Casi 70 subsaharianos consiguieron entrar, en el mismo día, en Ceuta y Melilla. ¿Pura casualidad después de casi un mes de relativa calma o algo más? Hay quien se queda con lo primero sin ver más fantasmas de los de siempre; pero también los hay que conciben esto como la primera bofetada de Marruecos al futuro gobierno del PP. O, más que bofetada, advertencia de las tortas que pueden seguir viniendo. Mientras la Guardia Civil estudia si se pudo hacer más de lo que se hizo para evitar la entrada, el pasado miércoles, de 45 subsaharianos bordeando el Tarajal y cantando por la buena nueva; hay quienes analizan si el país vecino iniciará una nueva etapa diplomática sacando los dientes al PP.
“Esto ha sido el primer aviso y no extraña que dentro de pocos días tengamos una entrada similar a modo de advertencia”, apunta una fuente policial. El uso de la inmigración como moneda de cambio política es algo común para un país como Marruecos que presiona de esta manera a España. La permeabilidad de las fronteras que mantiene con Ceuta y Melilla depende muy mucho de la firma de acuerdos económicos, de la gestión de la política de pesca o de la inversión de más o menos fondos. Los inmigrantes son utilizados para sacar beneficios económico-políticos y sus periplos clandestinos en los que son explotados por las mafias y por unas fuerzas de seguridad corruptas terminan encontrando veto o no según las decisiones políticas que se adopten. ¿Marruecos hizo todo lo que pudo para frenar la entrada de estos subsaharianos? 24 horas después sus fuerzas eran capaz de frenar la entrada de sesenta inmigrantes. Una clara muestra de lo que pueden hacer y lo que no, de lo que pueden contener o de lo que pueden dejar filtrar. ¿Y el resultado? Las cifras de ocupación del CETI del pasado verano -en el que se superaron los 800 residentes- son buena muestra de lo que puede pasar.
La agenda de Rajoy en política exterior tiene una asignatura pendiente con Marruecos, de la que depende la estabilidad migratoria de las hermanas.
El cajón de sastre del Jaral
Y mientras política y seguridad deciden si sacar las armas de guerra o estrechar lazos, siguen las labores de limpieza en los montes del Jaral así como la eliminación de asentamientos de subsaharianos que rechazan vivir en el CETI. De estos campamentos no sólo sacan maleza y basura, también colchones, piezas de vehículos y hasta señales de tráfico. En los campamentos nadie sabe a ciencia cierta qué pueda haber, pero una limpieza exhaustiva saca a la luz el auténtico cajón de sastre que existe.