En el Nombre de Allâh, el Todo Misericordioso, el que manifiesta Su Misericordia
Y la plegaria y la paz sobre nuestro profeta, Muḥammad, su familia y compañeros.
Muchos hablan de “los sabios” cuando se refieren a gentes que deberían ser una referencia en el Islam. Hablar de “sabios” estaría muy bien si no fuera por el hecho de que la mayoría nombra como sabios a personajes de lo más variopinto, que en su cuasi totalidad no son otra cosa que gentes con muy poca instrucción, escasa sabiduría y si mucha simulación y afectación.
Lo he dicho en otras ocasiones: hay una sabiduría que es de orden lógico-racional , aunque sea en el dominio religioso; y hay otra Sabiduría (con mayúsculas) cuya consecución sí implica una verdadera transformación interior hasta que el Sabio es aceptado y amado por Allâh.
Siempre han existido las escuelas, las universidades del Islam. En uno u otro país siempre existieron centro de estudios reputados, en donde se impartía el Fiqh (jurisprudencia) y cualquier otra ciencia del Islam. Los sabios de antes, a pesar del volumen de libros leídos, de las clases recibidas, de las materias estudiadas, solían ser humildes; salvo aquellos que utilizaban su ciencia para ganarse fama, así como el favor de los sultanes. Muchos padres gastaron fortunas, muchas madres dieron todo su oro, para procurar el estudio de sus hijos, y que no se echaran a perder en el espejismo de los placeres de la Dunya. Por eso, gentes como Al Asqalani, llegaron a llamarse Ibn Hayyar (el hijo del picapedrero), pues su padre, habiendo sido qadi, y no dejándose comprar por el sultán para dar veredictos falsos, hubo de trabajar en las canteras para ganarse la vida.
Gentes con Ŷalaluddin Suŷutí, egipcio, muḥaddiz (erudito del ḥadiz) de referencia en el Islam, llegó a aprender todas las ciencias posibles, y no por ello cayó presa de la plaga del orgullo, guardando su inocencia primigenia, pues no en vano aprendió asimismo la Ciencia del interior, la cual hace cambiar el plomo del alma en oro radiante; un tipo de alquimia que solamente puede operar el Creador de los cielos y de la tierra. Y como Suŷuti podemos nombrar decenas y decenas, y quizás centenas de sabios que, humildes, reconocían que el saber que se les escapaba era muy superior al que detentaban.
Por ello Abu Ḥamîd Gazali, Ḥuŷŷatu-l-Islami (la Prueba del Islam), aseguraba que la Ciencia palidecía y se retiraba con el contacto de los sultanes y los poderosos. Es decir, si se utilizaba la ciencia como excusa para acercarse a los favores de la Dunya.
Los sabios son las personas respetuosas con el depósito confiado de los Enviados de Allâh, siempre y cuando se mantengan a distancia de los sultanes y que no se dejen ganar por este mundo. Si lo hacen, entonces traicionan a los Enviados. Desconfiad pues de ellos. (De Anas, recopilado por Al-Ukaily)
Curiosamente hoy, aquellos que, no entiendo por qué motivo ni razón, son considerados como sabios no hacen otra cosa que comer como gorriones y animales de compañía de la mano de sus mentores financieros. Y si no pueden porque no hay sitio para ellos, se darán arte para un día ser los elegidos del poderoso de turno.
¿Esta clase de gente podría tener ciencia? ¿Puede haber ciencia donde hay ambición y se carece de honestidad? ¿Puede enseñar aquél que suspira por el oro y por el puesto? ¿Sería de fiar gente de esa clase? Yo creo que, leyendo esto, la respuesta ya la estáis dando vosotros ¿Para qué darla yo entonces?
La codicia, la avaricia son la plaga de la Ciencia, que arranca esta del corazón hasta que no queda ya nada de ella.
