Sabina, el éxito, la política y la noche

Nuestro Joaquín ha pasado de canciones magníficas a otras mediocres, de la marginación a la opulencia, del amor al desamor, de grandes a pequeños vicios, de currante a jefe, de manejar calderilla al mundo de American Express y ha pagado un alto precio por el éxito. La calidad de sus discos ha ido descendiendo y los que encontraban en él la descripción de una juventud insatisfecha y rebelde, asisten ahora a las producciones de un artista al que ese éxito se le está clavando por momentos en el culo.
Sabina confiesa en sus canciones que ese triunfo le aleja de la inspiración. En Oiga doctor, por ejemplo, pide al galeno que le devuelva su depresión porque los amigos se apartan de él y reconoce que no escribe una nota desde que se siente feliz. Incluso termina solicitando que le devuelvan su fracaso porque cantaba la marginación y quiere que también le restituyan su odio y su pasión.
Lo negativo que puede llegar a ser el éxito le inspira otra canción genial cuando en El joven aprendiz de pintor, admite que uno de sus bohemios seguidores le abandona al ver que triunfa, mientras que los burgueses comienzan a admirarle. Nota que los manager  le persiguen ahora, mientras los maletillas lo dejan en la cuneta y triunfa, en cambio, entre los toreros famosos.
La política aparece en las canciones de Sabina pero de forma tangencial y, siendo un hombre de izquierdas, aborda el tema con humor. En su canción 1968,  respecto al mayo francés dice que París era un barrio con acordeón y Marx prohibió a sus hijos que llegaran tarde a la dulce hoguera de la  insurrección. Incluso, describe a un prohombre de la derecha franquista en su mismo edificio y en Mi vecino de arriba dice que es muy calvo, muy serio y muy formal, que va a misa los domingos y fiestas de guardar, que es una unidad de destino en los universal  y sus divisas son, naturalmente la respetabilidad, la responsabilidad y, sobre todo, llama libertinaje a la libertad.
Incluso, para hablar de política, se disfraza de indio, quizás un apache, en Cuervo ingenuo y critica a Felipe González por su viraje respecto a la Alianza Atlántica, cuando canta tu decir que si te votan, tu sacarnos de la OTAN y después, al llegar al poder, el mismo político defiende que es una Alianza de toda confianza e incluso muy conveniente. Y el indio Sabina dice que hombre blanco hablar con lengua de serpiente.
Los chaqueteros políticos también aparecen en la discografía de Sabina, cuando en El muro de Berlín  descubre a uno que daba gritos de yankee go home coreando slongan de Fidel  y ahora va al club de golf y tiene un adoquín en su despacho del muro de Berlín, por lo que el cantante no sabe si reír o si llorar viendo a Trostky en Wall Street fumar la pipa de la paz.
Incluso, es curioso que hace una incursión en lo que podríamos llamar “política autonómica” y canta la España que él percibe. Masónica, judía, cristiana, moruna o pagana, pero más guapa que ninguna. La llama madrastra, mientras idealiza a Machado o Azaña y tiene un recuerdo para Perejil, Ceuta y Melilla, seguidas de Cataluña, Euskadi, Castilla o Al Ándalus. También se refiere a las contradicciones de su España al mencionar fibra óptica y ladillas, chusco y legañas, blasfemia y sacramentos ,la de  Triana contra la Macarena o Millán Astray-Unamuno.
La noche es otra de sus especialidades, pero si algo explica perfectamente el final de la oscuridad es la canción Los perros del amanecer, al cantar a la hora del atraco y la pasión, cuando el infierno espera en la escalera, ese momento que es la hora de abrazar y de matar, precisamente cuando se afeita el violador y duerme el centinela en la garita, cuando llegan, en definitiva,  los pájaros de la ansiedad.
Y desde luego la discoteca de moda es la reina de la noche. Allí se reúne la fauna en la que el Sabina de la mejor época, se encontraría en su elemento. Bajo la escasa luz se amontonan ediles socialistas, putones verbeneros, musculitos, peluqueros de esos que se llaman estilistas, posturitas, divorciadas calentonas, soplones de la pasma, más chorizos que en Revilla con corbatas de seda, tiburones de la noche, caraduras, obsesos, cualtrapas, comeculos y una azafata de congresos del brazo de su chulo. Incluso, filósofos con caspa, paparazzis, reinonas, skins, perdonavidas y hasta un notario de Pamplona que viene a la movida. El cantante no tiene suerte con su cita y reconoce que estaban todos menos tú.
Resulta una aventura interesante recorrer la discografía escogida de este poeta de la marginación y quizás valga la pena que otro día nos ocupemos de cómo se ve Sabina a sí mismo.

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