El late motiv de esta sección es “sacar la filosofía a la calle” pero este mismo objetivo, que pese a lo loable que sea, no debe escapar a la reflexión (o al menos al acercamiento) filosófica. Es por ello que aquí nos vamos a preguntar, ‘¿qué significa “sacar la filosofía a la calle”?’
Con esa afirmación podemos querer decir dos cosas, que aunque parezcan significar algo muy parecido en realidad implican una serie de consecuencias que hacen que no sean sinónimas. Lo primero que podemos estar afirmando al decir “sacar la filosofía a le calle” es que ésta debe ESTAR en la calle y nuestra segunda posible pretensión es que la filosofía debe SER para la calle. Dado que tenemos dos posibles pretensiones en nuestra afirmación, es trabajo del filósofo analizar las implicaciones que conllevan la una y la otra a fin de aclarar el sentido de la expresión.
Empecemos por la idea de que la filosofía debe ESTAR en la calle y aquí nuevamente nos encontramos con dos posibles interpretaciones. La primera de ellas es que la filosofía se debe impregnar las conversaciones del día a día estando en constante análisis de lo que acontece al individuo de a pie. El papel del filósofo sería el de observador y analizador de la vida “ordinaria”. Ilustrando esta idea con un símil, el filósofo sería una persona que vive en el extrarradio de la ciudad pero que se acerca con cierta frecuencia al centro para ver qué pasa allí y posteriormente se retira para desde la distancia poder dar una explicación del bullicioso mundo del centro. El objetivo último no es la reflexión vacía, sino facilitar al individuo presuroso y perpetuamente ocupado del siglo XXI una reflexión que, por falta de tiempo o distancia, él no puede o no le dejan realizar. En resumidas cuentas, en esta posible interpretación vemos a un filósofo que habla de los problemas de las personas y lo hace para esas personas puedan aplicar esa reflexión a su vida.
La segunda interpretación es que la Filosofía debe ESTAR en la calle en sentido físico. Aquí lo que cambia es la concepción sobre la palabra ‘filosofía’, mientras que arriba pensábamos en ‘filosofía’ como la reflexión de sentido sobre los problemas que aquejan al ser humano, aquí entendemos ‘Filosofía’ como la materia que se imparte en los centros educativos. Esta forma de entender la expresión “la Filosofía debe estar en la calle” parece que es la predilecta entre nuestros dirigentes políticos que reforma educativa tras reforma educativa buscan arrinconar más esta materia con el objetivo aparente de sacarla de las aulas cosa que si alguna vez sucediera definitivamente haría imposible la primera concepción, pues aunque hubiera filósofos yendo desde los arrabales al centro no habría nadie que quisiera (o pudiera) escucharlos.
Ya he analizado qué puede significar que la filosofía esté en la calle pero, ¿qué significado tiene que SEA para la calle? Aquí no hablamos de una localización ni física ni mental (si se me permite usar esta expresión) que ambas son accidentales y susceptibles a cambio. En este punto les voy a hablar de la esencia, es decir, lo que hace que la filosofía sea realmente filosofía. La mayoría de las personas piensan que la filosofía es algo que hacen cuatro locos que viven aislados en lo alto de su monte para otros cuatro majaras que se quieren subir a ese monte, pero esto es falso. La filosofía nació para explicar al ser humano su realidad y, por tanto, debe hablar al individuo concreto usando su propio lenguaje pues la filosofía en esencia es para la calle, para las personas concretas. Que la filosofía sea en esencia una reflexión para el individuo concreto conlleva que necesite hablar, o mejor dicho dialogar, con el ser humano concreto en un lenguaje accesible y compresible para él, de no ser así habrá perdido el norte y cualquier utilidad, legitimando el objetivo político de sacarla a la calle del que hablamos antes.
Ahora es justo que llegado a este punto se pregunte, te preguntes, ¿y esto para qué me sirve? Si ha leído el artículo hasta aquí, se habrá dado cuenta que he estado hablando sobre la diferencia entre SER y ESTAR (o EXISTIR) que es una de las reflexiones tradicionales dentro de la filosofía. Esta reflexión muestra la diferencia entre algo casual como es estar en un determinado lugar físico o ideológico y ser de una determinada manera. Cuando se inició este ciclo de artículos se pretendía sacar la filosofía a la calle para devolverle su esencia. Si aplicamos esta diferencia entre SER y ESTAR a nuestra vida, entonces debemos hacer una reflexión parecida a la que se ha hecho aquí sobre uno mismo. De lo que se trata es de averiguar qué es aquello que realmente me hacer ser quien soy y qué es aquello que es casual y en lo que meramente estoy. Muchas veces confundimos nuestro SER con nuestro ESTAR y eso lleva a conflictos, por ello querido lector, es importante que se haga esa reflexión. El considerar que soy de una determinada nacionalidad y que eso me constituye, hace cualquiera que no coincida conmigo sea un enemigo, lo mismo se aplica a cualquier ideología política, religiosa, etc. o a la afición a un determinado deporte o equipo. Estas cosas que decimos con orgullo “soy del Madrid o del Barcelona”, como si eso nos determinara como persona o nos hiciera mejores que aquellos que no lo son y que nos lleva a airarnos si alguien cuestiona eso que aparentemente me hacer ser quienes somos, es fruto de confundir el ser con el estar. Si la filosofía debe ser para la calle, este artículo debe ser para que podemos cada uno de nosotros descubrir qué SOMOS y en qué ESTAMOS.
Un último consejo si me lo permite, si no lo consigue averiguar quién es realmente, no se preocupe los filósofos llevan 2600 años intentando resolver esa pregunta y aún no lo han logrado (ni lo lograran), pero sigue siendo necesaria hacer esa reflexión.