Opinión

Una salida ecológica a la crisis del coronavirus

Esta semana la federación de Ecologistas en Acción ha presentado un amplio documento en el que se exponen nuestras propuestas para un mundo post-COVID 19. Tal y como se expone en la presentación del informe “la pandemia de la COVID-19 es sin duda uno de los hitos más importantes del s. XXI, al menos a tenor de las consecuencias que ha tenido. Desde que comenzó, aunque de manera gradual, prácticamente la totalidad del planeta ha modificado sus patrones de vida y con toda probabilidad la crisis que ha ocasionado cambiará las sociedades económica, ecológica y psicológicamente”.
En el documento redactado por Ecologistas en Acción se aportan “soluciones para que la manera de encarar la desescalada del confinamiento y la reactivación económica se encamine hacia sociedades más ecológicas y justas, que corrijan los graves problemas previos a la pandemia, como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la acumulación de residuos o las desigualdades sociales, y que además ayuden a prevenir futuras pandemias y a reaccionar mejor si se dan”.
La Federación de Ecologistas en Acción es plenamente consciente “de que esta crisis ha estado acompañada de un enorme sufrimiento, por la cantidad de víctimas mortales y por la dificultad para homenajear y despedir a esas personas, así como por la cantidad de personas que han tenido que afrontar el confinamiento en condiciones precarias, en lugares inhóspitos o lejos de sus seres queridos. Esperamos que este tipo de situaciones no tengan que ser necesarias de nuevo, pues este duro momento nos reafirma en la necesidad de contacto e interacción social y la importancia de que la población ocupe el espacio público.
Paradójicamente, aunque de manera esperada, el confinamiento ha supuesto una mejora de algunos indicadores ambientales. Las emisiones de gases de efecto invernadero, la contaminación atmosférica, la movilidad motorizada privada o la presión sobre los ecosistemas han disminuido drásticamente por el parón económico derivado del confinamiento. Dado que ha sido debido a una situación dolorosa y transitoria, estas reducciones no han sido motivos de esperanza. Pero sí son una nueva demostración -otra más de que el modelo de producción y consumo es ecocida y pone en peligro a nuestra especie.
Nos es obligado recordar que, si bien la aparición de zoonosis (enfermedad o infección que se da en los animales y que es transmisible a las personas en condiciones naturales) es un proceso biológico natural, hay factores que la hacen más probable. El hacinamiento animal en la ganadería industrial y, especialmente, la pérdida de biodiversidad fomentan la aparición de nuevos virus que infectan a las personas. Además, el cambio climático puede derivar en que vectores de transmisión de enfermedades infecciosas (como mosquitos) puedan ampliar su radio de acción. Mitigar la pérdida de biodiversidad y el cambio climático es la manera más eficaz de evitar futuras pandemias.
La pandemia de la COVID-19 nos deja una crisis social aún más grave, en un contexto de crisis ecológica. Si antes de esta crisis ya alertábamos de que era imprescindible cambiar de modelo, ahora se hace todavía más necesario que las políticas de reactivación económica no sirvan para volver al modelo económico anterior sino que fomenten la transición ecológica justa, que la podemos definir como el proceso para alcanzar una sociedad que funciona sin combustibles fósiles, que revierte la pérdida de biodiversidad, que respeta los límites de los ecosistemas -en materia hídrica o de extracción de otros recursos y en materia de residuos que no utiliza substancias tóxicas, que corrige las desigualdades sociales y que promueve personas sanas, libres e iguales en un contexto de participación y cooperación.
Esta pandemia ha puesto de manifiesto tres cosas: la primera ha sido la relevancia de los “servicios esenciales”: sanidad, educación, agricultura, transporte, limpieza, cuidado de las personas, etc.; sectores que gozan de poco reconocimiento social y retributivo. En segundo lugar se ha evidenciado la importancia de tener servicios públicos de calidad orientados a las necesidades humanas y no al lucro. En tercer lugar, y probablemente lo más importante, es que somos capaces de tomar medidas drásticas globales y muy rápidas, al unísono, para afrontar conjuntamente un problema global y a la vez crear redes vecinales autogestionadas de cercanía para apoyar que nadie se quede sin recursos”.
