. Aguanta los golpes como si fueras el saco de los boxeadores. Llegas tarde a la otra clase, te entretuviste porque te preguntaron, justifica todo, demuestra tu inocencia, anota cada paso, cada decisión, ten en cuenta los 50 criterios de evaluación.
La docencia es un reflejo de la vida y debemos buscar cómo combatir esta pandemia invisible.
Como un alcohólico debe reconocer su adicción, el docente debería reconocer su estado emocional sin miedo al prejuicio.
La salud mental comienza cuando hablamos de la pérdida de ésta.
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