Hermanos/as; quiero deciros que no es lícito aprender el Islam de cualquiera. No es lícito dar nuestra confianza a alguien si no conocemos a ciencia cierta una serie de cosas sobre él. No es lícito ponerse a mirar vídeos y seguir a pies juntillas las consignas del aprendiz de sabio de turno. La mentira puede hacer que las piedras de las montañas se conviertan en oro y que el oro se transforme en plomo; pues es un espejismo que sin ser agua lo aparenta.
"La mentira puede hacer que las piedras de las montañas se conviertan en oro y que el oro se transforme en plomo; pues es un espejismo que sin ser agua lo aparenta”
Para seguir los consejos de alguien en el Islam hay que conocerle a fondo; hay que saber a ciencia cierta que su medio de vida procede del Halal; hay que saber que quien le paga no condiciona su prédica; que su doctrina no es producto de intereses no religiosos; que es honesto y sincero. Y esto, hoy por hoy, hermanos reclama que sepamos a ciencia cierta la fuente de sus ingresos pues ese es el punto principal.
Los sabios predicadores de hoy, al contrario que el padre de Al Asqalani, obtienen grandes cantidades de dinero por su prédica. Porque su prédica es para servir a sus verdaderos señores, que toman el lugar que el Señor de los mundos debería ocupar en sus corazones. Su prédica no es el Islam, en absoluto; su prédica es extravío sobre extravío.
Allâh no retirará la ciencia arrancándola de las gentes, pero El la hará desparecer tomando el alma de los sabios hasta que no quede ninguno de ellos. Entonces, las gentes tomarán por jefes a los ignorantes, y cuando se les pregunte a estos a propósito de ciertas cuestiones, se darán el aire de saber sin basarse en ciencia alguna. Ellos se extraviarán y extraviarán a los otros. (De Ibn Umar, recopilado por Al Bujari y Muslim).
Algunos se ciegan por haber estudiado cinco años, creyendo que después de haber salido de la escuela, ya lo saben todo. A esto hemos de decir que las escuelas de hoy no son las escuelas de antes; que hoy se enseña lo que estratégicamente conviene para formar soldados que den éxito al proyecto sectario de turno.
Con la mano en el corazón, hermanos, os digo que los títulos obtenidos en lugares como estos son un impedimento para el saber; son un velo espeso que acaricia el alma de aquellos que, por haber estudiado en esas escuelas, creen que han aprendido algo. Pues no hay mayor ignorancia que la de creerse sabio por una Ciencia errónea que sirve a intereses contrarios a la religión
La Ciencia se aprende de los sabios, no de aquellos que aparentan serlo. Se aprende de alguien que tiene una raíz en la Ciencia, un saber verdadero; que lo han recibido asimismo, en una cadena ininterrumpida de sabios de verdad; de hombres que viven humildemente, cuyo patrimonio es Halal; de gentes que prefieren picar piedras antes de dar veredictos falsos. La Ciencia, hermanos, se aprende de gentes cercanas al Profeta – sobre él la plegaria y la paz –, pues como dice el hadiz, en esta época los falsos abundan y los verídicos escasean.
La sabiduría acrecienta el honor del noble, y eleva al esclavo al rango de los reyes. (De Anas, recopilado por Ibn Adi)
La búsqueda de la ciencia es una obligación para todo musulmán. Toda cosa, incluso las ballenas en el mar pedirán el perdón de Allâh para aquel quien busca la ciencia. (De Anas, recopilado por Ibn Abdu-l-Birr)
El que aquí os escribe no ha pasado ninguno de sus 41 años de Islam sin estudiar; y ¿a qué estatus he llegado? Pues he llegado al estatus de saber que la Ciencia que no poseo es mayor que la que sé.
Ahora bien, hermanos, cuando comparo aquello que mis amados y respetados maestros me han enseñado, a la prédica de estos seudo sabios de hoy en día, me veo agraciado de tal manera que, sin alardear, puedo constatar lo infantil de sus postulados y lo vano de sus palabras; son como niños intentando hablar de cosas de las personas mayores.
El verdadero sabio es un ˤabd (un siervo de Allah); no busca oro, ni plata, ni diamantes; busca el Rostro de Allâh – el Altísimo – y con ello se contenta y es feliz.
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