Las medidas que propone Ecologistas en Acción se “agrupan en 18 apartados que corresponden a diferentes ámbitos del ecologismo social, pero se resumen en cinco líneas de acción fundamentales:
Frenar la huida hacia adelante. Frente a las voces que reclaman una relajación de los estándares ambientales para reactivar la economía hay que entender que la disyuntiva no es entre medioambiente o economía sino entre tener un planeta habitable o no tenerlo. Por ello no se debe ni rebajar la protección ambiental, ni relajar los objetivos ya comprometidos.
Nuevo equilibrio ecológico. La coyuntura obliga a condicionar todas las políticas de recuperación a la lucha contra la pérdida de biodiversidad, contra la degradación de los ecosistemas, contra el cambio climático y contra la contaminación. La reconstrucción económica tiene que abordar los problemas ecológicos, lo que implica tomar medidas urgentes basadas en las indicaciones científicas y el principio de precaución. En este nuevo equilibrio ecológico la salud también debe ser un factor de primer orden en la toma de decisiones.
Nuevo modelo productivo. La reconstrucción debe ir unida a un cambio en la matriz productiva para fomentar la cercanía y sustituir los sectores más contaminantes por un tejido que satisfaga las necesidades de la población respetando los límites ambientales. El turismo, la construcción, la minería o la industria automovilística deben reducirse para dar paso a un aumento de la agroecología o de la industria de la recuperación, de las energías renovables o de la movilidad sostenible.
Nuevo equilibrio social. La transformación ecológica debe incorporar la justicia social. Un aprendizaje importante de esta crisis es que los trabajos más necesarios y más sostenibles son también aquellos menos valorados. Sin corregir las desigualdades sociales, sin repartir el trabajo (productivo y reproductivo) y sin reducir la jornada laboral, no hay posibilidades de abordar ninguna transición ecológica justa.
Nueva cultura de la tierra. Esta crisis ha mostrado la importancia de disfrutar de un medioambiente sano, de condiciones de vida dignas y de tener las relaciones sociales de calidad, frente al poco valor de la acumulación de bienes. Por ello es primordial un modelo cultural que ponga en valor el cuidado de la Tierra y de las personas para garantizar un futuro que conduzca a la justicia social y ambiental”.
Desde Septem Nostra-Ecologistas en Acción apoyamos, como no podría ser de otra forma, las propuestas presentadas por nuestra federación nacional. El siguiente paso tiene que ser la trasposición de estas propuestas al contexto ecológico, económico y social de Ceuta. El concepto clave que subyace a estas propuestas es el de equilibrio. En Ceuta sufrimos un grave desequilibrio entre la capacidad de carga del territorio y el número de habitantes, lo que se traduce en graves problemas ambientales, económicos y sociales. Necesitamos contar un diagnóstico correcto de la salud medioambiental de los ecosistemas locales, incluido el urbano, que sirva de base para plantear un tratamiento adecuado a los males que afectan a la naturaleza y la comunidad humana de Ceuta. Nos ha tocado vivir en un momento de crisis plagado de amenazas, pero también de oportunidades para ofrecer la posibilidad de una vida digna y plena para los ceutíes de esta generación y de las venideras. Esta vida digna de ser vivida sólo es posible si el ingrediente fundamental de nuestro entorno es la de una naturaleza sana. Si curamos la naturaleza, mediante un ambicioso plan de restauración ambiental, también lo haremos nosotros en el plano físico y psíquico. A pesar de las restricciones a la movilidad que nos obliga a tomar la pandemia, pienso que es el momento para acercarnos a la naturaleza para recuperar la serenidad perdida y revitalizar nuestro cuerpo y nuestra alma. No será posible el cambio que requiere la humanidad si el alma del mundo no vuelve a encontrar refugio en el corazón de todos nosotros. Nuestra vida, entonces, será de nuevo elevada y trascendente y los límites al progreso de la humanidad se difuminaran como la niebla de agosto con los primeros rayos del sol.

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