Un total de 31 ya ex-residentes en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) embarcó ayer rumbo a la Península, donde serán acogidos por centros de las organizaciones no gubernamentales (ONG) en Madrid. Este viaje se encuadra en los traslados organizados por el Ministerio de Empleo y Seguridad Social con los que el centro del Jaral aligera su sobreocupación. Su partida desde Ceuta responde tanto a que su estancia en la ciudad autónoma no se puede eternizar así como a la culminación de su proceso de identificación por parte del Ministerio del Interior.
Estos varones de nacionalidad camerunesa son algunos de los que protagonizaron la entrada masiva del pasado 20 de febrero, cuando accedieron a la ciudad 356 personas de una vez. Desde que se retomaron las salidas previa autorización de la cartera de Interior a principios de agosto, han sido trasladados 191 subsaharianos, todos ellos, de aquella entrada por el perímetro fronterizo que desbordó Ceuta a comienzos de este año.
De un primer vistazo, como en las dos salidas anteriores, resulta llamativo que ninguno de los afortunados en zarpar rumbo al ‘sueño europeo’ sea mujer. Las redes dedicadas a la trata de seres humanos, cuyo fin último sea la explotación sexual de las inmigrantes, procuran que las captadas nunca intenten entrar en España a través del vallado fronterizo puesto que las mafias quieren que su –mal llamada– ‘mercancía’ llegue intacta. En la coronación de la alambrada, la fémina puede sufrir cortes con la concertina y otros daños físicos que, por crudo que suene, hacen que pierda valor en ese sucio ‘mercado’. Sin confundir migración con prostitución ni generalizar esta tendencia al conjunto de la migración femenina, las mujeres extorsionadas que desean llegar a Europa por motivos obviamente ajenos a la explotación, optan por otras vías, como los dobles fondos en vehículos y no la entrada en tropel por la peligrosa valla. Aquellas que lo consiguieron son casos aislados con una gran fortaleza física y que no tienen por qué tener relación con las redes de trata.
De los últimos tres viajes a la Península desde su reanudación, este es el menos numeroso –los dos anteriores estuvieron compuestos por 80 extranjeros– puesto que los centros de acogida están al máximo de su capacidad, según fuentes próximas a la expedición que partió ayer a Madrid.
Ninguno de los inmigrantes solicitó asilo, según pudo conocer este periódico de fuentes oficiales, y todos ellos fueron autorizados a cruzar el Estrecho de Gibraltar por el laissez passer –expresión francesa que significa dejen pasar–. Un concepto que tampoco tiene una transcripción escrita puesto que la documentación que portan al abandonar la ciudad autónoma es poco más que un certificación médica que acredita el estado de salud del titular tras su estancia en el centro del Jaral y una fotocopia de su tarjeta de acceso a las instalaciones dependientes de la cartera de Empleo.
En la Estación Marítima, hubo ayer de nuevo despedidas y los mejores deseos para una travesía con distintos pasajeros en filas paralelas, pero con un mismo destino.
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